Aunque la prensa ha presentado el incidente protocolar de Ankara como una humillación que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan infligió a la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Layen, la realidad es que Erdogan, en contubernio con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se prestó para presentar a este último como si ocupara el cargo, inexistente, de presidente de la Unión Europea.
Las agencias de prensa han divulgado ampliamente las imágenes del encuentro cumbre entre el presidente de Turquía y los principales dirigentes de la Unión Europea. Esas imágenes muestran al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, recibiendo en el Palacio Blanco al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y a la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Layen. Pero en el gran salón sólo hay 2 butacas. La señora von der Layen inicialmente se queda de pie y luego acaba sentándose en un sofá, frente al ministro turco de Exteriores.
Los medios de prensa europeos interpretaron esas imágenes como un insulto del autócrata turco a la Unión Europea. Muchos lo presentaron como una confirmación de su machismo, pero esto último oculta un grave problema existente en el seno de la Unión Europea.
El encuentro habría tenido que realizarse en Bruselas pero el presidente turco Erdogan maniobró para que se hiciera en la capital turca. Los preparativos se hicieron mediante contactos telefónicos entre los funcionarios europeos y turcos. La disposición del gran salón donde se desarrolló el encuentro correspondía a lo exigido por la Unión Europea, así que no fue el presidente turco Erdogan quien quiso humillar a Ursula von der Layen.
Para entender lo sucedido tenemos que relacionar el hecho con el contexto de la evolución de las instituciones de la Unión Europea.
El 25 de marzo, o sea 13 días antes del encuentro de Ankara, se realizó el Consejo de jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea. Debido a la epidemia de Covid-19, ese encuentro se hizo por videoconferencia. Participaron los jefes de Estado y de gobierno de los 27 países miembros de la Unión Europea, bajo la presidencia del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, así como el verdadero jefe de todos: el presidente de Estados Unidos, Joe Biden [1]. Biden confirmó sin rodeos que Washington necesita una Unión Europea fuerte y que acate sus órdenes. Impartió varias instrucciones, recalcando que hay que mantener buenas relaciones con Turquía a pesar de los litigios pendientes entre Europa y Ankara –como la delimitación de las fronteras en el este del Mediterráneo, la ocupación militar turca en Chipre, en Irak y Siria, la violación del embargo de la ONU en Libia y la injerencia religiosa turca en Europa.
El presidente Donald Trump quería reemplazar las relaciones imperiales de Estados Unidos por relaciones de orden comercial. Trump había cuestionado tanto la OTAN como la Unión Europea, poniendo así a los dirigentes europeos ante sus propias responsabilidades. Pero el actual intento estadounidense de regresar a la organización del mundo heredada de la Segunda Guerra Mundial no encontró oposición. Todos los dirigentes europeos encuentran más cómodo que la defensa de sus países siga estando bajo el «paraguas estadonidense», sin importar el precio.
La Unión Europea se ha construido pasando por varias etapas:
– Inicialmente, en 1949, Estados Unidos y Reino Unido incluyeron toda Europa occidental en una alianza desigual: la OTAN. Washington y Londres tenían como objetivo dirigir la zona de influencia que habían negociado con la Unión Soviética. Después, en 1957, empujaron los 6 países miembros de la OTAN –uno de ellos bajo la ocupación militar estadounidense y británica– a firmar el Tratado de Roma, constituyendo así la Comunidad Económica Europea, predecesora de la actual Unión Europea. La Comunidad Económica Europea (CEE) debía estructurar un mercado común, imponiendo normas comerciales establecidas desde la OTAN.
Es por eso que la CEE se organizó alrededor de dos poderes: una burocracia –la Comisión–, encargada de “traducir” al derecho local las normas anglosajonas de la OTAN, y un Consejo de jefes de Estado y/o de gobierno, encargado de aplicar esas decisiones en cada país miembro. Todo el conjunto quedaría bajo el control de una asamblea parlamentaria conformada con delegados de los parlamentos nacionales.
