El Estado delincuencial no es privativo de mi entidad federativa (Sinaloa), es en todo el país; desde las altas cúpulas político-empresariales-militares, y obviamente de la política estatal, que en eso los de mi tierra tienen bastante experiencia, por ser pioneros en el negocio de las drogas. Hace algunos días, el periodista Rubén Martín publicó en la capital tapatía, Guadalajara, un artículo titulado: “La nueva soberanía política”, que me llamó la atención porque es cierto lo que afirma y sobre lo que yo he venido cavilando desde hace ya un tiempo. Dice: “Los negocios del crimen organizado no funcionan sin la complacencia del poder público”, refiriéndose al caso concreto que está viviendo en estos días Jalisco a raíz de la detención de Sergio Kurt Schmidt Sandoval. Arguye: “Las evidencias indican que todos están embarrados y comprometidos”. Y concluye: “Esto nos lleva a un asunto político fundamental: la noción de soberanía política definida por la teoría liberal no existe más en México; y en Jalisco es una ficción”. Y “los representantes elegidos supuestamente por el pueblo para hacerse cargo del poder público no responden únicamente al pueblo. La mayoría de ellos responden a los poderes fácticos y, entre ellos, uno de los más poderosos, por su capacidad económica y de ejercicio de la violencia, es el crimen organizado”.

Por si fuera poco, el jueves 8 de septiembre se publicó una nota y un audio donde Nemesio Oseguera Cervantes, el Mencho, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación, con palabras altisonantes e insultos regañaba y daba órdenes a un mando policiaco por el rumbo de Chapala, para que “relajara” las tropas a su mando. ¿Cómo es posible esto? Seguramente nuestras autoridades tendrán mucho que explicarnos; pero el grado de corrupción hasta ahora visto no se generó solo. Y, como opina Rubén Martín, en esto el Estado está implicado, pues el mundo del crimen no se desarrolla solo. Otros dicen que el mayor cártel que nos aqueja es el del gobierno. Por lo que veo, es cierto.

Muchos dirán, pero si esto es de todos los días, así funciona el Estado mexicano y a lo mejor muchos otros Estados. Pero desde el punto de vista teórico, de los que creemos en el Estado, en el derecho y en las instituciones, esto que vivimos no debe ser; ni ética ni teleológicamente tiene razón de ser. Se supone que hay un orden, un sistema jurídico, hay derechos y obligaciones y penas a los que incumplen la norma.

Para los que estudiamos en la escuela teoría del Estado, teoría general del derecho, donde se nos enseña qué es el Estado, la soberanía, el monopolio exclusivo de la violencia, la cual sólo es permitida en beneficio de la sociedad y no de poderes o grupos fácticos, esto es inaudito. ¿Tendremos que reformular una nueva teoría del Estado y del derecho? ¿Coexisten diversas soberanías? Es muy peligroso para la sociedad que el crimen organizado –¿al que llamar “otra soberanía”?– se apodere de la institucionalidad y actúe en su nombre y engañe a la sociedad.

Es hora de que actuemos como sociedad. De no hacerlo, en un futuro no muy lejano estaremos viviendo bajo la ley de la selva. Muchos pueblos se van a tener que defender a sí mismos, tal como lo hicieron las autodefensas en Michoacán y recomponer y refundar el Estado. La realidad cuestiona los conceptos de soberanía y Estado.

Fuente
Contralínea (México)