Pujol dio a conocer hace unas semanas que no había declarado la que dijo ser herencia de su padre, sino que la depositó en un paraíso fiscal durante más de 30 años, sin “encontrar nunca” el momento de declararla. Por otra parte, no ha sorprendido conocer que unos cientos de miles que poseen 1 millón de euros o los centenares que poseen más de 30 millones en España han aumentado su patrimonio casi un 10 por ciento de enero a junio de 2014.

La muerte de Emilio Botín, presidente del Banco de Santander, ha sido ocasión de elogios medidos y desmedidos, pero también recordatorio de presuntas irregularidades apenas olvidadas. Sospechas que motivaron al exdirectivo de la banca Banif, Manuel Puerto Ducet, decir que Botín era “de profesión, impune”. En su libro Oligarquía financiera y poder político en España, Puerto muestra al fallecido como líder de la oligarquía financiera que impone la voluntad de ésta al gobierno y al Banco de España, como ha recordado el profesor de economía Juan Torres López.

Así las cosas, la crisis sirve, cuanto menos, para desvelar indicios y más que indicios del capitalismo de amiguetes, como lo calificó el profesor Antoni Doménech. Capitalismo que cuajó en la dictadura franquista protagonizado por unas cuantas familias pegadas al régimen. Y ahí siguen. Capitalismo de favores, subvenciones y contratos públicos, de chalaneos y corrupciones varias. Con una clase política que mira hacia otro lado en el mejor de los casos. Torres López lo resume al decir que “grupos de auténticos ladrones financieros llevan decenios enriqueciéndose a costa de engañar a los demás y quedarse con los recursos públicos”. Corrupción con mayúsculas.

Tanto es así que la Comisión Europea, que no se caracteriza por su progresismo crítico, señala al reino de España como el segundo país más corrupto de la Unión. No es de extrañar, pues, que la reducida minoría oligárquica, que se beneficia de la desigualdad, obscenamente apalancada en el extremo de riqueza, aumente su patrimonio. Además de las ayudas públicas estatales, desregulaciones financieras, económicas y laborales que convierten la actividad económica en una especie de jungla implacable, no es menor la complacencia de Hacienda con las grandes fortunas y corporaciones.

Según denuncia el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), en España hay una economía sumergida de 253 mil millones de euros. Como poco. Y las pérdidas del Estado por cotizaciones e impuestos no abonados suman 90 mil millones. Gestha explica que, de esa enorme cantidad defraudada, el 72 por ciento corresponde a grandes fortunas y corporaciones. Así aumentan los ricos su patrimonio sin esfuerzo ni talento: no pagando impuestos. O pagando mucho menos por la descarada y legal, pero nociva, evasión fiscal, existente porque gobiernos y mayorías parlamentarias así lo quieren.

Además de que la minoría rica aumenta su patrimonio por obra y gracia de la devaluación interna. En mimbresromán paladino: congelar o rebajar salarios existentes o pagar salarios-basura a nuevos contratados, además de convertir el trabajo en una realidad cada vez más precaria.

En tal escenario, Angela Merkel y Mariano Rajoy se han jurado austeridad eterna, mientras la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos pide al presidente español que continúe perpetrando lo que llaman “reformas”. Es decir, más recortes de derechos económicos y sociales de la ciudadanía, mientras los desempleados son 6 millones de personas, hogares con todos sus miembros desempleados ya son casi 2 millones, y más de 1 millón de desempleados no tiene ingreso alguno. En tanto la ciudadanía en riesgo de pobreza ya es un 27 por ciento de la población.

¿Alguien cree que con estos , con esas gentes que nos mangonean, saldremos de ésta?

Fuente
Contralínea (México)