Mientras París y Berlín celebran el cincuentenario del Tratado del Elíseo y la reconciliación franco-alemana, la profesora Annie Lacroix-Riz se basa en el estudio de los archivos diplomáticos para ofrecernos una versión de los hechos totalmente distinta. Según esos documentos, el acercamiento franco-alemán responde no tanto a una voluntad de reconciliación posterior a la Segunda Guerra Mundial como a un viejo proyecto de colaboración de las élites económicas y financieras. Ese acercamiento, apadrinado por Washington, se ha realizado además de una manera que implica al capitalismo europeo en las necesidades del militarismo estadounidense.
german-foreign-policy.com: Se dice que el Tratado del Elíseo fue importante para la reconciliación entre Francia y Alemania. Pero usted dice que la colaboración económica y política franco-alemana que sirve de base a esa reconciliación no data del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial sino del periodo posterior a la Primera Guerra Mundial.
Annie Lacroix-Riz: La colaboración franco-alemana data del periodo posterior a 1918 y es también anterior a 1914. Esa política de Apaciguamiento, nacida de la concentración, de la fusión y de las alianzas de capitales (franceses, alemanes o franco-alemanes) comenzó antes de 1914. En Francia dio lugar a debates en los que se enfrentaron dos líneas –la línea dura de Delcassé y la línea de compromiso de Rouvier, respaldada por quienes proclamaban que las alianzas de capitales eran un factor de entendimiento y que finalmente quizás era posible ahorrarse tener que ir a la guerra (que fue lo que creyó Karl Kautszy, quien ya antes de 1914 había adoptado la tesis del «súper-imperialismo» que excluiría la guerra). La interrogante que se planteó entre las dos guerras mundiales ya había aparecido antes de la Primera Guerra Mundial –y se planteó nuevamente después de la Segunda Guerra Mundial, con la integración europea.
german-foreign-policy.com: ¿Existe entonces un denominador común?
Annie Lacroix-Riz: La Unión Europea estuvo simbolizada, desde el punto de vista franco-alemán, por las relaciones entre las industrias pesadas de los dos países, o sea el mineral de hierro de la región de Lorena contra el carbón de la región de Ruhr, que evidentemente determinaron las relaciones después de la derrota francesa de 1870. Nació de las relaciones entre la industria siderúrgica alemana y los grandes siderúrgicos franceses. Las alianzas de 1870 a 1914, que se tradujeron en un debate sobre la posible «reconciliación», implicaron para Francia la alternativa entre la expansión colonial o la «revancha» en Alsacia-Mosela. A fines del siglo XIX, en las relaciones inter-imperialistas entre Francia y Alemania, los medios dirigentes franceses se acostumbraron finalmente a considerar que Alemania era un factor clave, no sólo económico sino también político. Desde ese punto de vista, el periodo 1870-1871 (desde la falta de preparación de Francia para la guerra hasta el llamado a Bismarck a que aplastara la Comuna) fijó el esquema de 1940. Al tema de la expansión colonial contra la «revancha» en Alsacia-Mosela siguio, en 1938, entre el Anschluss y la conferencia de Munich, el tema del «repliegue imperial» francés contra «las manos libres al este» para el Reich (con la renuncia del imperialismo francés a su influencia exterior).
german-foreign-policy.com: ¿Y prosiguió eso?
