En nuestro repliegue a las comunidades que nos fuimos a defender y asesorar jurídicamente están San Pedro Yosotato y Santa Catarina Yosonotú, por el rumbo de Tlaxiaco, Oaxaca, en la mixteca oaxaqueña y en lo que se conoce como el nudo mixteco.
En Tlaxiaco abrimos un despacho del Centro de Orientación y Asesoría a Pueblos Indígenas donde tratamos de impulsar algunos proyectos productivos y legales, entre ellos pretendimos darle solución al conflicto de Yosotato contra San Sebastián Nopalera, municipio de Santa Lucía Monteverde, que está por el rumbo de Putla. Se invirtió mucho dinero, esfuerzo y tiempo. Nuestros viajes de la Ciudad de México a Tlaxiaco y a la capital oaxaqueña eran constantes, tratando de buscarle una salida negociada al conflicto. Sin descuidar la vía legal, también se demandó la restitución de tierras ante el tribunal agrario con sede en Huajuapan de León, que Nopalera le había invadido a Yosotato, pero nada valió, pues se ganó el juicio, pero no había autoridad que hiciera valer la sentencia, es decir, quien la ejecutara. El Estado de manera omisa dejaba a su suerte y que se mataran las comunidades agrarias, más si eran indígenas. El gobierno local con su Junta de Conciliación Agraria solo administraba los conflictos que eran latentes y muchos en el Estado, aunque no tenía mucha competencia por ser un asunto de índole federal.
En ese tiempo, a los contrarios –a los de Nopalera– los asesoraba Salomón Jara Cruz que entonces militaba en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y hoy es uno de los principales dirigentes del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en el estado, incluso fue candidato a gobernador por ese partido en las elecciones pasadas. Ironías de la vida… Por ver que el PRD estaba implicado fuimos a platicar en corto con Rosario Robles Berlanga (hoy flamante Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Sedatu, antes Secretaría de la Reforma Agraria, SRA), dirigente nacional del PRD. Nos entrevistamos en un hotel de Ciudad de México y la pusimos al tanto de lo que hacía su correligionario y nominalmente subordinado Salomón Jara, a lo que escuetamente nos contestó que ella no podía hacer nada, que el PRD en Oaxaca lo manejaba el gobernador, entonces José Murat. Salimos desilusionados.
Las comunidades campesinas e indígenas día a día ponían su cuota de muertos; sin embargo, la indolencia oficial era desconcertante pese a tener el gobierno federal un programa de focos rojos en el campo mexicano, que sólo entraba cuando había muertos, como hoy día, pero ahora se llama Programa de Atención a Conflictos Sociales en el Medio Rural (Cosomer). Organizábamos reuniones, marchas, mesas de trabajo y ninguna nos funcionaba. Pese a ello las comunidades no se desmoralizaban e invertían recursos en su defensa, seguían resistiendo estoicamente. Allá caí en Oaxaca enfermo del trabajo, stress y fatiga y quizá de ver tanto muerto.
Las cosas poco a poco se fueron saliendo de control, unos grupos en la dirección eran desplazados por otros en la conducción y posible solución del problema y nosotros nos fuimos saliendo paulatinamente. Nosotros queríamos una solución real al problema. Yosotato entró al programa de focos rojos, se le dio una cantidad de dinero considerable a un grupo, pero eso no solucionó el problema, incluso puedo asegurar que persiste y agravó las rencillas de grupo y familiares al interior de la comunidad.
Un 24 de diciembre, en plena noche buena, estando en la Ciudad de México, ya acostado, pues no me había ido a Sinaloa con mi familia, recibí la llamada en mi celular de parte del doctor Óscar Ramírez, de Tlaxiaco: que habían matado a balazos a Plácido López Castro, de Yosotato. Con su muerte se cerraba una posible negociación consensuada en el pueblo, de ahí para adelante fue pura descomposición. Ya no pude dormir esa noche, pensando en nuestro amigo muerto y preguntándome si valía la pena morir, si más allá de la muerte había algo. Yosotato desangraba a sus hijos.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter