Te dejaré entrar en mis sueños, solo si yo puedo estar en los tuyos. Bob Dylan.
La edad de piedra ha quedado en el pasado, nadie es inaccesible hoy, ni indispensable o inalcanzable. No se salva el noble ni el pobre, ni el rey ni el diputado, ni el líder ni el mendigo, ni el ganador del Pulitzer ni aquél que nunca ha ganado en su vida más que miseria y decepción. Ya las estrellas no están en el cielo, uno puede llegar a ellas y verlas en cualquier momento sin esperar los diarios y revistas para contemplarlos, el paseo de la fama ha sido cambiado por el más interesante y apasionante descubrimiento de los últimos tiempos del internet: Facebook.
Y es que Facebook es para un adulto como el dulce para el niño, como la entrada a un parque de diversiones, donde puedes volver a vivir todas tus épocas y recordar a los protagonistas y antagonistas que formaron parte de tu historia; es imposible no revisar el perfil del chico más guapo de tu barrio o de tu universidad, aquél que con solo estar frente a ti, te dejaba muda de los nervios y te hacía temblar como gelatina; no se escapa la curiosidad de ver cómo le va a aquella malvada que siempre se la pasaba destilando envidia en tu contra; ni qué decir de todos tus ex y la sonrisa indiscreta que se te escapa cuando ves que la vida se ha encargado de hacerles pagar cada una de sus canalladas.
Ahora puedes enamorarte vía Facebook, abres una cuenta solo para encontrar y ubicar a quién roba tus suspiros, sin conocerse lo suficiente ni haber tenido una sola conversación, con una celeridad inimaginable te conviertes en un adicto, buscando un lugar privado para concentrarte en observar a tu amor inalcanzable, y si por un par de días no entras a enterarte de las novedades, te da el síndrome de abstinencia, te nace la obsesión de saber qué dijo, qué escribió, qué ropa usó, qué color de camisa eligió, a dónde fue, cuál fue su último destino de viaje, qué partes del mundo conoce, cómo es su sonrisa, qué le gusta, qué come, qué postre es su favorito, y día a día, vas descubriendo cosas nuevas de su forma de ser personalidad y sentimientos y si hace videos, sueñas más, porque mientras mira a la cámara tú crees que te ve a ti, y que estás en un espacio libre, a solas, porque es como estar en vivo y en directo, eso es lo mágico de Facebook.
Así, aunque nunca te dé un solo like en lo que publicas, ni sepa de tu existencia, te late el corazón y todo se resume a un hermoso arcoiris que sale del cielo gris, después de una tormenta, sin saber cómo, te das cuenta de que te has enamorado en los tiempos de Facebook.
Hace 20 años, el amor era un sentimiento tan tangible como lo es hoy, así los amantes se encontraran a muchos kilómetros de distancia, sin embargo, uno se contentaba con una carta llena de contenidos románticos, con tarjetitas impresas con corazones que cobraban vida y que eran sujetados por unos ositos suspirando y clamando: “Te extraño tanto”, y aquella experiencia era eterna casi sublime que siguió de moda, hasta que la tecnología fue avanzando y descartó al correo nacional o internacional y a la postal, ya no era tan usual que alguien fuera a tocar tu puerta anunciándote que llegaba correo, sino que empezaba la era del e-mail.
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