Robar a sus enemigos se ha convertido en una maniobra clásica de Estados Unidos.
En 2003, durante la guerra contra Irak, las reservas del banco nacional iraquí “desaparecieron” sin dejar rastro. Estados Unidos acusó al presidente derrocado, Saddam Hussein, de haber robado su propio banco. Finalmente, Estados Unidos encontró al presidente Hussein… pero “no encontró” los fondos, como tampoco encontró nunca las «armas de destrucción masiva».
En 2011 vino el saqueo de los fondos soberanos de Libia, 150 000 millones de dólares que simplemente se esfumaron. El atraco del siglo.
Más recientemente, los fondos del Banco Central de Venezuela y otros fondos de diferentes instituciones de ese país fueron «congelados» y puestos, al menos teóricamente, a la disposición de un títere de la CIA –el autoproclamado «presidente encargado» Juan Guaidó– al igual que las reservas de oro que Venezuela tenía depositadas en el “respetable” Banco de Inglaterra.
Después de todo eso, ahora, en 2022, a falta de ser un comportamiento honesto, debe parecer “normal” que Denis Kudin, el segundo responsable más importante del fondo soberano ucraniano y viceministro de Economía, esté reclamando que sean entregados a Kiev los fondos rusos que se declaren «congelados» en Occidente.
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