Los disturbios raciales que hoy se extienden en Estados Unidos no amenazan la integridad territorial de ese país. Pero podrían abrir el camino a un enfrentamiento cultural entre las comunidades que lo pueblan. Más que nunca, las posibilidades de secesión de regiones enteras están a la orden del día.
Estados Unidos se incendia después del aparente linchamiento del ciudadano negro, George Floyd, perpetrado por un policía blanco de Minneapolis, Derek Chauvin, el 25 de mayo de 2020.
El discurso apaciguador del alcalde Jacob Frey no dio resultado. El gobernador de Minnesota, Tim Walz, recurrió a la Guardia Nacional para controlar la rebelión. Los motines se han extendido a 140 grandes ciudades y al menos 20 Estados han optado por desplegar la Guardia Nacional.
Estos motines no están relacionados con la pugna política entre demócratas y republicanos –Minneapolis y Minnesota son demócratas–, pero eran previsibles para todo el que se interesa por la sociología de Estados Unidos [1].
Los actuales acontecimientos traen de inmediato a la mente, los motines registrados en 1992 en Los Angeles después de la absolución de los policías blancos que habían apaleado salvajemente al ciudadano negro Rodney King. En aquella época, 63 personas murieron durante los motines, que dejaron además 2 383 heridos y más de 12 000 personas arrestadas. Los daños materiales sobrepasaron los 1 000 millones de dólares, incluyendo 3 767 edificios incendiados [2].
Pero la situación actual sólo expresa la cólera de la población negra y de ciertos sectores de la población blanca contra el poder blanco, mientras que en lo sucedido hace 28 años también hubo enfrentamientos entre la comunidad negra y la comunidad coreana. Además, esta vez los enfrentamientos se extienden por el país en vez de limitarse al marco geográfico del lugar donde se produjo el hecho que causó el estallido. La extensión actual de los enfrentamientos recuerda lo sucedido en los Estados Unidos de los años 1960 –bajo las administraciones de Kennedy y Johnson– cuando se ordenó el despliegue de la Guardia Nacional en varios Estados segregacionistas para concretar el acceso de los alumnos negros a las escuelas públicas.
Estados Unidos sigue sin acabar de digerir su pasado esclavista. Sin embargo, a pesar de las apariencias, este conflicto no amenaza la integridad del país. El hecho es que, en estos últimos años, los cambios de domicilio de la población estadounidense a través del país se han incrementado notablemente, de manera que los estadounidenses se han reagrupado en función de sus afinidades culturales en 11 comunidades diferentes (ver el mapa incluido al principio de este artículo). Los negros, por su parte, no están reunidos en una zona geográfica determinada sino que han realizado una New Great Migration («Nueva Gran Migración»), principalmente hacia regiones rurales del sur, donde impera lo que podríamos llamar un sistema de casta y de oposición al Estado federal, regiones donde la población negra se ha integrado, aunque sigue siendo discriminada. También está muy presente en los Midlands estadounidenses, esencialmente pluralistas y funcionales alrededor de las clases medias [3].
Según diversas fuentes policiales, grupos supuestamente antifascistas, los llamados “Antifa”, coordinan los motines a través del país. Aunque aún se ignora quién financia este movimiento, no está de más recordar que el FBI denunció hace 3 años la existencia de un complot con vínculos entre los medios anarquistas estadounidenses y yihadistas del Medio Oriente [4]. De ser cierta esa información, habría que ver tras la extensión de los actuales motines –aunque no en su inicio– la mano del Estado Profundo estadounidense maniobrando contra el presidente Trump [5]. Trump anunció por demás su intención de prohibir los grupos que se hacen llamar “Antifa”.
En todo caso, las cosas pudieran empeorar para el futuro de Estados Unidos pero sólo si otras comunidades se sumaran a los motines, principalmente la de origen mexicano, cuyas bandas son particularmente violentas.
La tentación separatista es especialmente fuerte en Texas [6] y en California, los dos únicos Estados que se presentan como Repúblicas.
En 1998, el profesor ruso Igor Panarin, quien era entonces uno de los directores del KGB, predecía que Estados Unidos no sobreviviría por mucho tiempo después de la desaparición de la URSS. Basándose en un análisis de las diferencias culturales regionales que estaban comenzando a hacerse más evidentes, Panarin anticipaba la disolución del Estado federal. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 y el proyecto iniciado entonces bajo la administración del republicano George Bush hijo, y continuado por el demócrata Barack Obama, vinieron a interrumpir ese proceso, que sin embargo volvió a cobrar fuerza durante el segundo mandato de Obama, llevó al ahora presidente Trump al poder y hoy parece inevitable.
[1] «Balance y perspectivas de Donald Trump», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de diciembre de 2017.
[2] Screening the Los Angeles “Riots”: Race, Seeing, and Resistance, Darnell M. Hunt, Cambridge University Press, 1996; Official Negligence: How Rodney King and the Riots Changed Los Angeles and the LAPD, Lou Cannon, Random House, 2016.
[3] American Nations. A history of the 11 rival regional cultures of North America, Colin Woodard, Viking, 2011.
[4] «El FBI descubrió un complot entre anarquistas estadounidenses, al-Qaeda y Daesh», Red Voltaire, 31 de octubre de 2017.
[5] «Las brigadas anarquistas de la OTAN», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 12 de septiembre de 2017.
[6] «Chuck Norris organiza la primera reunión de milicias por la secesión de Texas»; «Le gouverneur Perry envisage la sécession du Texas»; «Ron Paul rappelle le droit du Texas à la sécession», Red Voltaire, 17 de marzo, 17 y 22 de abril de 2009.
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