El conservacionista peruano Felipe Benavides Barreda (Lima, agosto 7 de 1917 - Londres, febrero 21 de 1991) fue una de las figuras mundiales más representativas del quehacer ambiental. Aristócrata de nacimiento, descendiente de Fermín Diez Canseco (héroe del Huáscar), tuvo una formación académica e intelectual privilegiada. Realizó sus estudios superiores en el London School of Economics, bajo la tutoría del profesor Harold Laski, líder del socialismo inglés, secretario general del Partido Laborista y condiscípulo del político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre.
Su relación con el fundador del aprismo comienza indirectamente cuando el hermano de su padre, Augusto Benavides Diez Canseco, refugió en su residencia a Víctor Raúl durante la persecución política de los años 30. Tiempo más tarde, por diversas circunstancias Felipe forjó gran amistad con Humberto Silva Solís, Humberto Carranza Piedra y Ramón Ponce de León, destacados dirigentes apristas. Asimismo, su inquietud por la ecología facilitó su amistad también con Guillermo Larco Cox, Nicanor Mujica Álvarez Calderón, Ramiro Prialé, Javier Pulgar Vidal, Carlos Roca Cáceres, Alfredo Santa María, Manuel Seoane Corrales, Héctor Vargas Haya, Armando Villanueva del Campo y otros.
Sus firmes convicciones éticas y cívicas lo llevaron a protagonizar un episodio que cambio sustancialmente su vida profesional. A principios de la década de los 50, cuando se desempeñaba como Encargado de Negocios en la embajada del Perú en Suecia, se negó a distribuir información oficial del gobierno que difamaba la trayectoria política del jefe del Partido del Pueblo. Ese acontecimiento fue utilizado por la dictadura de Manuel A. Odría para disponer su pase a disponibilidad en 1954.
Años más tarde, en los aprestos para la elaboración de la carta magna, Armando Villanueva fue portador de su mensaje al presidente de la Asamblea Constituyente, y en el, cual Felipe señaló la urgente necesidad de incorporar la temática ambiental en la nueva constitución política. Esta inquietud fue recogida por Haya de la Torre en su discurso inaugural (28 de julio de 1978), para luego designar a este fogoso ambientalista como asesor ad honorem de la comisión redactora del capítulo “De los Recursos Naturales”. Precisamente, su valioso e importante aporte en el seno de esa comisión hizo del capítulo “De los Recurso Naturales” ejemplo paradigmático sobre tan señero tema para las demás constituciones creadas en América Latina en el transcurso de la década siguiente.
Felipe Benavides se caracterizó por su profunda identificación con el país y por su anhelo de lograr el desarrollo nacional aprovechando las extraordinarias potencialidades ecológicas y respetando nuestras ancestrales tradiciones culturales y sociales. Por esas consideraciones el rector de la Universidad Nacional Federico Villarreal, Justo Enrique Debarbieri, lo declaró “Doctor Honoris Causa” (1980) en reconocimiento por su fecunda labor salvaguardando las riquezas naturales.
Su obsesionada preocupación sobre los problemas nacionales, que tanto han perjudicado el desenvolvimiento económico y social de los sectores más deprimidos, lo vinculó con el intelectual y entonces senador Miguel López Cano, con quien trabajó estrechamente diversas iniciativas legislativas para proteger la Reserva Nacional de Paracas amenazada por la sobreexplotación de recursos hidrobiológicos (1983).
El primer gobierno del presidente Alan García Pérez respaldó sus responsabilidades (ad honorem) en la presidencia del Patronato del Parque de Las Leyendas y del Consejo Nacional de la Vicuña, creado este último con la ayuda del presidente del Consejo de Ministros, Armando Villanueva (1988). Igualmente, gracias a la intervención del jefe de Estado, Benavides logró la aprobación -por la comunidad internacional- de la propuesta peruana para elaborar telas de vicuña provenientes de la esquila de animal vivo, lo que además mereció el unánime apoyo de la colectividad científica mundial. De esta manera, se iniciaba una nueva etapa en el aprovechamiento racional de un recurso silvestre en peligro de extinción, cuya transformación y comercialización de su fina fibra beneficiaría a las postergadas poblaciones andinas.
Más tarde, el presidente de la Cámara de Diputados, Luis Alvarado Contreras, atendiendo una solicitud multipartidaria -presentada por el diputado aprista José Lescano Palomino- le impuso en 1990 la medalla “Juan Antonio Távara Andrade” en el grado de Gran Cruz “por su destacada labor como investigador de la ecología”. Fue la última distinción que recibió en vida este tenaz defensor de las nobles causas nacionales.
Cuando fue bárbaramente destituido de la presidencia del Parque de Las Leyendas por el gobierno de Alberto Fujimori Fujimori (1991), muchas voces autorizadas expresaron su indignación. Entre ellas transcribimos las palabras del diputado aprista Fernando Ramírez Alfaro, quien en su artículo “El día que las vicuñas lloraron” (Expreso, 31 de enero de 1991) indicó: “Ni Felipe Benavides –ni ninguno de los miembros del Patronato- cobraba sueldo, dieta, movilidad, viático o algún estipendio económico. Personas como el embajador Augusto Dammert y los demás miembros del Patronato, acompañan al señor Benavides porque en sus espíritus está añejada esa vocación de servicio por la patria y en sus corazones el amor por la naturaleza”.
En un póstumo acto de justicia la congresista Elvira de la Puente Haya de la Torre con la adhesión de los integrantes de la Célula Parlamentaria Aprista, lograron la aprobación por unanimidad en el Congreso de la República (20 de setiembre del 2001) del proyecto de ley No.038-2001-CR, que añade al Parque de Las Leyendas el nombre de este ilustre peruano.
Adelantado a su tiempo, culto y visionario, fue un personaje singular que mereció la simpatía de muchos peruanos. “Tu sabes que soy conservacionista y sigo, aunque sea de lejos tus profundas huellas. Todo lo que pueda hacer por nuestra naturaleza me alegrará. Estoy a tus órdenes”, le escribió el 27 de setiembre de 1985 el entonces ministro de la Presidencia, Nicanor Mujica.
Ganó batallas, inspiró envidias, cultivó admiraciones, suscitó polémicas y despertó, sobre todo el reconocimiento de las colectividades rurales. Su recuerdo estará siempre vinculado con la conservación del patrimonio natural, con la gestación de lúcidos aportes de connotaciones nacionales e internacionales y, especialmente, con la protección de los derechos del Tercer Mundo para alcanzar un desarrollo inteligente, honesto y responsable.
Benavides siempre se enorgulleció de haber sido reconocido con el título de presidente de la comunidad campesina de Lucanas, en cuyas tierras pasta el 70 por ciento de la población nacional de vicuñas y propietaria de los ámbitos donde se establece la Reserva Nacional de Pampa Galeras. Así era este aristócrata miraflorino comprometido plenamente con el campesinado.
Amigo del aprismo, peruano ejemplar, consecuente con su entrega moral, fue un quijote moderno al que no podemos dejar de evocar al cumplirse un año más de su partida. Su legado ejemplar nos recuerda la importancia de incorporar la gestión ambiental no solamente en el caro y patriótico anhelo de elevar la calidad de vida de los más pobres, sino también para la salvación de nuestro inmenso hogar: El planeta tierra.
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