Los indicios de peligro han ido aumento en el Líbano y la tensión ha venido acrecentándose considerablemente en sólo tres semanas.
Primero se produjeron las arbitrarias intervenciones de los soldados franceses de la FINUL (Fuerza Interina de las Naciones Unidas para el Líbano). A pedido de Israel, los soldados franceses de la FINUL trataron de penetrar ilegalmente en domicilios de presuntos miembros de la Resistencia libanesa para confiscar sus armas. Y fueron rechazados por la población, armada de palos y piedras, con un saldo de 2 heridos. El incidente llegó hasta el Consejo de Seguridad de la ONU. Aunque los cascos azules franceses cumplían órdenes impartidas por el ministro de Defensa de Francia, Hervé Morin, Francia presentó excusas por boca del secretario general de la presidencia de la República, Claude Guéant.
En previsión de nuevas intervenciones, el Hezbollah puso carteles –en francés– advirtiendo a los soldados franceses de la FINUL que «La mano que toque el armamento de la Resistencia será cortada».
El 10 de julio, el ejército francés realizó un importante ejercicio de evacuación de sus ciudadanos.
El Tribunal Especial para el Líbano, creado por el Consejo de Seguridad de la ONU para utilizarlo como instrumento político contra Siria, renunció a toda acusación contra el presidente sirio Bachar el-Assad y contra el ex presidente libanés Emile Lahoud, ya que todos los elementos que reunidos contra ambas personalidades acabaron por ser desmentidos. A pesar de lo anterior, dicho Tribunal pudiera publicar un acta de acusación en septiembre u octubre. Hassan Nasrallah, secretario general del Hezbollah, estima que el Tribunal se convertiría así en un instrumento político contra la Resistencia libanesa, lanzando entonces acusaciones tan fantasiosas como las anteriores pero contra el Hezbollah. El objetivo de esa maniobra sería sembrar la desunión en el Líbano y abrir el camino a una nueva agresión israelí.
En Washington, el Saban Center (Brooking Institution) y el Council on Foreign Relations publicaron dos informes que se contradicen entre sí. El primero aconseja dejar las manos libres a Israel. El segundo se pronuncia, por el contrario, a favor de que la administración Obama presione al gobierno de Netanyahu antes, durante y después de la agresión, para limitar su alcance. Ambos documentos reflejan la rivalidad que desde hace meses viene manifestándose entre Tel Aviv y Washington en cuestiones de mando. En todo caso, ambos estudios parten de la convicción de que Israel está decidido a buscar la revancha en el Líbano y de que nadie podrá impedir que lo haga.
El 20 de julio, mientras comparecía ante el Senado estadounidense para la confirmación de su nominación como embajadora en Beirut, Maura Connelly se alineó con la estrategia definida por el negociador especial de Estados Unidos, George Mitchell. Según esa estrategia Estados Unidos no debe seguir combatiendo frontalmente al Hezbollah, que cuenta con el apoyo mayoritario de la población libanesa, sino tratar de aislarlo. En otras palabras, Washington debe fingir que interpreta una guerra israelí contra el Líbano como una operación de policía contra el Hezbollah y abstenerse de intervenir abiertamente.
Para terminar, Mahmud Abbas, presidente de facto de la Autoridad Palestina, dirigió un mensaje a los palestinos del Líbano para pedirles que no salgan de los campos de refugiados durante la guerra anunciada para este otoño, instrucciones que coinciden por entero con los puntos que son objeto de consenso en Washington. Cualquier intento de utilizar a los palestinos (en su mayoría sunnitas) contra el Hezbollah (principalmente chiíta) resultaría contraproducente para los intereses estadounidenses en el Líbano, y pudiera tener efectos negativos en el plano regional.
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