Además de un costo ya exorbitante, el transporte del gas natural licuado (GNL), que supuestamente vendría a reemplazar el gas natural ruso, implica una secuencia de operaciones técnicas extremadamente peligrosas. Las necesarias precauciones acabarán siendo sacrificadas en nombre de la urgencia política.
El Consejo Europeo finalmente parió otro tren de sanciones contra Rusia, decretando de hecho un embargo contra las importaciones de petróleo ruso.
Simultáneamente, el ministro italiano para la Transición Ecológica, Roberto Cingolani, ya anuncia «un embargo contra el gas ruso dentro de poco».
El efecto de bumerang que las sanciones contra Rusia están teniendo sobre la economía de Italia está quedando demostrado en los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística italiano (ISTAT):
– En un año, el precio de la energía se incrementó en Italia en un 72,5%.
– Como consecuencia de ese incremento, el déficit de la balanza energética italiana se disparó, en un año, en más de 5 000 millones de euros –antes estaba en menos de 3 000 millones y ahora sobrepasa los 8 000 millones de euros.
Y, por supuesto, la crisis energética se agravará todavía más si se decreta un embargo contra el gas ruso.
Pero, el ministro Cingolani ya tiene lista una solución: sustituir el gas ruso por el gas natural licuado (GNL) importado desde otros lugares –sobre todo desde Estados Unidos, el Medio Oriente y África.
Para acelerar las importaciones –anunció Cingolani al parlamento italiano– se instalarán centros flotantes de regasificación, remolcados por grandes barcos, en los puertos de Piombino, Ravena, entre otros. A esos puertos llegarán constantemente los buques metaneros, o sea enormes barcos dedicados únicamente al transporte de gas licuado o GNL. Esos buques transferirán el gas licuado a los centros flotantes de regasificación.
Eso es una operación altamente peligrosa.
El GNL es un gas convertido en líquido mediante un proceso industrial que lo comprime 600 veces llevándolo a una temperatura de -161 grados centígrados para cargarlo en enormes buques construidos especialmente para transportar GNL. Al llegar al punto de destino, ese gas licuado se transfiere del buque que lo transportó a una estación de regasificación donde se realiza otro proceso que lleva nuevamente ese gas licuado a la temperatura ambiente, utilizando para ello enormes cantidades de agua de mar. Cualquier fuga accidental en medio de esa delicada operación puede tener efectos desastrosos. Por esa razón, las normas internacionales de seguridad estipulan que los centros o estaciones de regasificación deben situarse lejos de todo centro de actividad comercial marítima y de cualquier lugar habitado.
El plan del gobierno [italiano], presentado por el ministro Cingolano y ya en ejecución, ignora esas normas.
El grave peligro al que se expone la población se ve confirmado por el hecho que a menos de 100 kilómetros del puerto de Piombino –donde estará anclado el centro flotante de regasificación– ya funciona otra instalación de ese tipo.
Esa regasificadora ya existente está anclada a 22 kilómetros de la costa y alrededor de ella hay un amplio perímetro prohibido a la navegación y a cualquier otra actividad por razones de seguridad.
Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
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