Annie Lacroix-Riz: Sí. Y tenemos exactamente lo mismo después de la Primera Guerra Mundial. Es un hombre de la industria siderúrgica francesa, Raymond Poincaré, un protegido de la familia de Wendel (al igual que Robert Schuman después de él), quien ilustró a la vez la política de ejecución de Versalles y, a pesar de las leyendas, la política de colaboración. Fue él quien capituló en 1923 sobre el tema de Alemania, primeramente por razones franco-alemanas, muy poco después de la ocupación de la región de Ruhr –con la amenaza alemana de bloquear los acuerdos químicos secretos de 1919 con IG, la primera forma de lo que sería IG-Farben: Kuhlmann no podía renunciar a la aplicación de aquellos acuerdos). La fuerte presión alemana para lograr la capitulación de la industria química francesa se completó con el chantaje financiero de Washington a favor de la retirada francesa de la región de Ruhr, chantaje efectivo a fines de 1923, que dio lugar al Plan Dawes (1924) y a la liquidación de las «reparaciones» [1]. Esa configuración fue la misma en los demás sectores de la industria, como la siderurgia, y así se mantuvo. La colaboración franco-alemana, o sea la tendencia a la «reconciliación», ha sido una tendencia permanente ya que desde 1870 el gran capital francés se autoprohibió toda forma de autonomía en relación con el Reich.
german-foreign-policy.com: La colaboración prosiguió después de que el Reich ocupó Francia, en 1940…
Annie Lacroix-Riz: El gran capital francés no colaboró porque fue derrotado. Fue derrotado –prestándose activamente a ello– porque prefirió colaborar sin reservas y en condiciones de una desigualdad muy profunda. La colaboración de 1940 a 1944 fue, como la derrota misma, una consecuencia directa de la colaboración de los años 1920-1940, cuyas etapas mostré en el libro Le choix de la défaite [2]. Se trata de una cooperación en todos los aspectos, comercial (incluyendo a los cárteles), financiera y político-ideológica. Todas las formas [de cooperación] existieron después de la Primera Guerra Mundial, sobre todo desde 1925-1926, después de la famosa «reconciliación» oficial que coronó la fundación del cártel internacional del acero (en septiembre de 1926). Se formaron alianzas entre los capitales, alianzas a veces muy extensas, a menudo clandestinas, sobre todo a partir de 1933, en países neutros, como Suiza. Pero el fin de la colaboración franco-alemana fue lógicamente la Ocupación [de Francia por la Alemania nazi], que incrementó las posibilidades de los vastos planes industriales y financieros de los alemanes, quienes dejaban a sus socios la peor parte (por ejemplo, en los mercados internacionales): una parte mínima que sus socios ya habían aceptado de antes de la guerra, esencialmente a través de los cárteles, de la siderurgia, la química.etc.
german-foreign-policy.com: ¿Hubo un cambio político de Francia hacia Alemania después de la catastrófica Segunda Guerra Mundial?
Annie Lacroix-Riz: La Segunda Guerra Mundial fue catastrófica para los pueblos pero no provocó ningún cambio político en una Francia marcada por el statu quo general posterior a la Liberación [de Francia después de la ocupación alemana]. La política francesa de capitulación ante el modelo alemán incluso se acentuó. Como había perdido su posición de gran potencia, a causa de su ignominiosa derrota de 1940, Francia agregó a sus propios motivos para reconciliarse con Alemania las concesiones hechas bajo la presión de Estados Unidos, presión mucho más eficaz que en la época de la victoria francesa de 1918. Los motivos estadounidenses eran los mismos que en 1918 y que en el periodo que separó las dos guerras: el programa de expansión de Roosevelt y sus sucesores era lo mismo que los 14 puntos de Wilson y sus sucesores. El respaldo prioritario a Alemania, el país más concentrado y más aliado de Estados Unidos, para conformar un enorme mercado «europeo», con las «puertas abiertas» a sus mercancías y sus capitales, suponía en 1945 –al igual que en 1918– una política prioritaria de reconstrucción de Alemania, su socio