Ciertamente es un documento para tenerlo a la mano, leerlo y estudiarlo, de tal manera que sirva de guía y perspectiva respecto a lo que sigue siendo, con un común denominador: las libertades para informar y criticar en cuanto derechos mexicanos e internacionales, una serie de problemas para el ejercicio de esas libertades de la democracia directa frente a quienes ejercen, desde los Poderes del Estado, la democracia representativa.

La presentación del documento corrió a cargo de Javier Hernández Valencia, representante en México de la alta comisionada de la Organización de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH). En la presentación va un balance-reseña sobre el trabajo de los periodistas mexicanos y de los llegados de otros países, como reporteros y analistas de los medios de comunicación. Es la segunda edición de este documento, en el que colaboró Freedom House y su directora Mariclaire Acosta.

Es indispensable e ineludible citar lo que en julio de 2011 la Alta Comisionada de la ONU-DH, Navi Pillay, expresó: “El Estado debe hacer más para salvaguardar la libertad de expresión. No solamente permitiendo la pluralidad de perspectivas y medios para la difusión de información, sino también asegurando que aquellos que ejercen la labor informativa puedan realizar sus actividades sin tener que pagar un alto costo, en algunas ocasiones con sus vidas. Las agresiones en contra de periodistas constituyen ataques a la libertad de expresión y al derecho de la sociedad a estar informada. Me encuentro alarmada por los altos niveles de impunidad que prevalecen con relación a los ataques en contra de periodistas y hago un llamado urgente a que esta impunidad sea erradicada”.

Lo que se dice en las 170 páginas del documento es, apenas, una parte de la tragedia mexicana por lo que toca al periodismo, entresacando este capítulo del contexto general que tiene a todos los mexicanos en una situación de gravedad extrema por la sangrienta inseguridad, donde la guerra militar-policiaca y su contraparte, las delincuencias encabezadas por los narcotraficantes, secuestradores, traficantes de mujeres y violadores sexuales de niños, tienen a la nación, con sus periodistas, aterrorizada con amenazas cumplidas.

Y son los reporteros los que más padecen en ese clima de terror y muerte. Por ejemplo, para cumplir con su deber de cubrir la información de cómo es que cinco estudiantes de secundaria que salían de su escuela fueron abatidos por militares que disparaban persiguiendo delincuentes, los periodistas han de arriesgar sus vidas. Lo que consta en estas páginas tituladas La libertad de expresión en México. Informes de la misión de las relatorías de la ONU y de la CIDH, fechadas en noviembre de 2012, es un acercamiento verídico y contrastado sobre la realidad que impera en nuestro país. En sus enfrentamientos, funcionarios y delincuentes por igual, se llevan por delante a mexicanos que nada tienen que ver con esos hechos. Y, entre ellos, están los periodistas.

Este documento debe ser ingresado como consulta permanente y complementarlo con los nuevos datos sobre esos hechos que, desgraciadamente, no cesan de traer los atentados a quienes ejercen la libertad de expresión, sean o no periodistas, ya que el autoritarismo y los delincuentes son dos frentes que lo mismo disparan a los mensajeros que a los ciudadanos con sus banderas blancas, que ya no viven, sino sobreviven, atenazados por quienes traen armas, y que al disparar unos contra otros, se llevan entre sus balas a periodistas y ciudadanos. Los derechos de libertades de prensa están siendo obstaculizados, al grado de privar de la vida a los reporteros y amedrentarlos. Y así continuar la autocensura y desinformación, que sin presión alguna practican los medios de comunicación, como Televisa y Tv Azteca. Los informes de la ONU y la CIDH (como las denuncias de Amnistía Internacional y de Freedom House, con otras instituciones, en defensa de periodistas y activistas de los derechos humanos) están probando las tenebrosas condiciones para el desempeño de las libertades democráticas.

Fuente
Contralínea (México)