Las autoridades británicas sistemáticamente ponen de manifiesto la incapacidad de garantizar la seguridad de los ciudadanos rusos en su territorio. Los ejemplos más escandalosos de ello son, en particular, el envenenamiento del ex agente del Servicio Federal de Seguridad de Rusia, Alexander Litvinenko, la muerte en circunstancias no aclaradas de los empresarios rusos, Badri Patarkatsishvili y Alexander Perepilichni, el misterioso «suicidio» de Borís Berezovski y el estrangulamiento de su socio, Nikolái Glushkov, y, finalmente, el atentado contra la vida y la salud de Serguéi Skripal y Yulia Skripal.
En este último caso Londres desatendió todas las normas del Derecho Internacional, la ética y el sentido común. Sin presentar ninguna prueba, sin ofrecer siquiera una versión concreta de lo ocurrido Londres acusó a Rusia de envenenar a sus propios ciudadanos, infiltró el nombre de un agente tóxico jamás utilizado en nuestro país, desplegó una campaña mediática y política a gran escala. En particular, inspiró la expulsión infundada de diplomáticos rusos de varios países y de representaciones en las organizaciones internacionales, anunció la imposición de todo un conjunto de sanciones. Nuestras exigencias legales de presentar muestras de la sustancia empleada quedaron desoídas.
El Comité de Instrucción de la Federación de Rusia incoó el 16 de marzo del año en curso diligencias de investigación por la tentativa de homicidio de la ciudadana de la Federación de Rusia, Yulia Skripal, y cursó la correspondiente solicitud de información a la parte británica. Esperamos de Londres una concreta interacción en la investigación que están llevando a cabo los organismos competentes rusos.
La actitud de las autoridades británicas suscita muchas preguntas. La población de la propia Gran Bretaña se mantiene desinformada con respecto a los momentos claves de este incidente declarado una gran amenaza, se desconoce el número exacto de los afectados. Se esconde la información sobre las actividades del laboratorio secreto de Porton Down ubicado cerca de Salisbury, donde, como es bien sabido, se desarrollaban armas químicas. Se ocultan los datos sobre los ejercicios militares anuales llamados Toxic Dagger (Daga Tóxica) que se habían celebrado en vísperas del envenenamiento de los Skripal por el centro mencionado y los militares británicos para ensayar los procedimientos de la lucha contra la contaminación química y biológica.
Londres se esfuerza en promover en todo el mundo la presunción de culpabilidad absoluta de Rusia. Se exacerba consciente y premeditadamente la confrontación, se recurre a la exhibición de fuerza cerca de las fronteras rusas. Está a la vista la obvia voluntad de impedir la interacción política y diplomática en la investigación objetiva y minuciosa de lo ocurrido en Salisbury.
El análisis del conjunto de las circunstancias testimonia que las autoridades británicas no están interesadas en descubrir los auténticos motivos, que no están interesadas en identificar los autores del crimen en Salisbury y nos hace pensar en la eventual implicación en el caso de los servicios secretos británicos.
Si no se le proporcionan a la parte rusa las pruebas fehacientes de lo contrario, consideraremos que se trata de un atentado contra las vidas de nuestros ciudadanos en el marco de una gran provocación política. Destacamos que la obligación de presentar pruebas en este caso le corresponde precisamente a la parte británica.
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