Abdelhakim Belhadj, excompañero de armas de Osama bin Laden y uno de Wlos “jefes históricos” de Al Qaeda, ahora es uno de los “rebeldes” que combaten en Siria. Los grandes corporativos mediáticos tratan de pasar por alto los vínculos entre las fuerzas de la CIA que apoyan la “Primavera Árabe” y los cuadros de Al Qaeda
Los integrantes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no se ponen de acuerdo en cuanto a la interpretación de los sucesos que están enlutando Siria.
De acuerdo con Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, el país está viviendo una revolución, continuación de la “Primavera Árabe”, que está siendo víctima de una represión sangrienta. Rusia y China estiman, por el contrario, que Siria está enfrentado la agresión de bandas armadas provenientes del exterior, a las que combate de una manera poco hábil, que está dejando víctimas colaterales entre la misma población civil a la que quiere proteger.
La investigación que la Red Voltaire ha realizado en el terreno confirma esta última interpretación. Hemos recabado testimonios directos de los ataques de esos grupos armados. Los testigos señalan que el acento de algunos agresores al hablar la lengua árabe los delata como iraquíes, jordanos o libios, e incluso pashtunes.
En los últimos meses, diferentes diarios árabes a favor de la administración de Bashar al-Assad mencionaron la infiltración en Siria de entre 600 y 1 mil 500 hombres del Grupo Islámico Combatiente en Libia (GICL) rebautizado desde noviembre de 2007 con la apelación de Al Qaeda en Libia. A fines de noviembre de 2011, la prensa libia relató el intento de la milicia de Zintan de arrestar a Abdelhakim Belhadj, compañero de armas de Osama bin Laden y jefe histórico de Al Qaeda en Libia, convertido en gobernador militar de Trípoli por obra y gracia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El intento de arresto tuvo lugar en el aeropuerto de Trípoli, en momentos en que Belhadj salía para Turquía. Después, varios diarios turcos mencionaron la presencia de Abdelhakim Belhadj en la frontera turco-siria.
Estas denuncias encuentran la incredulidad de quienes siguen creyendo que Al Qaeda y la OTAN son enemigos irreconciliables e incapaces de cooperar entre sí. Lo cierto es que dichas denuncias confirman la tesis que he defendido desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, de que los individuos catalogados como Al Qaeda son mercenarios utilizados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés).
¿Quién está diciendo la verdad?
Desde inicios de 2012, el diario español ABC, monárquico, ha publicado por entregas un reportaje del fotógrafo Daniel Iriarte. Este periodista se relaciona con el Ejército Sirio Libre (ASL, en inglés Syrian Free Army, conducido por los servicios de inteligencia británicos, es decir el MI6) que opera en el Norte de Siria, precisamente en la frontera con Turquía. Iriarte es un defensor de la “revolución” y no hay para él términos demasiado duros cuando se trata de referirse al “régimen de al-Assad”.
De acuerdo con el coronel Riad al-Assad, jefe del Ejército Sirio Libre, éste se compone de más de 20 mil hombres. Las autoridades sirias estiman que son en realidad algunos cientos.
En tanto, en la edición del 17 de diciembre de 2011, Iriarte refiere un encuentro que le pareció chocante. Mientras sus amigos del ASL lo llevaban a un nuevo escondite, Iriarte se encontró con unos extraños sublevados: tres libios.
El primero de ellos era Mahdi al-Hatari, que vivió en Irlanda antes de enrolarse en Al Qaeda. Al final de la guerra contra Libia se convirtió en comandante de la Brigada de Trípoli y después fue segundo al mando del Consejo Militar de Trípoli, bajo la dirección de Abdelhakim Belhadj. Al-Hatari renunció a ese puesto, unos aseguran que lo hizo porque había entrado en conflicto con el Consejo Nacional de Transición y otros porque quería regresar a Irlanda, donde reside su esposa. En realidad, se fue a Siria.
Más extraño aún, en junio de 2010, este integrante de Al Qaeda estaba entre los militantes favorables a los palestinos que viajaban a bordo del barco turco Mavi Marmara. Agentes de numerosos servicios secretos, esencialmente del espionaje estadunidense, se habían infiltrado en la “Flotilla de la Libertad”. Fue herido y retenido como prisionero en Israel durante nueve días.
