La escalada de tensiones en el Golfo Pérsico nada tiene que ver con un supuesto “peligro iraní”. Se trata, en realidad, de un segundo round de la política antimperialista iraní iniciada por el primer ministro Mossadegh, antes de la época de los ayatolas. Londres, como en 1952, está dispuesto a ir a la guerra con tal de conservar sus arbitrarias ventajas económicas. Pero en aquella época, si bien los británicos ganaron momentáneamente la partida, unos años después acabaron perdiéndola en Suez, en beneficio de Estados Unidos.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido se resistía a abandonar su imperio. Su reacción consistió en crear por todas partes bancos centrales independientes para seguir saqueando sus ex colonias cuando estas se hicieran independientes y empresas con las que podía acaparar la mitad de las riquezas nacionales.
Mohamed Mossadegh, primer ministro del shah iraní Mohamed Reza Pahlevi, no toleró que Londres confiscara el petróleo de su país y que se robara el 50% de los ingresos a través de la Anglo-Iranian Oil Company (AIOC), así que nacionalizó esa compañía. Pero como la AIOC era propiedad del ministerio británico de la Marina, Londres temió que el ejemplo de Mossadegh se extendiera por todo el Tercer Mundo.
Visto desde Occidente, Irán era un ejemplo malsano.
En defensa de su imperio, el entonces primer ministro británico, Winston Churchill, convenció a su socio estadounidense, el presidente Dwight D. Eisenhower, para derrocar a Mossadegh. Se orquestó entonces la operación conjunta del MI6 y de la CIA bautizada como Ajax, bajo la dirección de Kermit Roosevelt y de Herbert N. Schwarzkopf. Kermit Roosevelt era el nieto del presidente estadounidense Theodore Roosevelt, quien había colonizado Latinoamérica, y Herbert N. Schwarkopf fue el padre del general Norman Schwartzkopf, quien dirigiría la invasión de Irak contra Saddam Hussein.
Después del derrocamiento de Mossadegh, estadounidenses y británicos pusieron al general Fazlollah Zahedi como primer ministro de Irán y crearon la SAVAK, un aparato sanguinario de policía política, dirigido por criminales reciclados de la Gestapo nazi. El pueblo iraní pagó muy caro su voluntad de independencia.
La operación Ajax fue un éxito para estadounidenses y británicos y sirvió de modelo a otras falsas revoluciones cuyo objetivo era la eliminación de gobiernos que no se sometían a las órdenes del imperialismo. Pero lo más importante es que pospuso durante 35 años la liberación de los pueblos colonizados.
Años después, cuando Estados Unidos derrocó al shah Mohamed Reza Pahlevi, quien estaba preparando un alza mundial de los precios del petróleo a través de la OPEP, Washington creyó haber demostrado la misma habilidad al organizar con Francia el regreso del imam Khomeini, para ponerlo en lugar del shah. Pero los cowboys no han logrado nunca ser tan eficaces como sus mentores británicos, se equivocaron en sus previsiones sobre Khomeini e Irán se convirtió nuevamente en el guía de la lucha antimperialista que ya había sido antes del régimen islámico.
Es ese el conflicto cuyo resurgimiento estamos viendo ahora. Como en tiempos de Mossadegh, la producción iraní de petróleo se derrumbó ante las agresiones occidentales. En julio de 1952, la Royal Navy británica abordó el petrolero iraní Rose Mary. Ahora, en julio de 2019, abordó frente a Gibraltar el Grace 1, cargado con petróleo iraní. Como siempre, los británicos dicen contar con la fuerza del derecho, pero en realidad sólo cuentan con su arrogancia. En la época de Mossadegh, los británicos decían que Irán exportaba petróleo robado, ya que rechazan la nacionalización de la compañía británica. Hoy acusan a Irán de violar las sanciones europeas… pero son las sanciones europeas las que violan el derecho internacional.
Si el conflicto resulta ventajoso para los británicos, pospondrá por décadas la liberación de los pueblos colonizados. Si favorece a los iraníes, abrirá el camino a un mundo diferente.
También podría aparecer una vía intermedia. En 1952, Londres y Washington eran aliados pero entre ellos fue surgiendo una rivalidad y en 1957 Estados Unidos se apoderó de una parte del imperio británico en ocasión de la crisis de Suez. En aquella época, Washington participó en las negociaciones británicas con el líder egipcio Gamal Abdel Nasser, percibió el acercamiento de los franceses a los ingleses y los israelíes pero no actuó hasta que todos ellos se lanzaron a la conquista del Canal de Suez. Actualmente, existe entre Washington y Londres un distanciamiento similar al de aquella época y Estados Unidos podría aprovecharse de un paso en falso de Londres para asumir la pose de «salvador de la paz» expulsando a los británicos del Golfo Pérsico. Los consejeros británicos están presentes en Arabia Saudita, Bahrein, en Emiratos Árabes Unidos, Omán y Qatar.
Washington persigue dos objetivos frente a Irán. El primero es destruir las estructuras e instituciones del Estado iraní, como ya hizo en Afganistán, en Irak y en Libia, además de haber tratado de hacerlo en Siria. En eso consiste la estrategia Rumsfeld/Cebrowski. El segundo objetivo de Washington frente a Irán es controlar las exportaciones de los hidrocarburos iraníes para manejar a su antojo el mercado mundial. Esa es la estrategia Trump/Pompeo. Todo el discurso sobre el programa nuclear iraní no es más que retórica barata y falsa, y todo el mundo lo sabe.
No es imposible que, enredado en un Brexit que ya tarda demasiado en concretarse y que se ha convertido casi en la cuadratura del círculo, el nuevo gobierno británico se aferre a la defensa de los girones del antiguo imperio británico. La implosión del gobierno de Theresa May lo hace susceptible de ceder a la tentación de cualquier aventura.
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