¡¿Volver al siglo pasado?! ¿Regresar al Partido Revolucionario Institucional (PRI)? ¿Solapar a Calderón y al Partido Acción Nacional (PAN)? ¿Soportar a Elba Esther? ¡No! La juventud mexicana se ha puesto en movimiento para construir lo nuevo y crear un siglo XXI, de democracia, justicia y paz, en el que sus derechos sean efectivos.
Entran en escena los jóvenes que se congregan en Ciudad Universitaria, en las históricas Islas, que rompen las barreras entre universidades públicas y privadas, entre estados y regiones. Se unifican los estudiantes de educación superior por las demandas de nuestro pueblo: juicio político a Calderón por 65 mil muertos, a Enrique Peña Nieto por la brutal represión a Atenco y a Elba Esther Gordillo por corrupción y por perjudicar la enseñanza.
Provenientes de 54 universidades, el Movimiento Yo soy 132 ha surgido con la fuerza de lo nuevo y ha puesto en crisis a las viejas estructuras autoritarias que encabezan el PRIAN y defienden a Televisa y Tv Azteca para poder mantener el sistema de privilegios, saqueo, sometimiento y explotación en un México que ha sido desmantelado y sujeto a los intereses del imperio yanqui y la oligarquía.
Por primera vez en la historia los jóvenes se movilizan con demandas netamente políticas, en bien del interés general y guardando su autonomía de los partidos políticos, dando ejemplo a todos los movimientos sociales que históricamente han sido corporativizados y manipulados por el PRI y por otros partidos. Los movimientos sociales deben preservar en todo momento su autonomía, éste es un principio básico, lo que no quiere decir que le den la espalda a la política. Precisamente lo que quieren los neoliberales es apartar al pueblo de la política, desprestigiarla para así poder controlar el monopolio del poder político sin una oposición organizada.
El movimiento democrático de los jóvenes irrumpe como un tsunami político y desquicia los planes siniestros para unas elecciones en 2012 en las que “los poderes fácticos” preparan la imposición de Peña Nieto, quien recibirá oficialmente y de nuestros impuestos, 2 mil 223 millones de pesos y más de 20 millones de spots. Además del pago de encuestas, horas y horas de “análisis” favorables y miles de millones para comprar electores: tarjetas, despensas, estufas, tinacos, cemento, varilla, lámina y hasta cosméticos.
De pronto comienza a manifestarse el rechazo nacional al PRI a partir del que los priístas llaman “viernes negro” en la Universidad Iberoamericana (el 11 de mayo, que por cierto –la vida es juguetona y mágica– es el día 132 del calendario de 2012) y la torpe reacción de Peña y la cúpula priísta, junto con el cínico cerco desinformativo del monopolio de medios de comunicación. El “¡ya basta!” de los jóvenes es una expresión del profundo hartazgo de toda la sociedad mexicana.
Estamos en pleno siglo XXI y quieren tratarnos como si viviéramos en el siglo pasado, pero hoy las situaciones son distintas y nuevas y como sociedad hemos evolucionado a partir de las experiencias de las últimas décadas. Creen que nos tragamos la mentira de que “alternancia es democracia” y que tras imponernos al PAN con un fraude en 2006, ahora por la alternancia ya le toca regresar al Revolucionario Institucional.
Pero el pueblo de México no acepta ese PRI, el mismo que hace 50 años, el 23 de mayo de 1962, mandó a asesinar a Rubén Jaramillo –zapatista desde los 14 años y defensor de los derechos de los campesinos–, que colaboró con Lázaro Cárdenas para levantar el Ingenio de Zacatepec, el Banco Ejidal y que promovió el reparto de tierras. El asesinato, ordenado por el expresidente Adolfo López Mateos, fue un acto de suprema crueldad: junto con él mataron a su esposa Epifania Zúñiga, Pifa, embarazada, y a sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo. Fueron secuestrados en su casa y ejecutados por Xochicalco. Hoy Peña Nieto dice “inspirarse” en el mexiquense López Mateos, cuyo gobierno priísta además reprimió a los ferrocarrileros, maestros, normalistas, telegrafistas y petroleros, por mencionar algunos. En honor a Jaramillo… ¡Nunca más!
La juventud dice: “¡Tengo memoria!”. El PRI es el gobierno que permitió la subordinación de México a Washington y a sus organismos financieros internacionales que destruyeron nuestra soberanía alimentaria, energética, industrial, comercial, financiera, cultural, social y que le dio el poder al PAN para que terminara la labor de desmantelamiento del Estado y la nación; la dilapidación de los bienes públicos, la riqueza pública, las empresas públicas para beneficiar a las grandes corporaciones extranjeras. El PRI que, asociado al PAN, impulsó el neoliberalismo y el neocolonialismo, formó el PRIAN para aplicar las medidas que exigían los neoliberales y Washington. El que obediente a los dictados extranjeros estableció un sistema de partidos que con apariencia “democrática” funciona por y para los intereses del gran capital.
