Su Excelencia señora María Fernanda Espinosa Garcés, Presidente de la Asemblea General,
Su Excelencia, señor Secretario General de la ONU Antonio Guterres,
Excelencias, señores Jefes de Estado y de Gobierno,
Señoras y señores,
Permítame, en primer lugar, señora Presidente, que la felicite por su elección como Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en su 73º Periodo de Sesiones y que desee a usted pleno éxito en esa misión.
Permítanme igualmente agradecer a Su Excelencia, el señor Miroslav Lajcak, los esfuerzos desplegados en la presidencia del anterior Periodo de Sesiones, al igual que a Su Excelencia el Secretario General, señor Guterres, por sus esfuerzos, principalmente su proyecto de reforma a la cabeza de la ONU.
Señora Presidente,
Usted ha propuesto como tema del debate general «Hacer de la ONU una organización para todos: una fuerza mundial basada en responsabilidades compartidas al servicio de sociedades pacíficas, equitativas y duraderas». Es una proposición digna de elogio ya que prueba que la Organización de las Naciones Unidas tiene hoy conciencia de la necesidad de mejorar realmente el papel que de ella se espera.
En efecto, conforme a su Carta e intenciones, la ONU tiene el deber de ser la conciencia mundial que protege el equilibrio, prohíbe las violaciones, aplica la justicia y protege la paz, aunque el Consejo de Seguridad ha sido, en muchos casos importantes, incapaz de adoptar resoluciones equitativas y a veces cruciales para algún pueblo en particular debido al derecho de veto o a la negativa de algunos Estados a aplicar resoluciones que no les convienen, ignorando con ello su carácter obligatorio e inminente, actitud que han mantenido en una atmósfera de total impunidad.
He aquí varios ejemplos que muestran el sufrimiento que vive nuestra región:
– La resolución 425, adoptada por el Consejo de Seguridad en 1978, que llama Israel a retirar sus fuerzas de todo el territorio libanés y de manera inmediata, tardó 22 años en entrar en aplicación, bajo la presión de la resistencia del pueblo libanés.
Señora Presidente,
Señoras y señores,
En Líbano trabajamos con vistas a salir de las crisis sucesivas que nos han afectado a varios niveles.
En materia de seguridad, el Líbano ha logrado fortalecer su seguridad y estabilidad, después de haber vencido los grupos terroristas en el este y el norte del país y haber desmantelado sus células que esperaban el momento de entrar en acción.
En el plano político, el país organizó elecciones legislativas de conformidad con una ley electoral basada en el sistema proporcional, por primera vez en su historia. Esa consulta ha permitido que todos los componentes de la sociedad estén representados de manera más justa. El Líbano está hoy en vías de formar un gobierno basado en los resultados de esas elecciones.
En el plano económico, se han trazado las grandes líneas de un plan de reactivación. Ese plan tiene en cuenta las decisiones de la Conferencia «Cedro» y se basa en el fortalecimiento de los sectores productivos y la modernización de la infraestructura. Su objetivo es eliminar el abismo entre los ingresos y los gastos en el presupuesto.
Pero las crisis cercanas siguen afectándonos con todo su peso y todas sus consecuencias. Con el inicio de los acontecimientos en Siria, oleadas de refugiados que huían del infierno de la guerra comenzaron a llegar al Líbano, que hizo lo mejor que pudo para garantizarles una vida decente. Pese a ello, su número considerable tuvo graves repercusiones en la sociedad libanesa, en varios sectores: en materia de seguridad, con el aumento de la criminalidad en un 21%; en el plano demográfico, con el aumento de la densidad que creció de 400 a 600 habitantes por kilómetro cuadrado. Agreguemos a eso nuestras limitadas capacidades y la falta de ayudas internacionales, lo cual nos impide seguir sosteniendo esa carga, sobre todo teniendo en cuenta que ya se ha restaurado la seguridad en la mayoría de las regiones sirias de donde provienen los migrantes.
Por esa razón hablé, en mi discurso del año pasado, desde esta misma tribuna, de «regreso con garantías de seguridad» y establecí la diferencia entre ese tipo de regreso y el regreso voluntario. En efecto, exceptuando una pequeña minoría, los sirios que afluyeron al Líbano no son refugiados políticos. La mayoria de ellos huyeron de su país empujados por la inseguridad o por razones económicas.
Esto es, señora Presidente, señoras y señores, un mapa divulgado en 2014 por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados donde se muestra la progresión del número de migrantes inscritos en apenas 2 años así como su repartición en territorio libanés. Vemos que en 2012 su número se eleva a 25 000, ¡cifra que pasó a más de un millón en 2014! Este documento ilustra mis palabras a la perfección.
En ese contexto, quisiera señalar que las Naciones Unidas cesaron el conteo de desplazados en 2014. Después de ese año, la Seguridad General libanesa prosiguió su conteo demostrando que desde entonces hasta este momento el número de desplazados ha sobrepasado el millón y medio.
A la luz de todo eso, confirmo nuevamente la posición de mi país, que trabaja para consagrar el derecho a un regreso decente, en condiciones de seguridad y permanente de los migrantes a su tierra, que rechaza toda tergiversación o regateo que vinculen ese tema crucial a una solución política incierta. Rechazamos igualmente toda implantación de migrantes o refugiados en Líbano.
