Niños indígenas, cuyas comunidades se encuentran en la frontera entre Argentina y Bolivia, mueren por hambre. Se trata de indígenas que por décadas no mejoran su situación. Por e contrario, la miseria se agudiza cada vez más y las políticas de gobierno son insuficientes e inadecuadas
Buenos Aires, Argentina. La muerte de un niño indígena desnutrido, ocurrida el pasado 14 de abril, llamó la atención sobre las altos índices de desnutrición infantil que históricamente registra el extremo norte de Argentina, en la frontera con Bolivia.
Esta zona está comprendida en la provincia de Salta, el estado argentino que tiene la mayor cantidad de pueblos originarios reconocidos oficialmente: nueve etnias que sobreviven, en su mayoría, en situación de pobreza extrema.
El deceso del niño, de apenas un año y medio, oriundo de la comunidad del Pueblo Wichi Misión Cañaveral, en las cercanías de la localidad fronteriza de Santa Victoria Este, en el límite con Bolivia y Paraguay, despertó una polémica en la que funcionarios del gobierno salteño se esforzaron en demostrar que la muerte no fue causada por la desnutrición. Sin embargo, el propio gobierno de Salta confirmó que 40 mil niños de entre uno y seis años de edad están sufriendo desnutrición o corren riesgo de caer en ella.
La información fue brindada por el Plan de Nutrición del Ministerio de Salud Provincial y el Plan Provincial Alimentario, subprograma Nutrivida, del Ministerio de Desarrollo Humano de Salta, a través de los cuales se entregan nutrientes a los niños en los que se detecta una alimentación deficiente.
El informe oficial da cuenta que 56 niños salteños tienen un déficit nutricional grave. El total de 40 mil se alcanza con chicos desnutridos recuperados, niños con déficit nutricional leve y moderado; chicos en “riesgo nutricional” y aquéllos que están “en riesgo social de desnutrición”.
Aunque el gobierno no discriminó cuántos de estos niños pertenecen a comunidades indígenas, el registro histórico da cuenta que el mayor grado de desnutrición, o riesgo de padecerla, se concentra en el Chaco Salteño (comprendido en el Gran Chaco, que comparten Argentina, Bolivia y Paraguay), cuyos habitantes son, en su mayoría, pueblos originarios, sobre todo del pueblo wichi, y criollos campesinos.
Las comunidades indígenas y criollos practican una economía de subsistencia, seriamente amenazada en los últimos años por el avance de los desmontes masivos y la frontera agrícola (para la siembra de soya principalmente). La mayoría vive ahora del asistencialismo, en zonas donde es difícil el acceso a los servicios educativos, de salud, de provisión de agua potable y de medios de comunicación, entre otros.
Según el médico Patricio Fleming, gerente del Hospital Zonal de Santa Victoria Este, que tiene a su cargo la atención de los habitantes de la frontera, la mayor dificultad para atender la salud de los habitantes de la zona radica en los malos caminos, que en temporadas estivales hacen imposible el acceso a los parajes más alejados, y la barrera del idioma, dado que la mayor parte de los indígenas no habla castellano, y los médicos y enfermeros destinados a esos lugares no hablan las lenguas originarias. “Ellos no se comunican bien con el médico por su idioma, o con el enfermero, con el agente sanitario se comunican más porque yo trato de tener agentes sanitarios aborígenes en las comunidades aborígenes, pero uno de los grandes problemas que yo tengo acá es la falta de comunicación y la falta de confianza que hay con los centros de salud o el hospital base”, sostuvo el médico.
Desnutrición crónica
El pequeño de un año y medio que falleció el 14 de abril había sido internado días antes en el Hospital de la ciudad de Tartagal (la más importante del extremo norte argentino); pero, tras una hospitalización de más de 10 días, se le envió a casa. Según se informó oficialmente, fue tratado y a sus padres se les proveyó de la leche y demás alimentos que debían proporcionarle. Pero en su casa, en la paupérrima comunidad indígena Misión Cañaveral, le salieron llagas en la boca y no quiso comer. Dos días estuvo en esta situación.
Cuando lo trajeron nuevamente al Hospital Zonal de Santa Victoria Este, ya estaba en estado grave. El médico gerente del Hospital, Patricio Fleming, pidió un avión sanitario para trasladarlo de urgencia a un hospital de mayor complejidad.
La jefa de guardia del Hospital Materno Infantil, la médica Susana Balcarce, confirmó que el niño estaba “desnutrido” y “en muy malas condiciones”. Había ingresado al hospital con un cuadro infeccioso y tenía también “un trastorno metabólico importante”. El cuadro infeccioso que padecía sirvió para que, días después, el subsecretario de Gestión de Salud de Salta, el también médico Alejandro Gravanago, asegurara que la causa de la muerte no había sido la desnutrición, sino la infección.
En contradicción con su superior jerárquico, el director del Hospital Zonal sostuvo que el fallecido era “un chiquito con desnutrición crónica al que lo veníamos siguiendo desde hace mucho tiempo”.
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