económico prioritario, centro de sus inversiones en Europa, y esa Alemania no podía pagar reparaciones a los rivales francés, inglés y, en 1945, soviético. Y después de 1945, el verdadero ganador de la guerra era estadounidense, no francés (aquí no se tiene en cuenta a la URSS, indiscutible vencedora militar pero extenuada). En aquel momento hubo aún menos «política alemana» de Francia, en el sentido de política independiente o autónoma. A partir de 1948 y de la creación de la Zona de ocupación aliada en Alemania, Francia renunció –bajo la presión de Estados Unidos– a toda autonomía en la parte occidental de Alemania: Washington le prohíbe [a Francia] la obtención de cualquier reparación (en la fábrica BASF de Ludwigshafen donde había conservado todo el alto personal hitleriano de IG Farben, etc.). Todo funcionó de la misma manera. A pesar de lo que se proclamó, nunca hubo una «política alemana» y esa fue una de las razones de la partida voluntaria de Charles De Gaulle en enero de 1946, aunque afirmó que Francia tenía garantías «sobre el Rhin». De Gaulle resistió formalmente, a menudo dijo «no», pero cuando se analizan los expedientes económicos del ministerio francés de Relaciones Exteriores, uno se da cuenta de que la política de Francia, incluso su gestión, no tenía nada que ver con lo que proclamaba: como país bajo la esfera de influencia de Estados Unidos, [Francia] no disponía de los medios [necesarios] para concretar [lo que proclamaba]. Lógicamente, como Francia no era un país victorioso sino un país vencido, las cosas avanzaron incluso más rápido que antes de la Segunda Guerra Mundial, a pesar incluso de que Washington necesitaba a París para imponer su política alemana. La mejor ilustración de ello es la abdicación militar [de Francia] tan próxima en el tiempo a la Ocupación [alemana] –mucho más amplia, cruel y costosa que la de 1914 a 1918–, de hecho 5 años después de la guerra, oficialmente 9 años. ¿Se imagina alguien a Francia abandonando todas las clausulas económicas del Tratado de Versalles en 1923 –ese es el sentido de la CECA [3] en 1950– y abandonando también todas sus clausulas político-militares en 1927 (sentido del rearme oficial [de Alemania] incluido en octubre de 1954 en el Tratado de París, que necesitaba la aprobación de Francia como requisito indispensable). Y lo que dije al referirme al periodo que va de septiembre de 1944 a enero de 1946 es igualmente válido para 1958-1969.
german-foreign-policy.com: El resultado fue la integración europea. ¿Qué significó eso para Francia?
Annie Lacroix-Riz: La adhesión oficial a la política que ponía a Alemania (en aquel momento se trataba de Alemania Occidental, llamada a convertirse en la Alemania reunificada) al abrigo de las consecuencias de su derrota de 1954. La integración europea se entendió y se analizó como tal, a pesar de los grandes discursos sobre «la Europa» reconciliada. El discurso pronunciado el 9 de mayo de 1950 por Robert Schuman –un incondicional de Washington, que lo impuso como ministro [francés] de Relaciones Exteriores de 1948 a 1952– tuvo lugar al cabo de años de presiones estadounidenses, de las que se hacía eco el embajador de Francia en Washington, Henri Bonnet (1945-1955, quien al jubilarse se convirtió en administrador de muchas grandes compañías petroleras, incluyendo varias estadounidenses). Bonnet había aconsejado constantemente, incluso a Bidault (el predecesor de Schuman), la inclusión de Alemania Occidental en el proyecto «europeo» de Estados Unidos, la renuncia a toda resistencia, etc. El 9 de mayo de 1950, cuando Schuman anunció su Comunidad Europea del Carbón y del Acero [la ya mencionada CECA. NdT.], celebrada por los «medios bien informados» como la resurrección del cártel internacional del acero de 1926, se anunció a la población que reinaría la paz general gracias a Schuman, Adenauer, Gasperi (cuyos antecedentes fascistas o nazis fueron ocultados), que el Comité de Forjas y sus vendedores de cañones estaban vencidos, que la industria pesada se transformaría en una industria pacífica, etc.