Durante la batalla de Trípoli, al-Hatari dirigió el grupo de Al Qaeda que sitió y atacó el hotel Rixos, donde yo me encontraba con mis compañeros de la Red Voltaire y la prensa internacional, y cuyos sótanos servían de refugio a varios dirigentes de la Yamahiria protegidos por la guardia de Khamis el-Gadhafi. Según este último, junto a Mahdi al-Hatari se hallaban varios oficiales franceses, presentes en el terreno como consejeros de este integrante de Al Qaeda.
El segundo libio Iriarte se encontró en el Ejército Libre Sirio es nada más y nada menos que Adem Kikli, otro lugarteniente de Abdelhakim Belhadj. Iriarte no logró identificar al tercer libio, al que los demás llamaban Fuad.
El testimonio de Iriarte concuerda con lo que los diarios árabes antisirios han proclamado desde hace semanas: el Ejército Sirio Libre cuenta al menos con 600 “voluntarios” de la organización Al Qaeda en Libia.
Y toda la operación se desarrolla bajo la dirección del propio Abdelhakim Belhadj, quien cuenta con la ayuda del gobierno de Erdogan.
¿Cómo se explica que un periódico tan hostil al gobierno de al-Assad como ABC haya decidido publicar el testimonio de su enviado especial, cuando éste revela los sucios métodos de la OTAN y confirma la tesis gubernamental siria sobre la desestabilización armada? Lo que sucede es que, desde inicios de 2012, ideólogos del choque de civilizaciones se han pronunciado contra ese dispositivo que incorpora extremistas islamistas a la estrategia del “mundo libre”.
Como invitado del blog del Consumer News and Business Channel,el exprimer ministro español José María Aznar reveló, el 9 de diciembre de 2011, que Abdelhakim Belhadj se encontraba entre los sospechosos de estar implicados en los atentados perpetrados en Madrid, el 11 de marzo de 2004, los cuales pusieron fin a su carrera política en España.
Sus declaraciones coinciden con varias intervenciones de sus amigos del Jerusalem Center for Public Affairs, el think-tank (centro o instituto de propaganda política) que dirige el exembajador israelí ante la ONU, Dore Gold. Estos amigos de Aznar expresan públicamente sus dudas ante la actual estrategia de la CIA, que consiste en instalar islamistas en el poder en todo el Norte de África. Dicha crítica apunta en primer lugar contra la secreta cofradía de la Hermandad Musulmana y sobre todo contra dos personalidades libias: Abelhakim Belhadj y su amigo el jeque Ali al-Salibi, considerado como el nuevo hombre fuerte en Libia. Tanto Belhadj como al-Salibi tienen la reputación de ser los peones de Qatar en la actual Libia post Muamar el- Gadafi. Además es precisamente el jeque al-Salbi quien distribuyó; los 2 mil millones de dólares de ayuda qatarí a Al Qaeda en Libia.
Reaparece así a la luz pública la contradicción que tanto se esfuerzan algunos por esconder desde hace 11 años: los mercenarios, antiguamente pagados por Osama bin Laden, nunca han dejado de estar al servicio de la estrategia de Estados Unidos, desde la primera guerra de Afganistán e incluso en la época de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, los dirigentes occidentales siguen presentándolos como enemigos.
Es probable que las objeciones de Aznar y las del Jerusalem Center for Public Affairs sean descartadas por la OTAN, como antes lo fueron las del general Carter Ham, comandante en jefe del Africom, cuando –al principio de la guerra contra Libia– se le dio como misión garantizar en ese país la protección de los mismos yihadistas que hasta entonces habían estado matando soldados estadunidenses en Irak.
Lejos de la realidad, el Comité Antiterrorista de la ONU (el llamado “Comité de Aplicación de la Resolución 1267”) y el Departamento de Estado de Estados Unidos siguen manteniendo en su lista negra a la organización de Abdelhakim Belhadj y del jeque Al-Salbi bajo su antigua denominación de Grupo Islámico Combatiente en Libia. Todos los Estados tienen la obligación, según parece, de arrestar a estos individuos si allanan sus territorios.
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