El más reciente de los habituales gestos dictatoriales del presidente Uribe no podía ser más burdo. Prohibe al director del DANE, César Caballero, dar a conocer los resultados de su última encuesta sobre "victimización" ante el temor de que pudiera contradecir sus publicitados triunfos en materia de "seguridad". El único punto que, según las encuestas –entre comillas- privadas, le reconocen los colombianos y que le han valido su "popularidad".
El director, en una actitud digna que merece resaltarse dada la general obsecuencia de los funcionarios actuales, presentó su renuncia. Y ya fue reemplazado, con sorprendente celeridad, por alguien que sin duda es cuota de Germán Vargas Lleras, Uribista "pura sangre".
El hecho, en su grosero descaro, no tiene antecedentes. A pesar de que siempre el DANE ha estado bajo la orientación del gobierno de turno, al mismo tiempo ha mantenido algún margen de independencia con el fin de garantizar, a largo plazo, su credibilidad. Después de lo sucedido nadie podrá dar un peso por las estadísticas de dicha institución y aún entre las clases dominantes va a cundir la incertidumbre y la sospecha. Y téngase en cuenta que está planeado para el próximo año un censo de población.
El verdadero soporte del "mesías"
A pesar de la gravedad del acontecimiento los medios masivos de comunicación se han encargado de distorsionarlo y minimizarlo. Todos a una se han dedicado a propagar la idea de que el exdirector era, al fin y al cabo, conflictivo y a comentar que la cuestión no era tan grave y que es lógico que un gobierno tenga la potestad de "revisar primero" toda información. La poderosa cadena RCN, que ya es conocida como Radio Casa de Nariño, en una argucia que ya es costumbre, contrata a su firma privada de "encuestas" de cabecera, para contradecir, con mayor publicidad, la realizada por el DANE. Con 600 ciudadanos consultados comprueba que la seguridad ha aumentado...Frente a una muestra, técnicamente seleccionada, de 75.000 personas. Así se mantiene el embrujo.
Sin embargo, no sería de extrañar que aún dentro de la cúpula dominante, comiencen a abrirse ciertas fisuras. Es verdad que desde la pasada campaña presidencial habían llegado a la conclusión de que se necesitaba "mano fuerte" para ver si acababa con la insurgencia (calma para sus negocios), pero mano fuerte con apoyo popular y credibilidad, a lo cual han dedicado todos sus esfuerzos de "comunicación". Especialmente para las clases medias que añoraban la llegada del mesías. Y en eso continúan, ahora con la propuesta de reelección.
Pero el finquero enaltecido terminó por creerse la farsa y quiere ejercer de autócrata. Amenaza y dirige acciones de represión generalizada; vocifera y humilla aún a sus propios colaboradores. Ya ni siquiera por conveniencia –que pudor no tiene- oculta su fraternidad con los "mal llamados" paramilitares, y en gesto de arrogancia declara símbolo nacional el sombrero "vueltiao", el mismo que figura como logotipo de las AUC.
La política económica continúan manejándola los tecnócratas neoliberales bajo las riendas del FMI, pero al autócrata sólo le interesa la guerra y el culto a su personalidad y les ha puesto como única tarea conseguir recursos fiscales. No sería de extrañar, pues, que entre las mismas elites, y sobre todo en la clase media, más que arruinada, comience la desazón.
Pero, nada de esto ocurriría si no fuera por la denuncia y la lucha del movimiento popular. Y es ese fantasma el que, por encima de las encuestas, ha venido materializándose.
Nueva campanada de alerta
Más de sesenta mil indígenas del sur del país, Paeces, Guambianos y otros, durante cinco días marcharon sobre Cali. Los recibieron, con alborozo y solidaridad, miles y miles de colombianos y, en este momento continúan en Cali. Pese a los intentos de "folklorizarlos", supieron hacer sentir su presencia trascendental. Pese al silencio hicieron conocer sus demandas: contra la violencia y por una solución política del conflicto armado; contra el desconocimiento de su autonomía, contra el empobrecimiento a que se los quiere someter, contra el TLC que, bien lo saben, amenaza sus territorios junto con sus recursos y su sabiduría; contra las reformas propuestas a la Constitución.
Pero no solamente se movilizaron los del sur. También algunos de los pueblos de la costa caribe, los Zenues de Córdoba, los Wayuu y Yukpa en la Guajira, los Mocaná del Atlántico. Otros más de la región andina. E incluso hacia Bogotá marcharon los de las regiones circundantes. Una voz, colectiva y múltiple, se levantó para exigir lo suyo, demostrando que no es cierta la casi unanimidad que se viene aceptando. Seguramente no es el momento de alcanzar reivindicaciones materiales, no es todavía el propósito; y seguramente también, el gobierno las ignorará. Pero de la movilización indígena quedará su poderosa presencia gravitando sobre la vida nacional.
Coincidió con ésta, el paro nacional de los camioneros. Cinco días también se completan sin solución a la vista. Un sector social que desde hace tiempo viene formulando, en vano, sus exigencias muy concretas en materia de peajes y precios de los combustibles; en esta oportunidad le añaden una protesta frente al TLC, indicando una significativa cualificación política. Y no les resulta ajeno, aunque no suelen mencionarlo, el rechazo al caracter autoritario de este regimen. La política del Ministerio del transporte ha resultado golpeada. Lo mismo que la del de Minas, vapuleado y denunciado por corrupto, recientemente en el Congreso.
Entre otras manifestaciones de descontento e incluso de acción directa, debe destacarse la registrada en el sector salud. Contra el desmantelamiento de la red pública hospitalaria. Encabezada hoy por los trabajadores del sector y la ciudadanía de Santander en defensa del Hospital R. González V, de Bucaramanga, lucha que incluso ya tuvo sus repercusiones en un debate acalorado en el Congreso donde se puso contra la pared al ministro del ramo. Si a lo anterior sumamos otros hechos de oposición, de confrontación y de denuncia de la corrupción, podemos decir que el navío del gobierno hace agua.
Punto culminante de esta resistencia civil fueron las manifestaciones del día jueves 16 de septiembre, coincidiendo con la llegada a Cali de la marcha indígena, en varias ciudades capitales. En Bogotá, más de veinte mil personas marcharon contra el TLC, el paquetazo tributario y pensional y la reelección. Se pudo observar no sólo la fuerza de los diferentes sectores sociales y políticos involucrados sino su disposición de continuar en acciones similares. Sin duda, como en los otros casos, se verán muy pocos cambios inmediatos en la política y la actitud del gobierno, pero poco a poco la acción lo llevará a una situación de crisis. Incluso mucho antes de que se ventile electoralmente la reelección.
Por lo pronto el gobierno autoritario se mantiene sobre sus dos pilares fundamentales: la fuerza que no cesa de aplicarse de la manera más criminal y ya desembozada, y el embrujo recreado por los medios masivos de comunicación. Este último se mantiene todavía aunque con menos credibilidad. -Muy poco se informó sobre la movilización indígena y la manifestación de Bogotá; nada sobre las marchas en las otras ciudades- Pero no puede sostenerse indefinidamente. El país real terminará por reconocerse en su realidad. Y sin embrujo la fuerza tendrá menos eficacia.
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