Los cronogramas electorales de dos superpotencias geoestratégicas (EU y China) y la grave crisis de la eurozona infectaron la agenda del G-20 en Los Cabos.
Con una elección incierta, Obama estaba paralizado y no pudo tomar decisiones contundentes en el G-20, que padece acefalia y cuando el mismo anfitrión carece de liderazgo mundial, ya no se diga regional y local.
Para Hu Jintao, el saliente presidente chino, la cumbre fue un trámite y le corresponderá a su sucesor ungido (Xi Jinping) adoptar decisiones pertinentes en la próxima cumbre del G-20, el año entrante en Moscú, que marcarán su rumbo. China no salvará de su grave crisis financiera a Estados Unidos ni a la Unión Europea a los dos lados del Atlántico norte. De las tres superpotencias geoestratégicas, el único que llegó a Los Cabos con las manos sueltas fue el presidente ruso, Vlady Putin.
Francia ha definido su nueva orientación con el socialista François Hollande y su atractivo nuevo apotegma de crecimiento sin austeridad, mientras la canciller alemana, Angela Merkel, intenta contra viento y marea mantener la disciplina fiscal con austeridad, de lo cual hasta Obama se ha apartado.
El G-20 es un heteróclito conglomerado economicista de los primeros 20 PIB del mundo, con flagrantes excepciones –Irán y España–, quien conjuga tanto al G-7, de capa caída y con enormes deudas, como a los BRICS, con elevados ahorros y poca deuda. En términos geopolíticos, el G-20 sería un G-12 fracturado (G-7 más cinco BRICS), sumado de sus aliados periféricos. Sólo tres países de Latinoamérica pertenecen a ese grupo: Brasil, México (el anfitrión) y Argentina.
La postura violentamente hostil de Calderón –quien, al parecer, deseaba ser director de Repsol– a la nacionalización de la depredadora petrolera española por Argentina ha exhibido la sumisión del país anfitrión a Estados Unidos, al unísono de su abierto antagonismo a los BRICS. La sombra de las fracturas persigue a Calderón por doquier.
La anatomía del G-20 expone fracturas múltiples: entre el G-7 y los BRICS –cuyos intereses colisionan en Siria e Irán–, así como entre Sudamérica (Argentina y Brasil) y el México calderonista dócil a España y Estados Unidos.
Los multimedia occidentales eran muy escépticos de los alcances de la cumbre, cuya aplazada agenda multilateral fue eclipsada por la grave eurocrisis cuando la canciller Merkel sufre fuertes presiones de Estados Unidos, Gran Bretaña y del flamante liderazgo socialista francés. El abordaje de la eurocrisis, aunque relevantemente conectado al resto del planeta, es un tema meramente eurocéntrico, pese a que ya se haya conocido el veredicto griego sobre el dra(ch)ma de su destino.
No existe cohesión en la eurozona y Merkel fustigó el desempeño económico de Francia en una insólita guerra verbal con Hollande (Reuters/Global Times, 16/6/12). El gobierno francés ha desmentido la creación de un frente común con Italia y España contra Alemania, pero lo que más ha irritado a Merkel ha sido la reunión de Hollande con la oposición alemana de centroizquierda, más acorde con la filosofía de crecimiento sin austeridad.
China ha sido alertada de la posible salida de Grecia del euro (ChinaDaily, 15/6/12). El G-20 se halla en estado catatónico, en caso menor, o corre a su fatídica balcanización, en el peor caso.
A mi juicio, lo más relevante es la bilateralidad de los encuentros cupulares al margen de la cumbre multilateral: Obama-Putin y Obama-Hu Jintao.
Xinhua (15/6/12) reveló que Vlady Putin se reuniría con Obama: La primera reunión desde el retorno de Putin al Kremlin, el mes pasado, cuando ambos posiblemente (sic) firmarán documentos importantes (sic).
Por cierto, The Economist (16/6/12), que padece Putin-fobia, además de portavoz de los globalistas neoliberales”, despotrica contra el encuentro de Obama y Putin. ¿Desean una guerra mundial dizque para salvar sus finanzas? La reunión Obama-Putin fue la parte transcendental de la insulsa cumbre multilateral. Pese a la severa colisión entre Rusia y Estados Unidos sobre el conflicto interno sirio, el contencioso nuclear iraní y el despliegue del escudo misilístico estadounidense en las fronteras rusas, no es improbable que Estados Unidos y Rusia hayan delimitado sus respectivas esferas de influencia en el gran Medio Oriente.
Hoy la OTAN (de la que forma parte el G-7, salvo Japón) y el Grupo de Shangai batallan por redefinir sus nuevas fronteras medio-orientales (ver Bajo la Lupa, 10/6/12).
Alemania está a la defensiva ante la presión de Estados Unidos y, según Xinhua, deseaba que la cumbre fuese más allá de la deuda de la eurozona y se abocara a la recuperación y crecimiento en la economía global lo cual incluiría mejorar el lamentable (sic) estatuto financiero de Estados Unidos, quien a su vez quería imponer el tema de la eurocrisis de manera avasallante –quizá para evitar verse en la picota por incumplimiento de la reforma financiera global (la postura rusa) de la previa cumbre de Cannes.
La presidenta brasileña Dilma Rousseff advirtió que el mundo no debe esperar que las economías emergentes solas (¡supersic!) resuelvan la crisis global. Habrá que ver si logró convencer a Calderón.
Uno de los arquitectos del modelo G-20, el ex premier británico Gordon Brown, arguye que la crisis europea ya no es una crisis europea, sino que es la crisis de todos (Reuters, 15/6/12) y opinaba que si el G-20 no lograba coordinar un plan de acción global concertado de inmediato, nos enfrentamos a una desaceleración global que tendrá un profundo (sic) impacto en la elección presidencial de EU e incluso en la transición de China a un nuevo liderazgo. Concluía diciendo que esta era la última oportunidad.
Es probable que una crisis global perjudique la relección de Obama, pero suena exagerado que afecte la transición china, a menos que la pérfida Albión tenga escondida su carta de turbulencias. Brown considera que los participantes en el G-20 no debían irse de México sin un acuerdo para apoyar un gran rescate a Europa para frenar el contagio.
El dramatismo del ex premier es más acorde con la delicada situación de Gran Bretaña, cuando en su semiótica desconstructivista quizá salvar al mundo (sic) equivalga a salvar a Gran Bretaña.
Por cierto, el primer ministro británico, David Cameron, llegó infectado por sus obscenos nexos con el oligopolio pestilente Murdoch (Bajo la Lupa, 24 y 27/07/11) y anda tan desconcentrado que hasta olvidó a su hija de ocho años en una cantina.
La insolvente anglósfera dramatiza. James Haley, director del programa de economía global de CIGI (think tank de Canadá), abulta que los desafíos a corto plazo del G-20 son enormes: preservar el sistema del comercio internacional y de pagos (¡super sic!) de los últimos 65 años. ¿Tan trágico?
No pudo ocurrir peor momento y lugar para el G-20: un día después de la elección en Grecia, con un Obama catatónico y un saliente anfitrión impotente. ¿Qué decisiones se pueden tomar con tanta catatonia y fractura en el G-20?
China Daily (16/6/12) resumió la cumbre: apagar las llamas de la economía global. El problema es que varios del G-20 son más piromaniacos (you know whom) que bomberos.
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