Palabras pronunciadas por Nela Martínez al recibir el premio Manuela Espejo de manos del alcalde metropolitano de Quito y el concejo metropolitano, en el salon de la ciudad del Palacio municipal, el 8 de marzo de 2002.
«Esta segunda colonización será, lamentablemente, más rapaz, violenta y grave que aquella que hizo de nuestras gloriosas Manuelas las adelantadas en la lucha anticolonial»
«Más allá de diferencias circunstanciales, o de conceptos políticos, en todo ciudadano honesto y nutrido de la historia y su esperanza secular, vibrará la voz de Bolívar llamándonos a revivir su historia, con nuestras Manuelas a la vanguardia»
Un día próximo esta condecoración, tan valiosa por el nombre que lleva, será conferida a hombres o mujeres, indistintamente de su sexo, ya que el largo período de discriminación llegará a su fin. Más aún, cuando esta vez lo ha merecido una transgresora, pues pienso que las condiciones sociales, económicas y políticas de nuestro país nos llevarán a todos, con conciencia de Patria, a rescatarla de la dependencia imperialista que ya tiene su punta de lanza, ojalá fuera solo lanza, en Manta. Digo con el antiguo hablar. Ahora debemos pensar que ese bello territorio de Manabí, cuna de un hombre valeroso y consecuente con las ideas de la transformación liberal, Eloy Alfaro, fue entregado, en acto de traición, para que sirviera de campo de entrenamiento militar a las fuerzas armadas norteamericanas.
Esta segunda colonización será, lamentablemente, más rapaz, violenta y grave que aquella que hizo de nuestras gloriosas Manuelas las adelantadas en la lucha anticolonial. De entre ellas la primera en el tiempo, esta Manuela periodista de la Real Audiencia de Quito, inquieta buscadora de la ciencia y sus cambios, rebelde en el mejor sentido de la palabra, autónoma, buceadora del conflicto de las clases, desde la suya - con los elementos de la cultura y sus negaciones de comprensión de la infinita contradicción científica que ya sacudía su mundo, hasta la del indio humillado y ofendido, al que entendió y defendió, a pesar del peso de la violencia y la servidumbre. La sucesión de hechos que de alguna manera comienza en sus manos han hecho alta y fecunda nuestra historia.
Sin el transgresor Rumiñahui la voz del ofendido no habría dejado su eco. Tampoco Espejo y sus hermano y hermana habrían tomado en sus manos los instrumentos que la cultura letrada les permitió conocer, para volverla arma de reivindicación y expresión personal. Porque lo que está claro en su ser es que, adentro del apellido de Santacruz y Espejo, la Manuela Chusig, de profundo barro nativo, latía.
Ahí están contra ella, en guerra, las normas discriminatorias de la historia. Fue silenciada, olvidada y desconocida por generaciones sumisas, que llegaron a inventar un himno nacional sonoro, con la voz de los que soñaron ser libres. La República, con excepciones de acción y rebeldía, no llegó a ser esa expresión viva de Libertad. Y nosotras, las mujeres de este ámbito de las Gloriosas, no buscamos, por desconocimiento u olvido, a la primera de mente lúcida e inquisidora, cuyo conocimiento real nos habría impedido más de un tropiezo.
Al recibir esta Medalla y este Premio, con su trascendencia de vida, me acuerdo de ese gesto que todos hemos tenido desde niños cuando alzábamos nuestra cabeza para mirar las estrellas, sin saber o recordar que hay moléculas de vida en el frío gas que nos emociona.
Este nombre pues, distante y aún luminoso, hasta hace poco casi incógnito por un deliberado silencio de sociedad machista y sumisa, contiene la primera expresión letrada de las Primicias de la Cultura de Quito. Luz anticolonial, con una enriquecedora carga personal de curiosidad cultural y científica, negación al conformismo, a la dependencia nacional y social. Estamos seguras que ni Eugenio, ni Pablo Espejo, ni Mejía Lequerica, habrían sido tales, grandes, sin el concurso generoso de esta mujer que indagaba la relación de peso y movimiento, de quietud y trascendencia, de pasado y futuro, para amarlo, para vivirlo.
Y aunque se prolongue este manuscrito, permítanme decirles que encuentro -y no puedo callarlo- similitud de hoy, del Ecuador Republicano, con aquel del fin de la Colonia. Las mismas inmoralidades: usurpar el bien público para regalarlo, como se pretende hoy con las empresas eléctricas, negociar con el cuerpo, reducido a lo mínimo, de la Patria, ayer de ríos y montes ahora entregada a gobiernos, no a pueblos, para la futura guerra, que ya comenzó en Colombia y ahora tratan de extenderla, porque existen y resisten Venezuela y Cuba. Y más, mucho más, un continente al sur, donde Argentina se tropieza con la crisis que remueve su economía, su ser cultural e histórico, a consecuencia de la deuda, que es la otra forma de volvernos miserables y dependientes de la banca yanqui, a todos por igual.
Y así como en la Colonia el fuego oculto se extendió para terminar con la opresión -así se creía- ahora no puede haber sino el renacimiento del mismo camino para acabar con una deuda que no es nuestra, con una entrega que rechazamos, con una guerra futura que, a pretexto de la droga, con ella o sin ella, ya ha comenzado.
Ahora pues, más que nunca, clamamos por la paz, estamos contra el Plan Colombia que utilizará todas la técnicas de la guerra norteamericana probada contra los "infieles" afganos para establecer la política global fascista.
Permítanme agradecer al Municipio de Quito por esta distinción, a las compañeras de la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión" y de las Organizaciones de Mujeres que se sumaron a una propuesta generosa, desconocida por mí, que hoy ha culminado en este encuentro con Manuela Espejo, espejo del anhelo de este pueblo que volverá por su vida y su honra, y se negará a ser carne de cañón y esclavo.
La Patria duele. Más allá de diferencias circunstanciales, o de conceptos políticos, en todo ciudadano honesto y nutrido de la historia y su esperanza secular, vibrará la voz de Bolívar llamándonos a revivir su historia, con nuestras Manuelas a la vanguardia.
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