El único resultado importante de la Conferencia Ministerial de Varsovia sobre la Paz y la Seguridad en el Medio Oriente no tuvo nada que ver con lo que se había previsto: Israel se exhibió allí públicamente en conversaciones con Estados árabes con los que supuestamente no tiene relaciones diplomáticas.
El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, aprovechó el voto de la Cámara de Representantes estadounidense contra la guerra en Yemen para revelar la participación militar de Israel en ese conflicto.
En realidad, la “guerra de Yemen” se desarrolló, desde el primer día del conflicto, con la participación de fuerzas militares de Arabia Saudita, de Emiratos Árabes Unidos y de Israel. Esos 3 países habían instalado previamente un estado mayor común en Somalilandia, un Estado no reconocido que se halla bajo control israelí.
La guerra contra Yemen había sido objeto de varios años de negociaciones entre Israel y Arabia Saudita. El objetivo de esta agresión era iniciar la explotación de los yacimientos de petróleo existentes en el desierto de Rub al-Khali, que abarca territorios de Yemen, Arabia Saudita, Omán y los Emiratos Árabes Unidos.
La revelación por parte de Israel de su participación en la guerra contra Yemen constituye un nuevo paso –el anterior fue el reconocimiento público de sus continuos ataques contra Siria– para reafirmar su posición como Estado que actúa contra los intereses de Irán. Pero se trata de una manera de reescribir la historia ya que las intervenciones israelíes contra Siria y Yemen son anteriores a la presencia iraní en esos países.
En cuanto a Estados Unidos, esta revelación es un nuevo paso en la constitución de la alianza judeo-sunnita contra los chiitas, ya anunciada por el secretario de Estado, Mike Pompeo.
Unas 60 delegaciones extranjeras asistieron al show de Varsovia, sin expresar la más mínima reacción. La prensa occidental ha guardado el más estricto silencio sobre esa reunión.
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