El despliegue y la progresiva consolidación de las tantas misiones sociales que con creces se han entronizado en la sociedad venezolana
demuestran, por su carácter popular, participativo y
emergente, que son lo suficientemente eficiente y
rápidas para solucionar los distintos problemas básicos que la sociedad venezolana ha venido padeciendo. En esta nota, el autor plantea el
desarrollo de la contraloría social de la agricultura.
Este nuevo estilo de accionar societario está siendo impulsado por el genuino ejercicio de la democracia participativa, la cual, ha motivado un inusitado despliegue de organizaciones sociales que nos demuestran sus ansias y pujos por participar de verdad en las distintas actividades de construcción social. Por ejemplo: las comunidades autogestionarias de base; las asambleas de barrio y ciudadanos; las cooperativas; los medios alternativos y las radios populares; los círculos bolivarianos; las redes de artesanos, constituyentes; los micro productores del campo y ciudad; los comités de salud, de agua, vivienda y tierra; los ecologistas; la gente de conexión social; los gobiernos escolares; éstas y otras organizaciones se han establecido dándole forma y contenido al devenir participativo exigiendo la responsabilidad que ello acarrea en mejorar cada vez más su accionar social y revolucionario.
Participación y contraloría social
Los espacios sociales, productivos y participativos que se inician y/o consolidan a nivel nacional comienzan a plantear los distintos procesos de contraloría social destinados a verificar lo exigido y cumplido en los planes, programas, propuestas de trabajo y distintas leyes. Las comunidades se están proponiendo generar acciones de control, vigilancia y evaluación para garantizar se respeten los lineamientos y se cumplan los objetivos de los programas sociales y productivos.
No hay duda de que se trata de avanzar en su proceso de formación social y político para progresivamente mejorar la calidad de vida de las comunidades y sus familias.
Con ello se fomenta la responsabilidad de los ciudadanos a fin de que obtengan el máximo provecho de relaciones que se dan, avanzando hacia la construcción de un nuevo poder político. Asímismo se propicia la transparencia, honestidad y eficiencia en los procedimientos de operación, en la prestación de los servicios y en el manejo de los recursos asignados a la población beneficiada. Una contraloría social bien encauzada evitaría que los recursos sean utilizados con intereses particulares por un grupo ajeno a los de la comunidad.
Agricultura en la contraloría social
Afirmamos que la máxima expresión de la práctica de una democracia participativa es la contraloría social de cualquier proceso e iniciativa de construcción social y productiva. Acá es importante detenernos por cuanto el proceso revolucionario bolivariano además de gestar procesos originarios, en la agricultura nacional sigue planteándose una dinámica social-productiva heredada de la cuarta república. Desde esa perspectiva se dan algunas relativos avances en algunos rubros agroindustriales, como arroz, maíz y algodón en términos de superficie.
Por el contrario, políticas para los pequeños y medianos productores no existen. Estos están totalmente descartados del sistema financiero, se les exige los mismos requerimientos que a los grandes productores, la liquidación es inoportuna. Se financia al cultivo o rubro no a los productores. Los insumos no llegan oportunamente para preparar las tierras. O surge lo contrario. Se otorgan financiamientos multimillonarios y no hay tierras.
Se da un desfase en la dotación de insumos, dinero, maquinaria, mano de obra y adquisición de semillas. No existe asistencia técnica ni transferencia de tecnologías. Las empresas de asistencia técnica de Fondafa, en algunos cuantos casos, otra vez, no revisaron a tiempo los expedientes de miles de pequeños productores y la época agroecológica de siembra se les volvió a retrazar por años consecutivos. Este es el caso de 4500 productores de maíz de Valle de la Pascua (Movimiento Soberanía Agraria y Pecuaria); también los sindicalizados productores de yuca y batata de la Mesa de Guanipa y sur de Anzoátegui y los productores agroecológicos de Barinas entre otros, se quejan de la misma dinámica.
Cargar este cuadro en tamaño mayor
Otro caso es el de los productores de hortalizas que presentan problemas de degradación de suelos en los andes y no encuentran instituciones que a la larga les solucione tal problema estructural; también en esa misma zona tenemos el caso de los productores de papa, quienes después de recibir créditos y preparar sus tierras, la papa salió con un potpurrí de enfermedades infecciosas de bacterias y virus, además los tradicionales importadores de este rubro extrañamente negociaron una papa no apta a las condiciones agroecológicas, ni tampoco apta para los pisos altitudinales en las zonas tradicionales andinas de siembra para ese cultivo. Otro caso emblemático ha sido la confiscación por parte de las autoridades sanitarias japonesas al tener que rechazar 50 toneladas de cacao venezolano, con un 64% más de los niveles permitidos de pesticidas.