– Dado el hecho que todo ese dispositivo de guerra fría se había concebido en contra de la URSS, su finalidad misma se vio cuestionada por la desaparición de la Unión Soviética, en 1991. Al cabo de múltiples peripecias, Washington impuso una nueva arquitectura: el secretario de Estado del presidente George Bush padre, James Baker, anunció –antes de la realización del Consejo de jefes de Estado y de gobierno de Europa occidental– que la OTAN y la CEE, rebautizada como Unión Europea, aceptarían como miembros a todos los ex miembros del desaparecido Pacto de Varsovia… con excepción de Rusia. Las instituciones concebidas para 6 países miembros tuvieron entonces que someterse a una serie de reformas para que absorbieran 28 países o más.
– Cuando el presidente estadounidense Donald Trump decidió liberar a Estados Unidos de sus “obligaciones” imperiales, varios dirigentes europeos concibieron la posibilidad de convertir la Unión Europea en una superpotencia independiente y soberana, similar a Estados Unidos, en detrimento de los países miembros. Así censuraron el presupuesto de Italia y cuestionaron los gobiernos de Hungría y Polonia. Pero encontraron demasiada resistencia y no lograron convertir la Comisión Europea en un súper gobierno o un súper Estado.
Ahora, con la administración Biden, el regreso del “padrino” estadounidense perfila una nueva variante institucional: la Comisión Europea seguiría “traduciendo” al derecho europeo las normas, cada vez más numerosas, de la OTAN y el Consejo Europeo seguiría garantizando la aplicación de esas normas en cada país miembro de la Unión Europea, pero debido a la gran cantidad de países miembros, habría que reconocer una función ejecutiva al presidente del Consejo Europeo, cargo actualmente en manos del belga Charles Michel.
Hasta ahora, el presidente de la Comisión Europea y el presidente del Consejo tenían el mismo rango. El presidente de la Comisión Europea dirigía una imponente máquina burocratica pero el presidente del Consejo Europeo era un personaje carente de esa envergadura, responsable sólo de establecer un orden del día y de registrar las decisiones de esa instancia. Pero ninguno de los dos se someten a elecciones populares, son funcionarios y tenían el mismo rango protocolar.
Así que Charles Michel indicó a su compinche Recep Tayyip Erdogan su deseo de convertirse en el súper jefe de Estado de la Unión Europea, relegando a la presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Layen, a la categoría subalterna de súper “primer ministro”.
Así que fue el belga Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, quien provocó el «incidente protocolar» de Ankara. Y el presidente turco Erdogan estuvo seguramente muy feliz de hacerle ese favor, ya que así dividió un poco más a los europeos. Si usted mira atentamente las imágenes, notará que Charles Michel sube la escalinata del Palacio Blanco sin esperar a la señora von der Layen, luego se apodera de la butaca junto al presidente Erdogan y se aferra a ella, sin expresar ninguna solidaridad por la otra representante de la Unión Europea.
En su declaración a la salida de este encuentro, Charles Michel ni siquiera menciona el incidente [2]. En las imágenes difundidas por los medios turcos puede verse que el sofá que finalmente ocupa la señora von der Layen está frente a otro, donde se sienta el ministro turco de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, conforme a las instrucciones de los responsables del protocolo de la Unión Europea. Dado el hecho que Turquía ha adoptado un régimen presidencial, ya no hay primer ministro en ese país –Erdogan es a la vez jefe de Estado y de gobierno–, razón por la cual el ministro turco de Exteriores estaba legítimamente sentado frente a la “primer ministro” de la Unión Europea.
En resumen, lo sucedido en Ankara no fue un incidente diplomático sino un intento de Charles Michel de arrogarse en el seno de la Unión Europea un poder que no le pertenece, incluso en detrimento de esa institución supranacional. Pero la batalla esto es sólo el inicio de la batalla.
[1] «Le président Biden participe au Sommet du Conseil européen», Casa Blanca, Réseau Voltaire, 25 de marzo de 2021.
[2] «Intervention de Charles Michel à l’issue de sa rencontre avec Recep Tayyip Erdogan», por Charles Michel, Réseau Voltaire, 6 de abril de 2021.
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