“El antimperialismo y el APRA” de Víctor Raúl Haya de la Torre es un clásico de nuestra politología. Cuando digo “nuestra”, obvio, aludo a Iberoamérica concebida como Patria Común. Constituye tal texto un desmentido rotundo a quienes, ubicados en la barricada herodiana, proclaman que padecemos de esterilidad doctrinaria. Tal denuncia la formulan para legitimar plagios de teorías exóticas y trasplante de experiencias forasteras. Estas –a veces- en las remotas patrias donde son engendradas, ya han sido superadas por la bullente realidad. Otra carga negativa es que contribuyen a vulnerar el ethos nativo acentuando un proceso desnacionalizador que favorece la penetración imperialista.
La obra brilla con luz propia pese a los virajes del autor y las volteretas de quien hoy se proclama discípulo y fuera Presidente del Perú. Pocas veces un volumen reducido en páginas contiene tan alto número de enfoques originales, de interpretaciones lúcidas y anticipaciones atrevidas. Se publica en Santiago de Chile en 1936. Hasta entonces la nación iberoamericana carecía de una teoría orgánica de la unidad de la veintena de repúblicas provincianas. Estas –como se sabe- la miopía de las oligarquías lugareñas y la codicia metropolitana las precipitan al desmembramiento, la pobreza y la desidentificación. El autor rescata el programa de los libertadores y proporciona textura de militancia a las intuiciones de José Vasconcelos y a las precursoras tesis de Manuel Ugarte así como a la insurgencia reformista de la Universidad Nacional de Córdoba.
Hay quienes juzgan añejo el texto. Estiman que 1936 es el paleolítico. Estiman pasados de moda incluso a Laski, Popper y Marcuse. Habrá que extirparles el snobismo manifestándoles que “La República” de Platón es del siglo V a C, Tomás de Aquino teoriza en el XIII, Maquiavelo en el XVI, Smith en el XVIII. en el XIX Marx igual que León XIII. Son los mismos que pese a proclamarse “tomistas” o “neotomistas”, “nacionalistas”, “liberales”, "marxistas" o “socialcristianos” estiman que Bolívar es sólo un militar. Como tal incapaz de generar doctrina política. Posee dos factores adversos: uno, es personaje del ayer y no "moderno". Eso se disculpa sólo a los “clásicos” anotados porque son europeos y, por ende, inmortales. El otro, es venezolano y la politología para los cipayos sólo florece en el Viejo Mundo y será siempre, para el Nuevo, artículo importado.
“El antimperialismo y el APRA” es vivero fecundo de ideas y actitudes desplazadas a través de canales diversos. Es cierto que su autor animó la iniciativa de constituir Partidos Apristas en cada república. En los 30 se organiza el APRA cubano cuyo órgano de expresión es la revista “Atuey”, en Chile influye sobre el PS a través de Eugenio Matte Hurtado y también se funda el APRA argentino. Sin embargo, –por motivos que se ignoran- Haya y su entourage opta por vigorizar sólo el Partido Aprista Peruano. Las tácticas para alcanzar el poder van de la revolución popular al complot castrense pasando por procesos electorales en que siempre la oligarquía le birla la victoria. Con Alan García llega a Casa de Pizarro, pero ya es una caricatura. Un abismo separa a Gorbachof de Lenín, a Chiang Kai Shek de Sun Yan Sen. Igual ocurre ente el I Víctor Raúl y el Alan de hoy.
El aprismo si bien en lo político institucional se repliega a lo exclusivamente peruano, en lo ideológico influye poderosamente. Sin duda, sus tesis palpitan en "el pequeño ejército loco" de Sandino, en la 3ª Posición que Perón intenta cristalizar en el ABC y en los EEUU andinoplatenses, en el arevalismo impulsor de la integración de Centroamérica, en los postulados primigenios de la revolución que impulsa el MNR en Bolivia, en el elan bolivarista del fidelismo de la hora prima, en la pugna de la Legión del Caribe contra los déspotas locales, en el impulso dado por Eduardo Frei Montalva al Pacto Andino antes que lo sedujera Kennedy y lo abrumara el vuelco de La Habana a un marxismo extranjero, en las obras –entre otros- de Joaquín Edwards Bello y Felipe Herrera...
Haya siempre reivindica los afluentes nativos que generan sus textos perdurables y su otrora pujante movimiento. Maneja una frase que cito de memoria: el APRA posee como Padre: el México revolucionario; Madre, la Córdoba insurgente de 1918 y el Espíritu Santo fluye del solemne Cusco, corazón del Incanato. De los dos primeras fuentes proviene la vocación bolivariana –Haya prefiere manifestar “indoamericana”- y la alusión a lo incaico generaría la utopía de un mundo con justicia social y vocación continentalizadora. De esto derivan no pocos analistas una vertiente indigenista. Sin duda la hubo, pero también se exalta lo afro, lo asiático y lo hispano. En lo racial, promociona la mestizofilia.
En lo sociológico se opone al monoclasismo que, como dogma, impone la COMINTERN. Sostiene: “Los países nuestros son preindustriales. El proletariado fabril a la europea, inexistente. Las muchedumbres campesinas constituyen latente fuerza revolucionaria y en las capas medias se reclutan líderes del proceso libertador. En consecuencia el APRA es tan multirracial como policlasista”. Tempranamente Haya rechaza la tutoría del Kremlin. Difunde la consigna “¡Ni Washington ni Moscú, sólo el APRA salvará al Perú!”. Con ello se anticipa a Tito, Mao o Togliatti y, por cierto, al tardío eurocomunismo de Berlinger, Marchais y Carrillo. Cosecha la acusación de"socialfascista" con que también se etiqueta al PS de Chile encabezado por el coronel Marmaduque Grove. Es el momento en que la excomunión de los sovietólatras se expresa en el opúsculo “¿Qué es el ARPA?” (sic) de Julio Antonio Mella.
Al exaltar el Tahuantinsuyo los adversarios creen ver la misma inspiración de Mussolini respecto a la Roma imperial. En la milicia aprista –apodados “búfalos”- imaginan “camisas pardas”. En la estructura piramidal, verticalista y compartimentada sostienen se esconde el totalitarismo. El mismo Jorge Abelardo Ramos –no sin ocultar simpatía- aludía al stalinismo incaico que representara el autor de “El antimperialismo y el APRA”. Este logra –algo poco frecuente- ser, de modo simultáneo, ideólogo y conductor de masas. El deterioro de su doctrina comienza con su deceso en 1979. No obstante, ya durante la II Guerra Mundial se desplaza a una postura “aliadófila”argumentando la urgencia de cooperar con la victoria de las democracias sobre el nazifascismo. Luego se adscribe a la II Internacional y el PAP se hace socialdemócrata. Alan García administra aquella "cuesta abajo la rodada” .
Al cumplirse el centenario del estallido de la Guerra, en 1979, CEDECH proclama a Víctor Raúl postulante al Premio Nobel de la Paz. Sin duda una manifestación opositora no armada contra el régimen del general Pinochet. Simultáneamente, no sin sacrificios pecuniarios y dificultades con la censura, se reedita la obra magna que comentamos. Recuerdo que se hizo un canje semiclandestino de cien ejemplares que viajan a Buenos Aires y la retribución son cien de “Historia de la nación latinoamericana” editada por Peña y Lillo. Mientras “El antimperialismo y el APRA” –hoy- continúa resplandeciente, la estructura partidaria generada con tanta creatividad por Haya apenas si respira asfixiada en el sarcófago de una democracia inspirada por el modelo neoliberal.
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