I. “El Plan de Ayutla era más que un programa de gobierno, una bandera de lucha. Era la protesta generalizada contra el alza desmedida de impuestos, contra la imposición de préstamos forzosos, contra el favoritismo y la erección de grandes fortunas a costa de la miseria del pueblo” (Carmen Vázquez Mantecón, Santa Anna y la encrucijada del Estado. La dictadura: 1853-1855). Aquellos hechos generados por la pobreza, el desempleo, la impunidad y el mal gobierno, y la actual crisis que agita las buenas conciencias (¡oh, Carlos Fuentes!) y pone en alerta a la nación embestida por nuevos males son el clamor del pueblo por una revolución electoral al estilo de los griegos de hoy, o una revolución que continúe la de Ayutla. Y de las entrañas de ese glorioso periodo que nos dio la República Restaurada, la Constitución de 1857, la Reforma y el Estado laico, nació en Tixtla, Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893), en el Guerrero de las primeras luchas democráticas (Francisco Hernández, en Taxco; Luis Pinzón, en Acapulco; en Chilpancingo, Víctor M Bravo, donde se leyó por primera vez Los sentimientos de la nación), al que le tocó una beca para aprender el español y la preparación para lograr su licenciatura como abogado.
II. Ericka Montaño Garfias (La Jornada, 12 de febrero de 2015), nos informa de la publicación Altamirano: vida, tiempo, obra, para actualizar a este escritor nacionalista, patriótico, democrático y republicano; periodista, poeta, cuentista, historiador, orador de piezas memorables y novelista. En 1986 se realizó una edición de 10 tomos de toda su obra, cuya prosa es una constante lluvia de palabras que renueva el río caudaloso de sus creaciones literarias; y sus versos, los peces de colores que navegan en esas aguas, a veces agitadas, a veces en calma. En su literatura social (El Zarco), plasmó preguntas y respuestas del sentimiento y el nacionalismo con una concepción democrática y republicana; además de la divulgación cultural en la revista semanal que dirigió por casi 1 año. Con su maestro y benefactor Ignacio Ramírez, el Voltaire mexicano, alias el Nigromante, dejan constancia de su liberalismo crítico; y aunque no precisamente antijuaristas, guardan distancia con el estadista oaxaqueño para ponerle límites a su gobierno, dejando huella de su entrega a las conquistas de aquella época gloriosa.
III. Altamirano es un “indígena de pura cepa, héroe militar contra la intervención francesa, fundador de nuestra novelística y de la poética modernas, periodista y editor incansable de […] medios de prensa, tribuno y legislador de grandes vuelos e inimitable historiador sobre hechos […] de la época, especialmente de los tiempos de la Independencia” (Rafael Aréstegui, Altamirano: vida, tiempo y obra, Juan Pablos, editor). De inteligencia cultivada en la cultura universal, hablaba y escribía su lengua indígena, español, inglés, francés, alemán, italiano y latín. Analizaba la vida pública del país y los saltos revolucionarios en los que participó, al grado que en la década de 1880, “pintaba una época en la cual los límites entre violencia pública y violencia privada se habían desdibujado [y parece que está leyendo el presente de 2000 a la fecha…]. Esta confusión legitimaba la violencia privada a la vez que volvía ilegítima la violencia pública” (Elías José Palti, Literatura y política en Ignacio M Altamirano). Su obra sigue vigente, y más porque vislumbró los nuevos problemas sociales que surgen cuando gobiernos y gobernantes se distancian por el carácter antidemocrático y antirrepublicano de sus elites, careciendo “de una política de seguridad pública”.
Ficha bibliográfica
Autor: Ignacio Manuel Altamirano
Título: Obras completas
Editorial: Secretaría de Educación Pública, primera edición 1986; y obras aisladas en la colección Sepan Cuántos…, de editorial Porrúa
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