Desconcertante lo ocurrido en Andahuaylas con la toma de la comisaría local y la muerte violenta de cuatro efectivos policiales. Como cualquier hecho de sangre éste torna en lamentable el alzamiento etnocacerista y hasta Ollanta Humala, desde Seúl, debió pedir la rendición de los sublevados. No se entiende bien el valor estratégico o si hubo algún plan insurgente. Tampoco que el linchamiento mediático a través de todos los medios ya esté en marcha y lo poco que faltaba para satanizar o caricaturizar a Antauro Humala y a sus huestes empezó con una furia dictada por el miedo y por un apego interesado al status quo.
Si la rendición se lleva a cabo en los términos que garanticen la vida de todos los participantes, será un hecho rescatable y decoroso para el país. Aprovecharse de la desigualdad evidente de poder de fuego ambiente entre el Estado y los etnocaceristas para una masacre sería un suceso desdoroso y vergonzante. Que se aplique la ley y que se investiguen los actos violentos.
Un desavisado sociólogo ha lanzado la especie que como Antauro Humala ya no figuraba en las encuestas alentó una arremetida para ganar prensa. ¿Puede una estupidez como ésta, tomarse en cuenta sin sonreír? Gran parte de la enorme presencia, en meses pasados, de Humala en los medios fue permitida, alentada y fabricada desde estos mismos espacios. Había que crear un personaje temible para infundir miedo, el mismo miedo que demuestran hoy los que se rasgan las vestiduras en “defensa de la democracia”.
Conviene recordar que uno de esos medios levantó con estrépito la “noticia” del romance extra-matrimonial de Antauro con una señora que dijo sapos y culebras de su relación con éste. Consideraron los dictadores de la prensa limeña que era ya hora de bajar del pedestal a Antauro. El cinismo no pudo haber sido más aberrante. Luego de lo cual, no se cansan de alentar la presencia de un hombre de calidades seráficas y discretas como el lamentable expresidente del período de transición, Valentín Paniagua. No todos los peruanos somos desmemoriados.
Llama poderosamente la atención el escaso eco (eso es lo que sabe hasta estas horas) tenido por el levantamiento en Andahuaylas. ¿Sería eso indicio que la asonada fue más bien un acto aislado, con poca coordinación?
No fue sin duda, la llegada del 2005, un advenimiento tranquilo. Esperemos a ver qué ocurre en las próximas horas.
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¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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