Acogemos por tanto favorablemente toda iniciativa –como la iniciativa rusa– tendiente a resolver esta crisis.
Señora Presidente,
señoras y señores.
La Historia nos ha enseñado que la injusticia engendra la explosión. Asimismo, ignorar la justicia y adoptar la política del doble rasero son actitudes que engendran un sentimiento de venganza y alimentan toda forma de extremismo, llevando a la violencia y al terrorismo.
Desgraciadamente, los enfoques políticos internacionales sobre el Medio Oriente son cruelmente injustos, afirman tanto una cosa como lo contrario, sembrando así la duda entre los pueblos de la región en cuanto a cómo entienden la democracia países pioneros de ese sistema.
La causa palestina ilustra perfectamente esta situación. La impunidad en torno a ella ha provocado numerosas guerras en el Medio Oriente y engendrado una resistencia que no cesará hasta que se elimine la iniquidad y se haga reinar la justicia. Recientemente, las Naciones votaron, en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General, contra la proclamación de Jerusalén como capital de Israel. A pesar del resultado de esas dos votaciones, que reflejan la voluntad de la comunidad internacional, ciertas embajadas se trasladaron a Jerusalén.
Se adoptó después la ley del «Estado-nación judío», una ley que empuja al éxodo y que está basada en el rechazo al Otro socavando claramente todo esfuerzo de paz y todo proyecto que reconozcan dos Estados.
Y para completar el panorama viene ahora la decisión de cortar las ayudas a la UNRWA, que es, como su nombre lo indica, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo. Su objetivo es «responder a las necesidades de esos refugiados y protegerlos hasta que se encuentre una solución a sus sufrimientos».
¿Acaso han terminado los sufrimientos de los refugiados palestinos para que se ponga fin al papel de UNRWA? ¿Paralizar el papel de esta no es más bien una manera de preparar la supresión del estatus de «refugiados» para imponer su asimilación en los países que los acogen, eliminar la identidad palestina y legitimizar la implantación
Señora Presidente,
señoras y señores,
De la noche a la mañana, todo un pueblo se vio sin identidad, sin patria, por decisión de los mismos que supuestamente deben defender los Estados débiles. Que cada uno de nosotros imagine por un instante que una decisión internacional como esa, sobre la que no tiene uno ningún recurso, venga a privarlo de su tierra y de su identidad. Y que, mientras trata de resistir, se le asestan golpes para obligarlo a renunciar…
Esa es la situación del pueblo palestino, un pueblo diseminado por los cuatro puntos cardinales. ¿Aceptaríamos eso para nosotros y para nuestros pueblos? ¿Puede aceptarlo la conciencia mundial? ¿Estipulan eso las cartas y pactos internacionales? ¿Quién puede garantizar que los pueblos pequeños, como el pueblo libanés, no tendrán que sufrir ese destino?
Mientras tanto, continúan las violaciones israelíes de la resolucion 1701, por tierra, mar y aire, a pesar de que el Líbano respeta enteramente esa resolución.
Señora Presidente,
señoras y señores,
Nuestro mundo padece hoy una crisis de extremismo y de fanatismo que se expresa en el rechazo a la diferencia del Otro, a su cultura, su religión, su color y su civilización, llegando incluso al rechazo de su existencia misma. Esta crisis parece estar exacerbándose y ningún país está a salvo de sus efectos devastadores sobre las sociedades y los Estados que pone en peligro de implosión.
La ONU y antes que ella la Sociedad de las Naciones se vieron en la incapacidad de impedir las guerras, de instaurar la paz y de lograr que reinara el derecho. Una de las causas más importantes de ello es la ausencia de una cultura mundial de la paz basada en el conocimiento del Otro, con sus diferencias, y la aplicación de la coexistencia.
Hoy es urgente establecer un diálogo interconfesional, intercultural e interracial y crear instituciones internacionales especializadas en la difusión de la cultura del diálogo y de la paz.
Debido a su sociedad plural, en la que cristianos y musulmanes coexisten compartiendo el poder y la administración, gracias al conocimiento adquirido por sus ciudadanos diseminados por todo el mundo, gracias a la sucesión de civilizaciones y culturas en su suelo con el paso de los siglos, el Líbano es un ejemplo único, capaz de crear una Academia Internacional encargada de promover esos valores: la «Academia de Encuentro y Diálogo entre los Hombres».
Desde esta misma tribuna lancé el año pasado una iniciativa para convertir el Líbano en un centro mundial de diálogo interconfesional, intercultural e interracial. Hoy aspiramos a que esa iniciativa se consolide mediante la ratificación de una convención multilateral para crear esa Academia en Líbano y convertirla en un proyecto internacional de encuentro y diálogo permanente y de promoción del espíritu de coexistencia, en concordancia con los objetivos de la ONU y la deontología de la diplomacia preventiva para evitar los conflictos.
Señora Presidente,
señoras y señores,
El Hombre es enemigo de lo que no conoce y de aquellos a quienes no conoce bien. El camino de la salvación está en el reencuentro, en el diálogo, en el rechazo al discurso violento y en la aplicación de la justicia entre los pueblos, que es lo único que da a nuestras sociedades estabilidad y seguridad y concreta el desarrollo duradero, que sigue siendo el principal objetivo.
Gracias por su atención.
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