Niños con Sida, ángeles con alas rotas

Sus delicadas manos apenas tenían fuerzas para tocar el piano que le regalé.

Las heridas en carne viva de su rostro, lejos de quitar belleza, irónicamente le hacían lucir más guapo que nunca.

Me deleitaba con sus melodías, hasta que de tanta emoción, un día se desmoronó, el sida le estaba carcomiendo los huesos.

La gente de mi entorno, guiada por su ignorancia, me recriminaban, porqué tanto iba a visitar a aquellos niños con VIH y cómo encima les ayudaba mensualmente con toda la asistencia económica posible y cómo había gastado tanto dinero regalándoles un piano de lujo.

Según aquellos, los criticones, por cierto muy sanos y bendecidos, yo era casi un "demonio" por estar al lado de un "sidoso", y era un poco "desequilibrada" por abrazar y besar sin ningún tipo de protección ni asco a esos ángeles con alas rotas.

Pero no me importaba la burla, el insulto y la humillación, no hubo mejor experiencia que jugar, cantar, bailar y enseñarnos mutuamente nuestras debilidades y fortalezas entre esos niños y yo.

Me encantaba echar mucho brillo en mis labios y como sello, besar sus frentes, tomarlos de la mano y decirles: "eres mi pequeño príncipe" o eres la más bella de las princesas de todos los cuentos de hadas.

Hace diez años estaba en mis veintes y conocer gente como ellos, me cambió la vida por completo y cuando me tocaba ir a visitarlos, tomaba mis ropas de Medio Oriente (traídas de Egipto, Israel, y Jordania lugares donde fui a hacer múltiples obras y ayudas sociales), con peluca, joyas, velo y toda la parafernalia necesaria y les enseñaba danzas hebreas, y al ritmo de las panderetas y liras, hacíamos rondas.

Tomados todos de la mano, de las muchas canciones que bailamos con mucha exaltación, fue la muy conocida, "Remolineando", la fuerza de aquellos niños destruía por pocos segundos su mortal enfermedad.

Una desafortunada tarde, tres de mis pequeños amigos habían faltado a nuestras acostumbradas reuniones, tres invitaciones verbales a indeseables velorios delataron sus súbitas muertes.

¡Cuánto dolor, cuanta desesperación, cuánto silencio con frases escondidas en gritos que se ahogaban bajo las penas de mi corazón, el destierro desolado y la inocencia a medio vivir de aquellas criaturas me causaban dolores inenarrables e indescriptibles!

Los niños con VIH necesitan nuestro amor, muchos son abandonados en las calles por sus padres irresponsables, pero ellos son criaturas puras sin culpa alguna.

De un cien por ciento, el ochenta por ciento de ellos según Unicef y la Organización Mundial de la Salud mueren cada año en Asia, América, Europa, África y Oceanía, sólo que tal información las mantienen como grandes secretos de Estado.

Los niños del Perú con VIH no reciben mucha ayuda del Estado, excepto de algunas instituciones no gubernamentales, no hay ayuda legal gratuita para aquellos que en su gran mayoría fueron violados sexualmente por pedófilos portadores del VIH, e incluso algunos de estos seres inmisericordes son grandes líderes de opinión de la televisión peruana y políticos tránsfugas, una vez más ¿qué hace el Estado?: nada.

En Solidarios ABC (Fundación internacional con sede en Perú) llevamos más de cien casos legales de pedofilia, ganando el 98 por ciento de los casos.

Los niños con VIH podrían vivir mucho más tiempo pero sus medicinas son excesivamente caras, la sociedad civil está muy ocupada en sus propios problemas, el Estado sólo tiene tiempo para maquinar sus cortinas de humo y entonces una vez más surge la pregunta, ¿A quién le importa?, este mundo necesita hombres y mujeres de valor, la mies es mucha y los obreros muy escasos.

Nuestro grupo de noventa y siete niños en cuatro años se redujo a tan sólo 12, es terrible pero es real.

A mí no me importó sufrir el desprecio de la "sociedad sin mácula" por abrazar a estos niños.

Como es de conocimiento público, está probado que abrazar y besar a niños con VIH no nos hará "sidosos" ni seremos descartados de la humanidad como lo eran antes los que se atrevían a dar ayuda y cariño a los "leprosos".

Invito a quiénes lean este artículo que se animen a ser solidarios y a darse un tiempo libre de ayudar y sobre todo a dar cinco minutos de su amor a los niños con VIH, si pueden ir acompañados de sus hijos será algo aleccionador para ellos.

Les comparto una tertulia linda que me dijeron estos pequeños y que me causó mucha gracia, una vez me preguntaron:

Zully ¿Cuántos años tienes?
 uhm veintitantos, respondí,
¿Y eso es mucho?
 hum, pues no tantos,
¿Y ya te casaste?,
 pues no aún no,
¿Y por qué, si eres muy bonita?
 Así me ven ustedes porque me quieren mucho.
¿Y tienes hijos?
 No
¿Cómo no? Aquí tienes más de noventa hijos y con todos los niños que ayudas debes tener como diez mil hijos, eres una madre muy bendecida.
 ¡Sí hijos míos!, respondí con una gran sonrisa y secando mis lágrimas de alegría infinita.

Remolineando