«La luz de esperanza que de generación en generación nos unió, desaparece entre la corrupción de los vende patria, de los usurpadores de los ahorros de los pobres, del voraz apetito que quita el pan a los hambreados para aumentar el poder de los bancos, de los poderosos. (...) Volveremos a ser dignos de nuestra historia, seremos libres. No somos colaboradores ni vendidos. No caerá sobre nosotros la maldición histórica de los cobardes. Para este honor y esta necesidad convocamos nuevamente a todos, a todas, a los jóvenes y aún a los niños. Es la hora de la prueba, del conflicto, pero también del triunfo. Para ello la unidad es indispensable.»
Teníamos una Patria. ¿Ya no la tenemos? Esos sueños de los que lucharon por Ella y de los que la querían más libre y justa se nos devuelven en un mapa disminuido que no lo reconocemos. Se nos impone el dólar estadounidense al igual que los doblones en la anterior colonia. Y se nos abruma con la entrega del territorio que aún tenía la bandera del Ecuador: Manta en poder de las fuerzas armadas estadounidenses. Y todavía más, los que han suscrito el Pacto del ALCA y están dispuestos a comerciar con lo que aún nos resta, se inscriben en el Plan Colombia y envían miles de soldados a la frontera norte, en tanto que la Amazonía, de la que se extrae ávidamente el petróleo, la madera y el oro, está marginada del Estado Ecuatoriano.
Sumarse a la guerra del Imperio contra el derecho de los pueblos de América a disponer de sus recursos y sus libertades tradicionales es renunciar a sus derechos de ciudadanía, ser un quintacolumnista contra su propia tierra, volverse un apátrida al que solo le interesa su ganancia. Y ése no es el Ecuador de Bolívar y de Sucre, de Manuela Sáenz y de Abdón Calderón, de Rumiñahui y de Espejo, que lucharon por la libertad de sus hijos y no es el país de todas las generaciones de patriotas que lo han levantado.
La luz de esperanza que de generación en generación nos unió, desaparece entre la corrupción de los vende patria, de los usurpadores de los ahorros de los pobres, del voraz apetito que quita el pan a los hambreados para aumentar el poder de los bancos, de los poderosos.
Aquí volveremos a plantar la semilla del Primer Grito de la Independencia hasta rescatarla para la historia y regresarla al patrimonio común, uno e indivisible de nuestra América Libre.
La democracia nos convoca y nos une como la esperanza de todos. Pero antes debemos tener la Patria, nuestra fuente ancestral del ayer al futuro. Si ella desaparece no hay sustento para nuestro ser nacional.
Volveremos a ser dignos de nuestra historia, seremos libres. No somos colaboradores ni vendidos. No caerá sobre nosotros la maldición histórica de los cobardes.
Para este honor y esta necesidad convocamos nuevamente a todos, a todas, a los jóvenes y aún a los niños. Es la hora de la prueba, del conflicto, pero también del triunfo. Para ello la unidad es indispensable.
Esta Patria no está de venta. No desaparecerá. Volverá a ser en América la luz precursora de ayer. La palabra de orden de su independencia, su paz y su soberanía.
Por eso, detener la guerra y la colonia es nuestra obligación de Patria y de futuro!
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