Un aliado como Italia es un regalo divino. Es un país pequeño que no hace preguntas, paga sin chistar su contribución a la OTAN y, también sin protestar, garantiza toda la ayuda logística que se le exige. Poco importa que en Roma nadie logre entender cuál es la política actual de la Casa Blanca, ni cuál es el objetivo de los esfuerzos que Washington exige a Italia. La guerra continúa, siguen muriendo hombres, mujeres y niños e Italia se mantiene fiel… pero ¿a qué?
Los espacios informativos de la prensa escrita y televisiva han concedido poca atención al encuentro entre el presidente estadounidense Trump y el primer ministro italiano Gentiloni, a pesar de que no fue precisamente un encuentro formal. Para Paolo Gentiloni se trataba de disipar las dudas sobre la actitud de su gobierno hacia el nuevo presidente de Estados Unidos, dudas surgidas cuando el gobierno de Matteo Renzi, cuyo ministro de Exteriores era el propio Gentiloni, apoyó abiertamente a Barack Obama y Hillary Clinton contra Donald Trump, en medio de la elección presidencial estadounidense.
Gentiloni logró disipar esas dudas confirmando el «anclaje histórico» de Italia a Estados Unidos como «pilar de nuestra política exterior», sin importar quién sea el inquilino de la Casa Blanca. Por su parte, el presidente Trump felicitó a Italia recordándole que hay en suelo italiano «más de 30 000 militares estadounidenses y sus familias» y que, después de Estados Unidos, Italia «es el segundo principal contribuyente en tropas en los conflictos de Irak y Afganistán».
Pero la contribución italiana es en realidad más grande de lo que reconoce Trump. Así lo demuestra el creciente volumen de armamento que se envía al Medio Oriente desde las bases de Estados Unidos y la OTAN en Italia, armamento destinado oficialmente a la guerra contra el terrorismo.
La pista de esos envíos es claramente visible si seguimos el recorrido de algunos barcos. Por ejemplo, el carguero Excellent, que navega bajo el pabellón de Malta pero con tripulación italiana y alquilado por el ministerio de Defensa de Italia, zarpó el 19 de abril del puerto de Piombino –provincia italiana de Livorno– después de haber embarcado gran cantidad de armas y de carros blindados Lince; 2 días después hizo escala en Augusta –provincia italiana de Siracusa–, punto estratégico para el aprovisionamiento en combustible y municiones, de donde partió para pasar por el Canal de Suez hacia el puerto de Yedda, en Arabia Saudita. A ese mismo puerto saudita había llegado anteriormente –el 9 de abril– el`navío estadounidense Liberty Passion, también proveniente de Livorno, luego de haber inaugurado una línea regular mensual para el transporte de armamento desde la base de Camp Darby, en la ciudad italiana de Pisa, hacia el Medio Oriente, armamento destinado a las guerras que se desarrollan en Siria, Irak y Yemen.
En la conferencia de prensa que dio junto a Trump, Gentiloni dijo que «Italia no está implicada en las operaciones militares en Siria, con excepción de ciertos aspectos marginales». Que el papel de Italia no es precisamente «marginal» es algo que quedó demostrado con el ataque con misiles de crucero ordenado por el presidente Trump contra la base aérea siria de Shayrat. Esa operación de guerra la realizaron 2 navíos de la Sexta Flota estadounidense, que tiene su base en Gaeta (Italia), bajo el mando de las fuerzas navales de Estados Unidos en Europa, que tienen su cuartel general en Nápoles-Capodichino, y contó con el apoyo de las bases estadounidenses de Sigonella y Niscemi, en la isla italiana de Sicilia, junto a la de Augusta.
Trump también agradeció a Gentiloni «el liderazgo italiano en la estabilización de Libia», donde –precisó–, Estados Unidos no tiene intenciones de intervenir porque sus fuerzas ya están comprometidas en demasiados frentes. En otras palabras, Trump confirmó que –dentro de la OTAN y bajo las órdenes de Estados Unidos– Italia tiene la misión de meterse en el lodazal que ha dejado en Libia la guerra allí desatada por la OTAN en 2011.
Y Gentiloni se declaró «orgulloso de la contribución que nosotros los italianos estamos aportando a la seguridad de la alianza en numerosas áreas del mundo», incluyendo la región del Báltico, adonde Italia envía fuerzas militares en abierta disposición anti-rusa mientras que dice hallar «útil el diálogo mismo con Rusia, sin renunciar a nuestra fuerza y a nuestros valores».
Gentiloni dijo sentirse «orgulloso también de la contribución financiera de Italia a la seguridad de la alianza» y garantizó que «a pesar de ciertas límitaciones en materia de presupuesto, Italia respetará el compromiso contraído», un compromiso que Trump le recordó insistentemente: elevar sus gastos militares del 2% del PIB, o sea de 63 millones de euros diarios –confirmados por la ministra de Defensa Roberta Pinotti pero que no incluyen los gastos militares que no se inscriben en el presupuesto de su ministerio– a 100 millones de euros al día.
«Los italianos siempre cumplimos los compromisos que contraemos», dijo Gentiloni a Trump en lo que quizás debamos percibir como una pizca de orgullo nacional.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio.
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