De tres a cinco millones de personas murieron de hambre en Corea del Norte entre 1993 y 1998. El Programa Mundial de Alimentación (PAM) aportó después una ayuda mínima a la población para evitar que se repitiera la catástrofe. Pero, a partir de los argumentos de Washington, varias organizaciones humanitarias, entre ellas Médicos Sin Fronteras (MSF), protestaron contra ese socorro que, según ellas, ayuda a la dictadura a sobrevivir. El PAM anunció entonces que estaba obligado a interrumpir esta ayuda vital, por falta de financiamiento. EEUU logró de nuevo utilizar el hambre para abatir uno de los últimos regímenes estalinistas sin que la suerte de los civiles de ese país le importe.
El Programa Alimentario Mundial (PAM) -una de las varias agencias humanitarias de la ONU-, anunció hace un poco más de un año, exactamente el 19 de enero del 2004, mediante su representante en Pekín, Gerald Bourke, que se vió obligado a interrumpir su programa de ayuda alimentaria a Corea del Norte en esa entonces [1].
Dos millones setecientos mil mujeres y niños norcoreanos -las personas más necesitadas, a las cuales estaba destinado el programa- no tuvieron ayuda alimentaria durante el invierno del 2003-2004 (meses de diciembre, enero y febrero) por falta de donaciones internacionales. Estados Unidos y Japón, principales donantes del PAM, no aportaron el financiamiento necesario.
Médicos Sin Fronteras contra el Programa Mundial de Alimentación
Días después, la prensa hacía eco de las críticas de diversas organizaciones que denunciaban la ayuda aportada, según ellas, no iba a la población norcoreana sino al régimen dictatorial de este país. El 30 de diciembre de 2003, el diario francés Libération publicó un artículo intitulado «Corea del Norte: dictadura con transfusión internacional» en el que se repetían las críticas formuladas por la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) contra el Programa Alimentario Mundial. «Sabemos que la situación en lo tocante a los alimentos es grave y que incluso tiende a empeorar», explicaba Sophie Delaunay, del MSF, antes de agregar: «Pero sabemos también que el 25% de la población, clasificada como hostil al gobierno, no ha recibido nunca una ración de ayuda. Hemos interrogado a los refugiados de los grupos vulnerables, ya sea en China o en Corea del Sur, y nunca han recibido nada de la comunidad internacional.»
Sin esconder su disgusto, Christiane Berthiaume, portavoz del PAM, cuya sede se encuentra en los locales de las Naciones Unidas en Ginebra (Suiza) preguntaba entonces:
«¿Qué hay que hacer? ¿Ver a los niños morir de hambre en nuestros televisores y no hacer nada porque las condiciones de distribución no son perfectas?
Hay más de 2 millones de niños de menos de 7 años amenazados de desnutrición y también 420,000 mujeres embarazadas que están amamantando a sus hijos. Entonces ¿debemos quedarnos con los brazos cruzados?»
Christiane Berthiaume se equivocaba en un aspecto: la hambruna coreana no aparece «en nuestros televisores». Por su lado, el periódico francés Libération subrayaba las declaraciones de Médicos Sin Fronteras [2] , observando que a pesar de la ayuda «tres millones de personas murieron de inanición en los últimos años».
La hambruna dejó entre 3 y 5 millones de muertos en Corea del Norte entre 1993 y 1998
Esta cifra de muertes atribuidas al hambre data de... 1998. Los diversos estimados iban entonces de 2,3 millones -cifra que registró una comisión de senadores estadounidenses-, a 3 millones -cifra publicada por diversas ONG (Organizaciones No Gubernamentales- o 4,5 millones, estimado que ofreció Philippe Biberson, presidente de MSF, durante una conferencia sobre la hambruna en Corea de Norte pronunciada en la sede de dicha asociación, en julio de 1998, ante representantes de todas las organizaciones humanitarias francesas interesadas en el tema.
La evaluación más alta la dio en aquel entonces el Korean Bouddhist Sharing Mouvement (KBSM): 5 millones de muertos, cifra calculada por los investigadores del KBSM a partir de una amplia muestra de entrevistas de refugiados (más de 1,200).
Cinco años han pasado desde entonces, pero nadie ha ofrecido ninguna estimación revisada o de verificación. Incluso se recuerda muy poco o raramente, como lo estamos haciendo ahora, esta cifra de 3 millones de muertos que se adoptó por consenso en aquella época.
Durante años, antes de llegar a esas grandes cifras, no existió cifra alguna pues se negaba la existencia de una hambruna. Año tras año, los comunicados de los organismos internacionales o de las dóciles ONG no mencionaban más que «riesgos de hambruna». Hoy se sabe que esa «prudencia» en la evaluación de la gravedad de la crisis obedecía a una necesidad política del Departamento de Estado estadounidense, que contaba precisamente con la posibilidad de usar el arma alimentaria como medio de presión contra el régimen.
Si se reconocía la existencia de la hambruna, habría que aportar una ayuda incondicional eliminando así ese poderoso medio de presión. Para no herir las susceptibilidades de la diplomacia estadounidense, la comunidad internacional había aceptado guardar silencio sobre la hambruna más grande de nuestra época y una de las mayores de todos los tiempos.
Hoy se sabe todo esto y con muchos detalles. Andrew Natsios, el primero en mencionar esto, en el año 1997, la cifra de 2 millones de muertos, describió la situación con toda precisión a finales de 2001 en The Great North Korean Famine. Natsios no es un simple conocedor del tema sino que trabaja en pleno corazón de la administración estadounidense desde la época de Reagan. Natsios se interesa por el problema del hambre mientras que su partido se encontraba en la oposición política, era la época de Clinton y la de los democratas en el poder, en esa época él dirigía la ONG World Vision. Natsios es miembro del partido Republicano y ha regresado a un puesto del gobierno con Georges W. Bush y dirige actualmente la USAID.
Este organismo gubernamental aplica hoy una política peor que la que Natsios denunciaba cuando estaba en la oposición... La administración Bush no se refiere ya a Corea del Norte como un simple régimen comunista sino como un Estado villano, miembro del «Eje del Mal» [3], que hay que derribar antes de que utilice sus «armas de destrucción masiva» [4].
El libro de Natsios es, sin embargo, no sólo la única descripción completa de esta hambruna publicada hasta la fecha sino, además, una excelente obra, tanto por su claridad como por la calidad de su documentación.
Ya se sabe entonces por qué se negaba antes la existencia de la hambruna. Por el lado norcoreano, admitir las proporciones de la catástrofe era reconocer una derrota del sistema, que necesitó la ayuda de Rusia y China para subsistir hasta que ambos países se alejaron, al principio de los años 90.
Por el lado estadounidense, era más cómodo ponerle precio a la ayuda alimentaria durante las negociaciones con Pyongyang, y para eso era mejor que hubiera muertos. Al contrario, si se reconocía la existencia de muertos, hubiera sido necesario admitir la ayuda como una obligación. Ayudar a un enemigo estratégico... ¡Qué pesadilla!
Estados Unidos utiliza el arma alimentaria
Cuando, con el macabro conteo de muertos, se reconoció al fin la existencia de la hambruna no quedó ya más remedio que enviar alguna ayuda. La administración estadounidense fue explícita al escoger la variante de la ayuda mínima, reservando la posibilidad de aportar una ayuda total para utilizarla como arma en las negociaciones con Pyongyang.
La ayuda internacional destinada a Corea del Norte ha sido concebida siempre para que sirviera únicamente a ciertas categorías poblacionales, «los niños de menos de siete años y las embarazadas», excluyendo de ella al resto de la gente. Los niños de más de siete años, los hombres y las mujeres que no estén amamantando a sus hijos simplemente no son tomados en cuenta por la asistencia internacional desde el principio mismo del programa.
Por consiguiente, la ayuda que debe cesar este invierno ha sido siempre parcial, por su definición misma. Unos pocos programas llamados «food for work» fueron instrumentados en los últimos años y sólo algunas decenas de miles de trabajadores de más de siete años pudieron tener acceso a ellos, pero estos programas fueron eliminados hace meses.
Para derrocar el régimen norcoreano, Richard Perle y David Frum aconsejan en su último libro [5] -en nombre de Donald Rumsfeld y Dick Cheney- exigir el desarme inmediato del país y tomar después como pretexto el previsible rechazo de tal propuesta por parte de Pyongyang para decretar un bloqueo (el arma alimentaria), e incluso penetrar con tropas en el territorio norcoreano, desde la línea de demarcación.
