Al sentirse descubierto por las autoridades sirias, el presidente del Consejo de ministros, Riad Hijab, fue exfiltrado hacia el Líbano por la OTAN este domingo 5 de agosto de 2012.
En Damasco, la agencia de prensa nacional siria (SANA) se limitó a señalar que Hijab fue «depuesto».
En Siria, país gobernado por un régimen presidencialista –al igual que Estados Unidos– los ministros son nombrados directamente por el presidente de la República, razón por la cual la huida de Hijab no tiene consecuencias sobre el resto del gobierno. El presidente Bachar al-Assad pidió a uno de los cuatro vicepresidentes del Consejo que asumiera las funciones de presidente del Consejo de ministros.
El jefe del Ejército Sirio Libre anunció que Hijab había huido en compañía de otros ministros. La televisión siria transmitió por su parte imágenes que muestran a todos los participantes en la reunión del Consejo de ministros desarrollada este lunes 6 de agosto bajo la presidencia Omar Ghalawanji, lo cual permitió a los televidentes comprobar que todos los ministros estaban presentes. El ministro de Bienes Culturales, cuyo nombre había sido citado por una agencia de prensa, hizo también una declaración a la televisión sobre un tema secundario para poner fin así a los rumores de la prensa occidental sobre su supuesta deserción.
La traición de Riad Hijab es la primera de importancia desde el comienzo de la crisis. Desde Jordania, el vocero de Hijab, Mohamed Otri, afirmó que su jefe ya venía trabajando en secreto para derrocar a Bachar al-Assad desde mucho antes de aceptar el cargo de presidente del Consejo de ministros, el pasado 23 de junio.
En Siria, el presidente del Consejo de ministros se encarga de coordinar la aplicación de la política interna pero no tiene ningún poder en materia de política exterior ni de defensa. Al igual que en Francia, las decisiones en materia de política exterior y de defensa forman parte de las prerrogativas reservadas al presidente de la República.
Al igual que en el sistema constitucional estadounidense, los principales poderes en materia de nominaciones están en manos del presidente de la República, razón por la cual el presidente del Consejo de ministros no tuvo la posibilidad de poner a sus propios hombres en puestos estratégicos del Estado.
Todo parece indicar en este momento que la fracasada operación «Volcán de Damasco y terremoto de Siria» consistía en un golpe de Estado militar al que Riad Hijab debía proporcionar una coartada civil. Washington y sus aliados creyeron que, después de la decapitación del alto mando militar en el atentado del 18 de julio, varios generales y sus regimientos tomarían el poder con ayuda de los mercenarios provenientes de Jordania, poder que pondrían inmediatamente en manos de Hijab. El Departamento de Estado habría proclamado entonces la victoria de la «democracia».
Aún se ignora en qué momento los servicios de seguridad sirios empezaron a dudar de la lealtad del presidente del Consejo de ministros. En todo caso, este último había participado ayer mismo en una ceremonia oficial.
A pesar de haber ejercido varias funciones en el seno del partido Baas, Riad Hijab no era un líder político sino un alto funcionario. Ex prefecto de Latakia y con una excelente reputación de administrador en su historial, Hijab había sido nombrado sucesivamente ministro de Agricultura y presidente del Consejo de ministros precisamente porque, al no estar vinculado a ninguna corriente política, parecía el personaje más adecuado para trabajar a favor de la unidad nacional. Los hechos han demostrado lo contrario. Al no estar vinculado a ningún grupo, Hijab no tenía compromisos que le impidieran cambiar de bando.
En una conferencia de prensa, el ministro sirio de Información, Omrane al-Zohbi, subrayó que –al contrario de Arabia Saudita– Siria es un Estado y que la desaparición de un individuo no puede afectar el funcionamiento del Estado.
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