Los rusos ven lo sucedido en el G20 de Brisbane de manera completamente distinta que los «occidentales». Para los rusos, los occidentales no sólo se abstuvieron de criticar la política de Vladimir Putin sobre Ucrania sino que además fueron ellos quienes se negaron a abordar ese tema en el marco de la cumbre, a pesar de que sus dirigentes se dedicaron a hacer en los pasillos declaraciones venenosas destinadas a alimentar la propaganda. Para Andrei Sorokin, de lo anterior hay sacar las conclusiones correctas y tornarse hacia el Oriente.
Si hay que llamar las cosas por su nombre, tenemos que decir que el G20 concluyó con un fiasco diplomático. La prematura partida de Vladimir Putin no fue otra cosa que el resultado de la incapacidad de nuestros «socios occidentales» presentes en Brisbane en materia de toma de decisiones. No hay otra manera de describir la situación.
Y es precisamente debido a esa indecisión generalizada que la situación internacional es la que hoy conocemos. Todas las nimiedades y demás veleidades sin importancia son elementos característicos de esa misma incapacidad para tomar decisiones.
El presidente ruso viajó hasta el fin del mundo para abordar 2 temas estrechamente vinculados entre sí: la normalización de la situación en Ucrania, que a su vez conduce directamente a la cuestión del rediseño amigable del orden mundial, ese famoso «reset de los acuerdos de Yalta» que Putin mencionó en el foro internacional de Valdai [1].
Nuestros «socios» reservaron en Brisbane un recibimiento glacial a Putin sobre esos dos temas.
¿Para qué engañarse? Se mostraron claramente ofuscados. De manera inapelable y sin ocultarlo.
¿Pero por qué?
¿Sería porque Putin es «un malo»? ¿Será porque «los líderes civilizados de las democracias evolucionadas» no confían en él, líder «tiránico y belicoso»?
Pues sí. Casi es así. Con la salvedad de que hay que entenderlo en sentido inverso: «las democracias evolucionadas» no quieren confiar en nadie ni tienen intenciones de ponerse de acuerdo con nadie. Y es por eso que Putin es «un malo». Es incluso más que malo porque resulta que los argumentos nucleares rusos (en primer lugar) y los acuerdos ruso-chinos (en segundo lugar) son las dos únicas barreras que obstaculizan tanto un arreglo mediocre mil veces iniciado como una guerra generalizada que haría felices a unos cuantos interesados, y además les llenaría los bolsillos.
Es por eso que:
- La guerra en Ucrania va a continuar. Porochenko ya confirmó haber recibido la orden “de arriba” y prometió hacer todo lo posible por ejecutarla. Lo dijo claramente: «No tengo temor de emprender acciones militares contra el ejército ruso y estamos dispuestos a enfrentar una guerra a gran escala.»
- Rusia será nuevamente objeto de sanciones, tanto para sabotear su economía como para marginarla como país, como aconsejaba en el pasado Winston Churchill con su «cortina de hierro».
- Todo eso no es por la «libertad de Ucrania» –nadie en las «democracias» se preocupa por la suerte de ese país– ni tampoco para castigar a Rusia y sus «cómplices». Toda esta payasada tiene como único objetivo que el poder representado por los clanes financiero-industriales mundiales que así lo ameritan pueda volver a rediseñar el mundo en función de sus propios intereses y en detrimento de los más débiles.
Por eso están muriendo los ucranianos. Y esas víctimas serán rápidamente olvidadas. Ahora resulta que Angela Merkel ha anunciado con entusiasmo la necesidad de crear rápidamente una zona de libre intercambio entre la Unión Europea y Estados Unidos. En otras palabras, una colonización incondicional de Europa.
Así que no existe ninguna base propiamente dicha para una negociación con nuestros «socios occidentales».
Y lo más probable es que nuestro «socios occidentales» ni siquiera quieran crear esas bases.
Pero, como todos sabemos, Putin es un político pacífico y tolerante que se esfuerza por encontrar soluciones y alternativas. Y conoce el verdadero valor de la cooperación con nuestros «socios occidentales».
Putin no desea hacerse partícipe de esta payasada de los «líderes mundiales».
Así que no le queda más opción que arreglárselas sin los «socios occidentales» en función de la situación.
Por lo tanto, habrá que organizar el orden mundial en asociación con nuestros amigos chinos, con los demás amigos que componen la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), el grupo BRICS así como la Unión Euroasiática. Y están además los amigos iraníes, quienes también presentan iniciativas constructivas.
El país debe organizarse según el programa electoral únicamente en caso de necesidad urgente de regularización de la economía. Es por lo tanto necesario, como aconseja el presidente de Kazajstán Nursultán Nazarbayev, prepararse para enfrentar duras pruebas.
Así que hay mucho que hacer.
Adiós a los «socios occidentales»…
Ya basta de discusiones. Putin regresa a casa.
Y ahora… ¡manos a la obra!
[1] «Intervención del presidente ruso Vladimir Putin en el club Valdai», por Vladimir Putin,Red Voltaire, 10 de noviembre de 2014.
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