El PRI de hoy está todavía más podrido que el del siglo pasado. Es el partido del capo de capos Carlos Salinas de Gortari, del góber precioso Mario Marín, del represor Ulises Ruiz, de Emilio Gamboa Patrón, Manlio Fabio Beltrones, Tomas Yarrington, Humberto y Rubén Moreira, Arturo Montiel, de Televisa. Es el PRI acartonado, ignorante, servil de Enrique Peña Nieto, al que presentan como el que “inevitablemente” va a ganar las elecciones. Pero los jóvenes dicen: “¡No lo aceptamos! Al contrario, exigimos juicio político a Enrique Peña Nieto, el asesino de Atenco”, que en la Universidad Iberoamericana asumió toda la responsabilidad de una acción en la que mataron a Javier Santiago Cortés (14 años), a Alexis Ollin Benhumea (20 años), violaron a 26 mujeres y encarcelaron, injustamente, a los luchadores sociales, cuyo “pecado” fue luchar para que no desapareciera su pueblo en aras del gran negocio inmobiliario que un nuevo Aeropuerto significaría para el Grupo Atlacomulco.
Ese PRI destruyó soberanía y derechos: todo lo alcanzado durante décadas de luchas y esfuerzos. Nuestro país, gracias a las políticas que impulsó Lázaro Cárdenas y a la herencia de la Revolución Mexicana, llegó a ser un país autosuficiente en alimentos, productor de toda su gasolina y variados petroquímicos, de bienes de capital, autos, trenes, vagones del metro, barcos. Un país en el que había empleo y oportunidades de educación y salud y un crecimiento sostenido del 6 por ciento anual (1934-1982). Pero el PRI nos endeudó, subordinó y ató a las disposiciones de las corporaciones extranjeras que dominan los organismos financieros internacionales.
El PRI hundió a México en la represión, en el terror ejercido contra los movimientos estudiantiles, populares y obreros; es el partido de la Guerra Sucia y de la subordinación de las Fuerzas Armadas al Pentágono, a la Agencia Central de Inteligencia estadunidense y sus proyectos de seguridad nacional. El PRI destrozó la economía con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Todo con la colaboración del PAN. Es el partido que forjó el PRIAN y ayudó al fraude electoral y la imposición de Carlos Salinas, en 1988, y de Felipe Calderón, en 2006. La “dictadura perfecta” del PRI, la perfeccionó aún más la oligarquía con la consolidación de la alternancia del PRIAN en el poder, disfrazándola de democracia con aval extranjero.
El PAN en el poder –con todo el apoyo del Revolucionario Institucional– ha intensificado la obra de destrucción y sometimiento con la firma de la ASPAN (Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte) y de la Iniciativa Mérida. Con la inauguración de la OBI (Oficina Binacional de Inteligencia, en Paseo de la Reforma número 265) y la inclusión bajo las órdenes de Estados Unidos en las maniobras militares de la Armada: Unitas; en las maniobras conjuntas con el Pentágono: Arden Sentry; la implantación de bases militares donde actúan los yanquis en el Norte y en Puebla, en San Salvador Chachapan. El proceso de anexión, al que llaman “integración”, y con la criminalización y esclavización de los migrantes (expulsados de México por las políticas de estos mismos partidos). Todo oculto y disfrazado por los medios masivos de desinformación televisión, radio y prensa, con sus honrosas excepciones.
Es el neocolonialismo y el neoporfirismo en pleno. Eso nos receta el poder y ante eso la juventud se levanta con todo el vigor, con toda su responsabilidad social y dice: “¡Ya Basta! ¡Yo soy 132!”.
La juventud del siglo XXI se ha puesto en moción y no la podrán detener. A los estudiantes les seguirán los obreros y campesinos en defensa de sus derechos y su futuro. El potencial de estas nuevas fuerzas es inimaginable y tarde o temprano van a triunfar. La vida se impone, el futuro se abre paso.
Era inevitable. Todo está interconectado. A toda acción corresponde una reacción de igual magnitud y en sentido contrario. La brutal ofensiva neoliberal y neocolonial despierta la oposición de los jóvenes en primer lugar y del pueblo trabajador. Los reaccionarios creen poder imponer su dominio indefinidamente; esto no será así. Por lógica elemental ha llegado el momento en que se levantará un poderoso movimiento en respuesta a la agresión de la oligarquía y el imperio yanqui, en defensa de la soberanía y los derechos. El pensamiento juvenil está vinculado a la acción, su palabra es un llamado a transformar el mundo; su promesa es pronóstico, un sueño, su idea ha de ligarse a la ciencia. Por eso somos optimistas.
La lucha –y los jóvenes lo van comprendiendo– al final de cuentas, es por terminar la explotación y opresión entre las personas y por la soberanía de las naciones. La juventud ha comprendido que hoy el reto es derrotar al PRIAN, ganar el gobierno como un paso para que el pueblo tome el poder y transforme a México. Es necesaria la renovación democrática para alcanzar la justicia y la paz. Lo que es producido socialmente ha de ser disfrutado socialmente, y las riquezas de México han de ser para los mexicanos. Estamos en un momento en que necesitamos pensar sobre la dirección que debe tomar la sociedad y sobre lo que hace falta para transformar la situación. Qué alentador que la juventud del movimiento Yo soy 132 ha asumido esa responsabilidad social. ¡Enhorabuena!
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