“Que otros ocupen transitoriamente un inmueble y utilicen en forma interna un logotipo. Pues así como el hábito no hace al monje el local no hace al Partido.
Que el Partido, tú y nosotros lo sabemos, lo forma este cuerpo místico de militantes que aclaman tu nombre, profesan tus ideas y se mantienen inflexibles en torno a tu línea moral. (Aplausos)
Todo esto compañeros nos lleva también a otra circunstacia. Debemos devolverle al Partido los altos niveles morales que le fijó la vida austera de Víctor Raúl Haya de la Torre. El Partido se ha resentido de profundas quiebras en su ética partidaria. Ha visto resucitar en su seno viejas mañas de la política criolla contra las cuales reaccionó nuestro movimiento desde que apareciera en la escena política peruana y se ha visto también la aplicación de sistemas de fuerza, de imposición y de violencia que son incompatibles con la dignidad, con la auténtica disciplina y mutuo respeto de los compañeros apristas.
Estos problemas nuestros, no son solamente, y lo saben ustedes, problemas de los apristas. Interesan a la opinión pública y aún los partidos competidores comprenden que si el Partido Aprista se dividiera o se debilitara irremediablemente se produciría un vacío profundo en la estructura democrática del Perú. Es más: podría lesionar esa misma organización institucional porque nuestro Partido, por su antigüedad, por su línea, por su Jefe, por su mayorazgo cívico e histórico, ha sido y es una columna sustentadora del régimen democrático en el Perú y si esa columna cae, pueden pasar cosas temibles. Los extremos chocarían entre sí y vacilaríamos entre el golpe reaccionario o el caos extremista. Por eso y tantas cosas más, porque es el producto heroico de generaciones de peruanos y peruanas, el Apra no debe morir, ¡el Apra nunca muere! (Ovación) El Apra nunca muere y el Apra no debe morir y aquí estamos para salvarla, aquí estamos para revitalizarla, para vigorizarla, para empujarla hacia adelante, olvidando los transitorios desastres del año pasado. El Apra no debe morir, ni puede morir porque no ha cumplido todavía la misión para la cual fue creada. Mientras haya una libertad que reclamar, mientras haya una injusticia que abolir, mientras haya un dolor que socorrer, vivirá el Apra, eterna y necesaria como el pueblo mismo. (Ovación)” Plaza San Martín, 21 de febrero, 1981.
Un día como hoy en 1994, partió el maestro Andrés Townsend Ezcurra. Sus escritos y ensayos reunidos en una veintena de libros, discursos y textos periodísticos de potencia lógica imbatible y galana con buida pluma, como la describiera Nicanor Mujica Alvarez Calderón, persisten en su meridiana admonición verificada en los hechos. La destrucción del aprismo a cargo de Alan García Pérez y epígonos grises es un suceso que ya entonces asomaba sus siniestros contornos y que Townsend advirtió tempranamente.
Andrés Townsend Ezcurra fue en vida maestro, consejero, editor, periodista, escritor, orador y hombre de proverbial buen humor y sabiduría que amenizaba con anécdotas muy divertidas.
Es hora de reivindicarlo en la política a la que él dedicó sus mejores horas. Son no pocas sus contribuciones en la edificación latinoamericana de una integración de pueblos, desde abajo y desde dentro.
Hoy muchos militantes del Apra comprenden que tuvo razón en oponerse a los desmanes de los facinerosos que liquidaron al movimiento político creado por Haya de la Torre.
El “Congreso” que los alanistas y los alanistas de oposición llevaron a cabo hace menos de tres semanas, se inscribe como mácula de esas que Andrés Townsend denunció a partir de 1980.
Para mí, su recuerdo y enseñanzas, viven siempre como norte y guión, manual fraterno y orientación que nunca se olvidan.
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