En fin, podemos argumentar otras situaciones tecnoproductivas de contaminación de cultivos, suelos, recursos hídricos, pérdidas de biodiversidad que nuestra agricultura convencional dependiente del uso de los agroquímicos, nos sigue ocasionando y que la dirigencia agrícola nacional, sigue justificando y manteniendo su implementación en detrimento de la salud del pueblo venezolano. La agricultura convencional de agroquímicos no puede sustentar ningún tipo de contraloría social ni productiva.
Reflexionamos: ¿qué sentido tiene controlar el detrimento progresivo de nuestros sistemas de producción? Esta contradicción tarde o temprano deberá enfrentarla el proceso agrícola revolucionario. No hacerlo sería mantener unas relaciones sociales de producción enajenables, por cuanto de mantenerse este sistema de producción extractivo de recursos naturales y de energía no hay ni habrá evolución ni social ni productiva en la agricultura venezolana.
Núcleos de desarrollo endógenos
En la Venezuela revolucionaria se habla de la necesidad de potenciar cambios profundos en los medios y relaciones de producción. Se nos alienta con que Venezuela cambió para siempre; de darle todo el poder al pueblo; siembra de nuevos valores; de transformar la realidad; de profundizar la revolución; de hacer la revolución dentro la revolución, de transitar la independencia científica tecnológica. Estas y otras frases del presidente Chávez estimulan y fortalecen las razones ideológicas y políticas del avance revolucionario.
Si estas connotaciones son ciertas y oportunas en la coyuntura del proceso, también es cierto que la dirigencia agrícola nacional debe realizar un esfuerzo por entenderlas, formarse, capacitarse e instruirse en los nuevos cambios paradigmáticos que la agricultura esta conllevando en todo el mundo. No hay forma ni manera de hacerle entender a esta dirigencia que en el mundo existen 9,2 millones de productores que trabajan la agroeocología, cubriendo en zonas marginales más de 30 millones de hectáreas manejadas por los principios de la agricultura sustentable.
De éstos y nuestros avances locales, hemos valorado un análisis contrastado para demostrar las enormes diferencias que existen entre la agricultura convencional, dependientes de los agroquímicos, y la agricultura sustentable. El cuadro en mención expresa diferentes categorías de análisis las cuales producen algunos impactos determinados en el ejercicio práctico de la agricultura sustentable. Es y debe ser propicio entre las instituciones y distintos colectivos agrícolas, debatir y evaluar este análisis y como de la dinámica del que hacer de la agricultura sustentable nos proporciona una dimensión económica, social y productiva diferente, propia de la construcción de una nueva forma de producir alimentos la cual debe estar a tono con los nuevos avances que exige la revolución bolivariana.
El profundizar en algunas de estas u otras categorías, en alguna medida pudiesen ser útiles para avanzar en algunos elementos de una contraloría social e institucional y comunitaria de nuestra agricultura.
Debemos resaltar que la agricultura sustentable definida en el Art. 305 de la CRBV le proporciona múltiples ventajas a los núcleos de desarrollo endógenos. Recordemos, en la Misión Vuelvan Caras, los núcleos endógenos son definidos como una de las expresiones más altas de la práctica hacia la diversificación de la producción y la superación de la exclusión social.
No vemos la consolidación de los núcleos en mención si estos no van entendiéndose con los postulados de sustentabilidad definidos en nuestra Constitución Bolivariana y en los acuerdos internacionales como La Carta de la Tierra o Agenda 21. No podemos contradecir la verdadera dinámica de un núcleo endógeno. Sería negar el avance de su propio proceso. Los núcleos en su esencia son y deben ser ambientalmente sustentables. Debemos hacer el esfuerzo de entenderlo y llevarlos a la práctica.
Como expresa Chávez, "diciendo y haciendo de verdad con eficiencia y gobernabilidad". No podemos seguir aparentando de que estamos en buen camino, dizque haciendo agricultura o desarrollo sustentable, denominando ministerios y zonas especiales ya que nuestra práctica es evidentemente contradictoria. El Che Guevara lo afirmó "Las revoluciones se hacen para avanzar en las distintas como difíciles circunstancias que hay que sortear y superar; no asumir las responsabilidades con el compromiso del ser revolucionario sería negar los cambios que la misma propone y acelera".
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter