A Estados Unidos se le negó la entrada a las reuniones de junio de 2009 en Ekaterimburgo, Rusia; donde, además, el presidente chino Hu Jintao y el ruso Dimitri Medvédev, entre otros altos funcionarios de la Organización de Cooperación de Shanghái, propusieron sustituir el dólar como moneda de reserva del mundo. Si esto tiene éxito, el valor del dólar se desplomará pronto; el costo de las importaciones, incluyendo el petróleo, se disparará y las tasas de intereses aumentarán.

Al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y a la Organización Mundial del Comercio se les considera como “peones” de Washington en un sistema financiero respaldado por las bases militares y portaaviones estadunidenses que merodean el mundo. No obstante, esta dominación militar es el vestigio de un imperio estadunidense que ya no es capaz de gobernar a través de la fuerza económica. La potencia militar de Estados Unidos es demasiado musculosa, se basa más en el armamento atómico y los ataques aéreos de larga distancia y no en operaciones de tierra, las cuales son hoy en día demasiado impopulares, políticamente hablando, como para realizar ataques a gran escala.

Como subrayó Hedges en junio de 2009: “Los arquitectos de este intercambio mundial se dan cuenta de que si vencen al dólar entonces podrán vencer la dominación militar de Estados Unidos”. El gasto militar estadunidense no puede sostenerse sin este ciclo de grandes préstamos. El presupuesto de la Defensa de ese país para 2008 fue de 623 mil millones de dólares; el presupuesto militar que más se le acercó fue el de China, con 65 mil millones, de acuerdo con la Agencia Central de Inteligencia.

Para financiar la permanente guerra económica, Estados Unidos ha estado inundando el mundo con dólares. Los bancos centrales de los países recipiendarios convierten estos dólares en moneda local y es entonces cuando estos bancos centrales se enfrentan a un problema: si un banco central no gasta su dinero en Estados Unidos, la tasa de cambio contra el dólar se incrementa y se penalizan a los exportadores. Esto le ha permitido a Estados Unidos imprimir papel moneda sin restricciones: comprar importaciones y compañías extranjeras, financiar la expansión militar, así como asegurar que otras naciones, como China, continúen comprando bonos del Tesoro estadunidense.

En julio de 2009, para ilustrar su convocatoria a la búsqueda de una nueva moneda supranacional que reemplace al dólar, el presidente Medvédev sacó de su bolsillo una muestra de la “moneda mundial del futuro unido”. La moneda, que tiene la inscripción “unidad en la diversidad”, fue acuñada en Bélgica y presentada a los jefes de las delegaciones del Grupo de los Ocho.
En septiembre de 2009, la conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo propuso la creación de una nueva moneda artificial que sustituya al dólar como moneda de reserva. Las Naciones Unidas quieren rediseñar el sistema de intercambio internacional de Bretton Woods.

La creación de esta moneda sería el reacondicionamiento monetario más grande desde la Segunda Guerra Mundial. China, por su parte, está enfrascada en acuerdos con Brasil y Malasia para realizar su comercio en yuanes chinos, mientras Rusia propone comenzar a negociar en rublos y monedas locales. Además, nueve países latinoamericanos han acordado la creación de una moneda regional: el Sucre (Sistema Único de Compensación Regional), que está dirigido a frenar el uso del dólar estadunidense. Reunidos en Bolivia, los países de la Alba (Alianza Bolivariana para las Américas), un bloque izquierdista impulsado por el presidente venezolano Hugo Chávez, se comprometieron a seguir adelante con la creación de una nueva moneda para su comercio intrarregional. El Sucre comenzó a desarrollarse en 2010 con un formato no impreso. Los Estados miembros de la Alba son Venezuela, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas.

El ciclo que sostiene la permanente economía de guerra de Estados Unidos parece estar llegando a su fin. Una vez que el dólar no pueda “llenar” los bancos centrales y nadie compre los bonos del Tesoro, ese imperio militar global se hundirá; el impacto sobre la vida diaria de la población de ese país puede ser grave.

Nuestros autores pronostican que junto al incremento de los costos, estados y ciudades estadunidenses verán desaparecer sus fondos para pensiones. El gobierno se verá forzado a vender la infraestructura a las sociedades privadas, incluyendo carreteras y transporte. La gente cargará con los costos de los servicios públicos privatizados que una vez fueron regulados y subsidiados. Las propiedades inmobiliarias comerciales y privadas bajarán a menos de la mitad de su valor actual.

Los valores negativos, que ya plagan el 25 por ciento de los hogares estadunidenses, aumentarán hasta incluir a casi todos los dueños de propiedades. Será difícil pedir prestado e imposible vender las propiedades inmobiliarias a menos que aceptemos grandes pérdidas. Las calles se llenarán de tiendas vacías y casas clausuradas. Las ejecuciones de hipotecas serán una epidemia. Habrá largas colas en los comedores comunitarios y muchos, muchos desamparados.

Actualización de Michael Hudson (Global Research)

Los países del mundo buscan hoy la creación de un sistema monetario internacional en el cual los ahorros en los bancos centrales no financien el déficit militar de Estados Unidos. En estos momentos, las “acciones con el uso del dólar” de otros países toman la forma de bonos del Tesoro estadunidense, usados para financiar el déficit presupuestario doméstico (mayormente militar) de Estados Unidos; tal déficit es debido en gran medida a gastos militares.

Rusia, China, India y Brasil tomaron el liderazgo en la búsqueda de un sistema alternativo. Sin embargo, ha sido casi nula la disponibilidad de información sobre este sistema en la prensa estadunidense o europea, excepto una versión más corta de una opinión editorial “Desdolarización”, que publiqué en el Financial Times.

Las conversaciones sobre la creación de un sistema monetario alternativo no se han hecho públicas. Fui invitado a China a tratar mis puntos de vista con funcionarios de ese país y a dar conferencias en tres universidades. Posteriormente me solicitaron redactar mis propuestas para el premier Wen Jiabao, en espera de otra visita previa a las reuniones a celebrarse ese año entre China, Rusia, India y Brasil, con Irán con el estatus de país invitado.

Todo esto muestra que las otras naciones están en la búsqueda de alternativas. Ahora que el euro tiene grandes dificultades quedan pocas posibilidades para el dólar como moneda de reserva. Esto da a entender que no hay moneda nacional que sea un depósito de valores estable para las economías mundiales.

Mientras tanto, los administradores del dinero estadunidense lideran la fuga del dólar a Brasil, China y otros países de “mercados emergentes”. Como se ven las cosas, éstos están vendiendo sus recursos y compañías “de gratis”: los dólares invertidos van a parar a sus bancos centrales para ser reciclados en forma de bonos del Tesoro estadunidense o para pagar las deudas en euros, cuyo valor internacional se desmorona.

Las respuestas a estas interrogantes están en la presión por terminar la era de posguerra del “movimiento libre de capital” e iniciar los controles de capital.
Casi no hubo repercusión en la prensa sobre mi artículo, o incluso, del tema en sí mismo. Los grandes medios en Estados Unidos y Europa han tenido éxito al ignorar la propuesta para una alternativa a la situación actual.

Actualización de Fred Weir (The Christian Science Monitor)

Este artículo ilustra un aspecto de la búsqueda de la Rusia postsoviética de un lugar en el orden global dirigido por Estados Unidos, una posición que refleje sus propios intereses geopolíticos distintos y de cómo estos difieren de los de Occidente en términos históricos, culturales y de desarrollo económico. Rusia heredó estrechas relaciones de la exunión Soviética con muchos países que Estados Unidos mira como “Estados agresores”, incluyendo a Irán, Cuba y Venezuela.

El apoyo oficial y público hacia esos países continúa latente, así como su oposición al sistema global estadunidense, aun cuando Moscú ya no muestra un gran sentimiento de ideología antioccidental ni revela ningún objetivo práctico de movilizarse hacia una “alianza” que respondería a los intereses de Rusia.

Bajo la administración de George W Bush, Moscú sintió la presión de lo que percibió como usurpaciones por parte de Occidente hacia el espacio postsoviético, a lo que los rusos llamaron el “cercano extranjero”. Esta hostilidad tomó la forma de “revoluciones de colores” o a lo que la prensa occidental denominó “levantamientos prodemocráticos” en Georgia, Ucrania y Kirguistán, los cuales derrocaron regímenes corruptos, pero promoscovitas, y llevaron al poder otros más francos, activos y prooccidentales.

El Kremlin, con razón o sin ella, interpretó que estas revueltas eran financiadas por Estados Unidos y que organizaban intentos de rediseñar las lealtades políticas de estos Estados cercanos, con los cuales Rusia ha tenido lazos históricos profundos. Dos de esos nuevos líderes, Mijaíl Saakashvili, de Georgia, y Víktor Yúshchenko, de Ucrania, intentaron incorporar a sus países como miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una perspectiva que Rusia percibió con alarma, casi con pánico.

Otra iniciativa del gobierno de Bush que engendró profunda hostilidad en Moscú fue el plan para emplazar interceptores estratégicos antimisiles en la vecina Polonia, con radares asociados en la República Checa. Los expertos militares rusos sugirieron que estos despliegues eran el comienzo de un proceso estratégico que en el futuro podría debilitar las envejecidas armas nucleares rusas de la época (pero Rusia ha recuperado muy rápido e incluso sorprendido con su nueva tecnología, heredadas de la era soviética, como medios de disuasión, lo cual es la principal prioridad de la defensa nacional rusa).

En respuesta a estas amenazas, a veces Rusia parecía desviarse de su manera habitual de cultivar relaciones con otros países con los que Estados Unidos ha tenido desacuerdos, que es precisamente el tema de este artículo. Los rusos también llevaron a cabo ejercicios navales en el Caribe con la marina de guerra venezolana, reanudaron el patrullaje de bombarderos nucleares, al estilo de la era de la Guerra Fría, a lo largo de la costa norteamericana y hablaron de revitalizar las antiguas bases aéreas soviéticas en Cuba.

Hubo cambios sustanciales en las prioridades de la política exterior del presidente Barack Obama, la actitud de Moscú se ha relajado un tanto. Obama engavetó el polémico plan para el emplazamiento de armas antimisiles en Polonia (aunque últimamente ha hecho marcha atrás y ha comenzado a instalar sus equipos militares en Polonia y República Checa) y retiró por el momento de la agenda cualquier tema relacionado con la inclusión de Ucrania y Georgia en la OTAN.

El denominado “reajuste” de Obama en las relaciones entre Moscú y Washington parece estar mejorando las perspectivas de cooperación, incluso en temas tan espinosos como Irán, aunque puede que sea demasiado temprano para arribar a conclusiones firmes.

Fuente
Contralínea (México)