Caminan juntos desde su publicación El Frankenstein de la inglesa Mary Shelley (1797-1851) en 1831 y el Drácula del irlandés Bram Stoker (1847-1912),en 1897; se hermanan aún más porque se han llevado a la cinematografía en diferentes versiones generando los más encontrados sentimientos. Los filmes son responsables de que estén clasificadas como novelas de terror, pero ninguna de las dos lo son, y han de leerse versiones clásicas, por cuanto que el lenguaje alcanza “un estado de equilibrio y perfección” que sienta un precedente para escribir literatura (Jean Dubois et al, Diccionario de lingüística, Alianza editorial-diccionarios). Hasta en sus recreaciones por las excelentes traducciones, Frankenstein es un clásico, donde la razón guarda sobre la pasión un cierto grado de perfección y equilibrio.
Y en cada edición, aun en otros idiomas, permanece como atractiva lectura, donde el científico doctor Frankenstein, atrevido a llevar a la práctica la leyenda-mito de la tentación de la serpiente a Eva (come esa manzana y “seréis como dioses”), resucita un cadáver en un suceso sobrenatural: crea y da vida a un ser humano (¿el precursor de los robots?) que piensa, siente, quiere enamorarse y ha estado leyendo Las penas del joven Werther, de Goethe. Éste llora y se enfurece decepcionado al darse cuenta que su bondad no basta para que su fealdad no sea tomada en cuenta. En venganza comete crímenes y se vuelve contra su creador. Es una doble personalidad: el doctor Frankenstein y el Frankenstein revivido con rayos y centellas destinado a hacer el mal, como una especie de retrato de la humanidad. Y es que el hombre lleva dentro algo de Frankenstein: las miserias y grandezas para amar, odiar, ser feliz e infeliz.
“Hubo un tiempo –dice la criatura–, en que esperé ilusoriamente encontrarme con seres que, perdonando mi forma externa, me amasen por las excelentes cualidades que era capaz de manifestar (…)”. Pero se tira al vacío “por la ventana del camarote al témpano que había junto al barco (…). El ángel caído se convierte en demonio de maldad (…)”. Deja de existir y la fantasía literaria de Mary Shelley se queda en eso, además de filmes conmovedores; donde se desarrolla ese entramado de pasiones, razones, lo “bueno” y “malo” de mujeres y hombres en relaciones complicadas y difíciles.
El subtítulo de El moderno Prometeo, no parece engranar muy bien en el personaje, pues el Prometeo de la mitología griega roba el fuego a Zeus y lo da a la humanidad, por lo cual es castigado encadenándolo a un acantilado para que un águila le devore el hígado, que le crece diariamente… La lectura de Frankenstein estimula la imaginación, donde la sociable insociabilidad humana –el rechazo a lo feo: el monstruo, quien nos cuenta sus desilusiones y reclamos a su creador–, hacen de Frankenstein dos personas que entrecruzan sus vidas: uno se suicida y el otro sobrevive con los recuerdos del primero.
La traducción al español es de Silvia Alemany Vilalta, con prólogo de Alberto Manguel, quien nos muestra las versiones cinematográficas.
Ficha bibliográfica:
Autora: Mary Wollstonecraf Shelley
Título: Frankenstein
Editorial: Random House Mondadori, Clásicos Mondadori, 2011
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