A pesar de todo ello, el 10 de mayo
– 1. Schuman debía ir a la conferencia de Londres para una de las primeras reuniones de la OTAN (la organización militar del Pacto Atlántico, firmado en abril de 1949) donde Washington (con el apoyo de Gran Bretaña) le plantearía oficialmente la cuestión de la reconstitución stricto sensu del ejército alemán –para utilizar «las numerosas generaciones tan aguerridas de la Wehrmacht», según había explicado Bonnet el 19 de marzo de 1949. La gran propaganda sobre la CECA permitió posponer esa etapa del rearme de la RFA.
– 2. se planteó claramente, específicamente en reuniones de los altos funcionarios sobre los cierres inminentes de las minas francesas (y belgas) condenadas por la competencia de la región de Ruhr, la verdadera cuestión económica: la de una integración económica europea con una división internacional del trabajo.
Para convencer a la población se recurrió a los mismos argumentos que en septiembre de 1931, cuando Laval entronizó a André Francois-Poncet, hombre del Comité de Forjas, como embajador en Berlín y creó oficialmente la colaboración económica (ya existente antes de ese acto). Es la misma colaboración anterior a la guerra. Y a partir de ahí las cosas avanzaron más rápidamente.
german-foreign-policy.com: ¿Por qué Francia optó por la integración europea?
Annie Lacroix-Riz: Quien decide la suerte de Francia es el gran capital, al igual que decide la suerte de todos los países europeos. La concentración de capitales y la elevación consecutiva de la composición orgánica del capital resultante [de esa concentración] tienen como consecuencia la reducción de la tasa de ganancia. El gran capital se ve por lo tanto empujado a una guerra de salarios permanente, prevista de antemano por los altos funcionarios: estos últimos habían anunciado, desde mayo de 1950, el «dumping social» de hoy (utilizando incluso la misma expresión), o sea la reducción permanente de los salarios. Hoy hemos llegado al momento que ellos preveían en aquella época, con una reducción particularmente drástica del «trabajo pagado» como único medio de mantener e incluso (para el capital más poderoso) de aumentar la ganancia. Los textos de 1950-1955 contienen la descripción exacta de la integración europea de hoy y contradicen de plano la tesis de una supuesta «deriva» reciente que está echando a perder el bello proyecto de una «Europa social». La «Europa social» es precisamente lo que ellos habían anunciado y si los pueblos no reaccionan triunfará el programa recientemente anunciado por un patrón de Peugeot, que proclama que no hay límites en materia de reducción de los precios de costo…
german-foreign-policy.com: ¿Qué papel tuvo el Tratado del Elíseo en esa evolución?
Annie Lacroix-Riz: El Tratado del Elíseo es sobre todo una etapa política o ideológica en esa integración europea, importante para la leyenda de la «reconciliación», que entre otras cosas cierra el acceso de los pueblos a la verdadera historia de las relaciones franco-alemanas: uno de sus subproductos fue el «manual de historia europeo», que maltrata la historia científica pero al que van pareciéndose los manuales de historia franceses. La propaganda que vino después de 1963 ha permitido ocultar a los pueblos de Francia y Alemania la realidad y las consecuencias de la reconstrucción del poderío alemán con el respaldo estadounidense, como sucedió después de la Primera Guerra Mundial. En vez de una paz permanente, el capitalismo europeo se asocia con la guerra permanente, con una apariencia de alianza idílica entre Europa y Estados Unidos. La crisis sistémica que ya se mantiene desde hace cerca 40 años en realidad nos retrotrae a la «crisis general del imperialismo» que, ya hace un siglo, desembocó en la Primera Guerra Mundial (y puso fin a la crisis abierta en 1873). La crisis sistémica siguiente condujo a la Segunda Guerra Mundial. La virulencia de la fase actual de la actual crisis nos retrotrae a esa historia. Yo recomendaría encarecidamente a los lectores de ustedes que lean, o que relean, la obra de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo (1917), una lectura muy adecuada para entender las realidades, por no mencionar el análisis de Marx sobre el capital...
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