(CP). Los clubes electorales -taifas nucleadas para y por el voto, sin más compromiso que el de sus bolsillos- mal llamados partidos políticos, padecen una espantosa falta de brújula. Por citar dos ejemplos: ¿qué dicen o instruyen a sus afiliados sobre el contencioso por límites marítimos planteado por Perú a Chile en La Haya? y, ¿cómo pelean por la vida y contra la muerte en pistas y carreteras de todo el país y la irresponsanbilidad de malos conductores individuales o institucionales? ¡Nada de nada!
Las ideas-fuerza, anfibología potente, no ocupan lugar en las agrupaciones políticas. Al ocurrir este fenómeno injustificable, se reducen a meras gavillas hambrientas de capturar las riendas del gobierno y en pro de la colocación de sus integrantes privilegiados en la repartición estatal. Importa poco el país, la repartija troca en el anhelo o leit motiv único de quienes aspiran a que el pueblo pague campañas electorales con sus impuestos.
No hay otro fenómeno tan vigente y de vibración histórica profunda que la difícil vecindad con Chile. Desde 1879, año en que comienza la guerra de expoliación que plantearon los del sur, hasta 1883 (Tratado de Ancón), 1884 (ratificación de aquél y cercenamiento definitivo de Tarapacá), Perú ha girado sobre esa traumática experiencia dolorosa. Pocos años atrás el gobierno de entonces, el de Alan García, culminó con el diseño diplomático de plantear el contencioso en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, cuyo veredicto está a pocas semanas de producirse.
Por eso la ausencia de opinión orgánica sobre la importante coyuntura, de todos los clubes electorales, deviene en una aberración colectiva que lastima profundamente el designio de patria y contraviene la historia. ¿Cómo construir la complementariedad, con dignidad y respeto mutuos y antes, cómo hacer cumplir el fallo de La Haya si, como se estima, éste contemplara algunos aspectos favorables hacia la reclamación peruana? La clamorosa orfandad de ubicación no puede ser más escandalosa.
No hay posibilidad que Perú avance hacia un desarrollo justo, libre y culto si no conjura, arregla, supera o establece de manera definitiva los límites integrales de nuestra relación con Chile. Y los clubes electorales, tan ocupados en tapar los delitos inmobiliarios de sus máximas figuras, no pueden hurtar el cuerpo a una responsabilidad que los señala en primera fila.
Por otro lado, se cacarea sobre derechos humanos y es un tema recurrente en la opinión pública, pero se versa sobre aquellos sólo cuando alguien es intervenido, detenido o sus derechos violados. ¿Cuando se atropella a transeúntes en los paraderos, se malogran proyectos de vida, por la zafiedad etílica de choferes en pésimas condiciones, no se está matando -o mejor dicho, asesinando- a compatriotas a lo largo y ancho del Perú? ¿qué son sino derechos los que no pocas veces se arrebatan de manera violenta por colisiones o atropellos a cargo de vehículos pesados? Nótese que todos los días hay detalle de muertes por accidentes de tráfico en los noticieros. Y siempre la misma cantaleta: conductor ebrio, microbús en mal estado con frenos inútiles o timones precarísimos. ¿No es otra forma de violar los derechos humanos? ¿o sólo los que salen en los diarios, declaran en la televisión o la radio, tienen derecho a aquellos?
¿Qué dicen los clubes electorales sobre este sangriento particular? Como párrafos antes, la respuesta es la misma: ¡nada de nada!
Si el planteamiento en La Haya procura equidad en la defensa de la soberanía marítima del Perú y por eso demanda la unidad nacional con conocimiento, ciencia y conciencia, la defensa de la vida humana es otro deber inexcusable, de manera individual y colectiva. No hay diferencia entre una actitud dentro y fuera porque ambos se refieren a la Nación como entidad. Pero los clubes electorales están drogados por los calendarios y por la hambruna de estar amparados por la ubre estatal. La política y geopolítica se han reducido al ejercicio carroñero de buitres con saco y corbata.
Planteamientos simples y, sobre todo, retadores. No se libran la prensa y los medios de responder al desafío. Difundir lo escabroso en las crónicas rojas sólo es patrimonio de imbéciles que creen que la noticia es la muerte, cuando lo es, en realidad, la plena irresponsabilidad societal y la inutilidad del Estado y de todos los gobiernos. Dentro de ese conjunto humano, con anemia terminal, los clubes electorales brillan por su mediocridad y desapego a la vida y a la pasión de construir un país orgulloso y digno.
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