La visita religiosa del papa Benedicto XVI reavivó mucho más el drama y problema del abuso sexual contra mujeres y niños, ejercido, sobre todo, por curas católicos que no resisten el celibato, degenerando en esa perversidad, en lugar de la masturbación o permitírseles el matrimonio o su equivalente. En ambos casos la violación es por la fuerza o el sometimiento; el miedo, la amenaza y en el caso de ministros de la Iglesia al pretextar que es la única manera de sacar de sus cuerpos a Satanás, lo cual nada tiene que ver con sus necesidades fisiológicas que, en lugar de canalizar por medio de la pareja, lo hacen con niños indefensos o adolescentes en los seminarios (como Marcial Maciel, a quien el actual papa y el anterior, Juan Pablo II, jamás amonestaron, aun sabiendo sus maldades, a cambio del dinero que proporcionó al Vaticano y que extraía de los ricos).
En la víspera del arribo papal volvieron a ponerse al día las denuncias de esos abusos que curas, obispos y cardenales mexicanos se han negado a dar curso. Y el que oficia purpurado en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, ha encubierto a varios sacerdotes. Se ha publicado a toda una plana, una carta a la República Mexicana sobre la violación sexual de un niño de tres años, cometido por Lorena Alvarado Amador, profesora del colegio Westminster School que apenas purgó un poco más de cuatro años por su infame delito. Es de temerse que se haya reintegrado a ese colegio como consta en esa carta (Reforma, 20 de marzo de 2012) suscrita por los padres de ese niño que ahora debe tener siete u ocho años.
Éstos alegan en ese documento y en su página (www.protegiendo-nenes.com)que existe demasiada tolerancia para esos abominables delitos. Y solicitan la creación de centros de terapia y apoyo sicológico para atender a los niños abusados, quienes viven con traumas que generan daños en su personalidad, como acusan los abusados por Maciel y las mujeres violadas víctimas del machismo, que han derivado en homicidios, ahora tipificados como feminicidios.
En las escuelas públicas y privadas, donde se cometen tales delitos, los padres tienen que desplegar una intensa denuncia para ser escuchados. Y dentro de las sanciones a los delincuentes que no está por demás endurecer, se debe agregar el pago para la atención y de las víctimas.
La Carta a la República Mexicana, escrita por los padres del niño abusado sexualmente por su maestra, cuando tenía tres años, en el colmo de la perversidad más degenerada, es una denuncia para que los funcionarios del sistema educativo, judicial y el Ministerio Público, estén más atentos para prevenir esas conductas de profesores y curas católicos que se asisten de niños para sus ritos y los acarician libidinosamente hasta llegar a la violación sexual. Es una carta de agradecimiento para todos aquellos que coadyuvaron a procesar a esa profesora; una convocatoria a integrarse al grupo Ángeles de Protección a la Niñez en México. Y la petición para crear centros de terapia para tender esos casos, ya que solamente existe uno.
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