Lo más grave que le puede suceder a una persona u organización social es, después de un largo periodo, no sólo perder el rumbo, sino ignorar para dónde va. Es algo que vemos muy frecuentemente en este mundo unipolar, donde el centro es lo que pregonan todos, aunque nadie define con precisión qué realmente se propone a la sociedad.
A Soledad Loaeza, conocedora puntual del blanquiazul
Pero en algunos casos el asunto es más evidente y hasta patético. Ello porque en lugar de postular ideas, lo que sobresale es el ansia de poder a como dé lugar, incluso pisoteando los principios que supuestamente se defendían. Y ya entrados en esa locura que es el poder, se cree que existen victorias por todos lados, se piensa que los fracasos son pasajeros y relativos y se hacen alianzas a tontas y a locas con el objeto de no ceder posiciones.
El resultado de lo anterior es la ineficacia en todos los órdenes, el desbarajuste interno, la colaboración con las peores causas y el zigzagueo como rutina.
Esto ocurre, desgraciadamente, en el Partido Acción Nacional (PAN). Si bien su ideario era oponerse a las conquistas de los revolucionarios del movimiento de 1910 (entre ellas algunas de gran importancia popular: el reparto de tierras, las conquistas sindicales y el Artículo 3 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos), también buscaba, es cierto, la democracia en muchos terrenos y el bien común, este último pregonado por una corriente social de la Iglesia Católica.
La fundación del PAN fue emblemática: el 16 de septiembre de 1939. Día posterior de la celebración de la Independencia nacional y año siguiente a la expropiación petrolera.
Sus batallas políticas desde el principio fueron muchas, aunque en los últimos decenios del siglo pasado hay que recordar las que hicieron algunos de sus militantes: en 1968, tanto en la Cámara de Diputados como en las calles; la que encabezó en Chihuahua Luis H Álvarez (apoyo de Heberto Castillo); el ausentarse de los comicios donde ganó José López Portillo (trajo como efecto la reforma política de Reyes Heroles); la que llevó a cabo Manuel J Clouthier, quien llegó a conjuntar esfuerzos con Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Ibarra de Piedra por el fraude en 1988, aunque luego vinieron las concertacesiones encabezadas por Diego Fernández de Cevallos.
Después de apoyar, en los hechos, la administración de Ernesto Zedillo, llegó Vicente Fox a la Presidencia de la República. Y, a pesar del grito unánime de los reunidos en el Ángel de la Independencia de “¡No nos falles!”, la burocracia, los negocios y el espíritu conformista se apoderó de los blanquiazules, con pocas excepciones. El fraude con el que ganó Felipe Calderón anunciaba otra temporada de malas cuentas, no tan graves como las que entregó ese chaparrito (en todo), ya que la riqueza petrolera que llegó al máximo no sirvió de nada, el crecimiento de la economía no creció ni 2 por ciento en promedio y la lucha contra el narco trajo la subordinación de México a la Iniciativa Mérida de Estados Unidos y cuentas de horror: 80 mil homicidios, 10 mil desaparecidos y 230 mil desplazados, con pueblos fantasmas en muchos lugares de la Frontera Norte. Pero ante esos resultados el michoacano se defiende, echándoles la culpa a todos, y dice que no pudo atacar a los narcos como se debía por la obstrucción de gobernadores (sic presidencial).
Los escándalos recientes donde Luis Alberto Villarreal, coordinador de los diputados albiazules, es filmado bailando con sexoservidoras; Guillermo Padrés es descubierto utilizando el presupuesto nacional para edificarse una presa en un terreno de su familia en Sonora; las declaraciones de Carlos Treviño, quien llamó simio al futbolista brasileño Rolando de Asis Moreira, Ronaldinho, y que antes este sujeto, que fue secretario de Desarrollo Social en la alcaldía de Querétaro, haya dicho que el día de las personas con síndrome de Down es el mismo que el del natalicio de Benito Juárez, prócer al que no respeta (Katia D’Artigues, El Universal, 16 de septiembre) no son más que el síntoma de que mucho está podrido en esa agrupación.
Y es que además están los poblanos Javier Lozano y Rafael Moreno Valle (que esperaba ser candidato a la Presidencia de la República por el PAN en 2018); y Jorge Luis Preciado y sus hoteles fantásticos; y José María Martínez y su discriminación a los homosexuales; y Emilio González y sus borracheras y derroches presupuestales a favor de la Iglesia y… una extensa lista.
Por eso tiene razón Javier Corral, uno de los panistas más activos y lúcidos, al citar al fundador del panismo, Manuel Gómez Morín, quien en una entrevista el 9 de enero de 1970 decía que en esa organización “se instalaron en la mediocridad, el interés propio, la simulación y la mentira” (El Universal, 16 de septiembre). Y llamaba el exrector universitario a una revolución no armada ante “una larga, muy larga simulación”.
Algo muy evidente en los políticos de hoy, casi todos, es que lejos de impulsar un cambio trabajan para obtener pingües ganancias de muchas formas, ya sea a través de los famosos moches o sirviendo de empleadillos a las trasnacionales.
También es muy atendible la propuesta de Rodrigo López, consejero de la Fundación Rafael Preciado, que señala que en el PAN campean el pragmatismo irracional, la corrupción, el moralismo, la derechización y en general el profundo deterioro ideológico (entrevista de Álvaro Delgado en Proceso, número 1976).
Anota Guerra López la gran ignorancia de Vicente Fox, quien es un neoliberal; no porque haya leído a los clásicos de esa ideología, Von Hayek y Von Mises, sino “por su formación empresarial” cocacolera (ídem). Habría que añadir, que también le hubiera faltado a Chente y al mismo Felipillo acercarse a Karl Popper, no sólo en su obra clásica: La sociedad abierta y sus enemigos, sino en su testamento: La televisión es una mala maestra (Fondo de Cultura Económica), para que se dieran cuenta que es indispensable una verdadera ley de telecomunicaciones, y no la que existe actualmente, con graves concesiones a los empresarios.
En fin, es cierto, nuevamente con Rodrigo Guerra el PAN no irá a ninguna parte si “no logra atender ni entender (a): los jóvenes, las mujeres y los pobres” (ídem). Estos últimos, mal estimados en 55 millones de compatriotas.
Es el PAN en un luctuoso 75 aniversario.
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