La OTAN ha iniciado una campaña de prensa sobre la batalla de al-Baghuz Fawqani, en Siria. El objetivo es hacer creer que las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias –las FDS, supuestamente árabo-kurdas– han acabado con «los últimos yihadistas», lo cual justificaría poner fin a las operaciones militares de la coalición internacional creada por Estados Unidos para luchar contra el Emirato Islámico (Daesh).
Para eso se destaca teatralmente el papel de los túneles construidos por los yihadistas y el uso de civiles como escudos humanos. Es cierto que todos esos elementos existen, pero no son nada nuevo. Siempre han estado presentes en las acciones de los grupos yihadistas, tanto de al-Qaeda como del propio Daesh –vencidos por los esfuerzos conjuntos de las fuerzas de Siria, Irán y la Federación Rusa.
Como hemos explicado repetidamente, la coalición encabezada por Estados Unidos sólo comenzó a luchar realmente contra Daesh en fecha reciente, después de haberlo respaldado anteriormente. Fue precisamente ese el motivo de las críticas emitidas recientemente por el coronel francés Francois-Regis Legrier en un artículo, publicado en la Revue Défense Nationale antes de ser censurado y criticado a su vez por el ministerio de Defensa de Francia [1].
Tampoco se dice que numerosos combatientes de Daesh han sido incorporados a las FDS.
Aún quedan en Siria varias zonas bajo control de Daesh, principalmente en la región de Al-Mayadeen –al sur de la ciudad siria de Deir ez-Zor.
El punto de mayor concentración de yihadistas es la provincia siria de Idlib, donde se han reagrupado elementos de Daesh y de otros grupos armados provenientes de otras ciudades liberadas por las tropas sirias y sus aliados. En la región de Idlib –que no tiene acceso al mar y se halla en la frontera con Turquía– hay actualmente cerca de 2 millones de personas, entre las que se cuentan gran cantidad de pobladores retenidos allí por los yihadistas.
Allí no existe actualmente una autoridad regional y cada grupo yihadista mantiene bajo su control sus propias ciudades y aldeas. Casi todos esos grupos han optado por jurar fidelidad a al-Qaeda. La ley en vigor en las zonas ocupadas por los yihadistas es la charia y la moneda utilizada es la libra turca ya que el ejército turco protege la región. Esta vive sólo de la fabricación de artículos de marca falsificados que se venden en Europa a través de la mafia turca. Bajo el control de los yihadistas, la región de Idlib no logra autoabastecerse en materia de alimentación, no hay agua corriente ni servicio eléctrico. En materia de alimentación y de asistencia médica, la población depende de diversas ONGs occidentales y vive, en la práctica, de lo que aportan los gobiernos de Francia y Alemania.
En definitiva, la caída de al-Baghouz Fawqani no resolverá nada. Estados Unidos ha renunciado a la creación de un Estado terrorista y ha caído el Califato de Daesh. Sin embargo, eso no resuelve el problema ya que los yihadistas cambian constantemente de bandera –según quiénes los financien– pero no cambian de ideología. Después de haber favorecido deliberadamente el terrorismo islámico, la OTAN no logra –o no quiere– eliminarlo por completo.
El Pentágono no tiene el menor escrúpulo a trasladar a ciertos yihadistas hacia otros países mientras extermina a otros. Pero Alemania y Francia no logran poner fin a su alianza con esos elementos y se ven por consiguiente obligadas a mantener a los que quedan en Idlib. Por otro lado, tampoco se atreven a permitir que regresen a Europa, primero porque son demasiado numerosos y, además, por el temor que inspiran los actos de barbarie que han perpetrado y que siguen perpetrando en Siria.
Conclusión: Berlín y París ya no saben qué hacer con sus antiguos aliados.
[1] «Francia no tolera debate sobre la realidad de la lucha contra Daesh», Red Voltaire, 2 de marzo de 2019.
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