¿Matar de hambre a la población para derrocar el régimen?
Actualmente, varias organizaciones humanitarias justifican de hecho la utilización del arma alimentaria por parte de Estados Unidos al centrar sus declaraciones sobre la mala distribución de la ayuda por el régimen de Pyongyang. Médicos Sin Fronteras, por ejemplo, denuncia justamente que los coreanos clasificados como «hostiles al régimen» son los menos beneficiados con la ayuda.
Esta distribución injusta de la ayuda no es, sin embargo, nada nuevo. Andrew Natsios describe cómo el sistema de distribución de la ayuda implicó la clasificación de la población en categorías que reciben distintos tipos de raciones. La categoría más baja no recibe nada. Quien manifieste su «hostilidad» corre, efectivamente, el riesgo de verse afectado de la manera más expeditiva. A la inversa, los ciudadanos modelos reciben en recompensa raciones «de lujo», más del doble que el mínimo vital. Se ha sabido, por ejemplo, que los residentes de la capital son considerados todos ciudadanos privilegiados ya que disponen, en su totalidad, al menos de raciones mínimas.
Se descubre así una nueva forma de residencia en la ciudad, expresión máxima del totalitarismo, en que los «malos» ciudadanos son expulsados y los «buenos» son invitados a vivir en ella. Vivir en la ciudad significa tener derecho a comer...
Es comprensible que MSF denuncie esto. Lo que si no es comprensible es que esa organización humanitaria no entienda que todo ello es un efecto mecánico de la insuficiencia de la ayuda. ¿Es posible imaginar que, ante tal situación de penuria, un Estado autoritario haga otra cosa que darle la prioridad a quienes lo apoyan? Los militares destacados en las fronteras reciben más del doble de la ración vital, al igual que los cuadros políticos más privilegiados.
Silencio internacional ante el regreso de la hambruna
El riesgo de un regreso a los niveles más elevados de hambruna, como en 1997, es serio. Lo corroboran numerosas informaciones, entre ellas el actual retiro del Programa Mundial de Alimentación. Se sabe también que la economía coreana en su conjunto está afrontando nuevamente graves dificultades, sobre todo desde que Estados Unidos impuso un nuevo embargo petrolero. Sin combustible, los tractores no funcionan, lo cual impide la obtención de buenas cosechas. Se sabe también que hasta las pocas industrias de fabricación de pastas alimenticias, construidas con ayuda internacional para enfrentar la crisis, no reciben lo necesario desde hace meses.
Al mismo tiempo, el flujo de refugiados parece haber tomado fuerza. Al parecer hay ya más de 200,000 refugiados en Rusia y muchos más en China, pero es casi imposible determinar las cifras exactas porque los refugiados se ven obligados a esconderse entre la población local para escapar a la policía china, que los persigue para entregarlos a la policía norcoreana. Esta los envía a un tipo específico de campamentos (muy diferentes de los campos políticos, donde los prisioneros mueren en masa y cuya población se renueva, sin embargo, constantemente) donde cumplen una pena, en el mejor de los casos, de algunos meses.
Deseoso de aprovechar el éxodo, el gobernador de la región rusa limítrofe incluso llama a los coreanos a emigrar.
Hoy, 17 de enero del 2005, a más de un año de la publicación del despacho de la Associated Press que anunciaba que el Programa Mundial de Alimentación se retiraba de Corea del Norte, nadie ha hecho eco de la noticia. Sin embargo, muchos boletines de prensa han aparecido desde entonces sobre el tema de la Corea nuclear y como amenaza para la Paz del mundo.
En una verdadera guerra de comunicados de prensa, Pyongyang dijo estar dispuesto a cesar toda explotación nuclear. Washington reaccionó denunciando que Pyongyang reconocía así que disponía de una producción de plutonio. La agencia de noticias francesa AFP (Agence France Presse) transmitió como «Urgente» ese comunicado difundido por Washington.
Solamente unas pocas publicaciones de poca audiencia recuerdan que, del otro lado del mundo, la hambruna amenaza y mata en este mismo instante.
[1] «Le PAM contraint de supprimer l’aide alimentaire à 2,7 millions de Nord-Coréens», Associated Press, Pekín, 19 de enero de 2004.
[2] *
[3] Ver: «Les États-Unis provoquent la Corée du Nord» texto en francés, por Roh Yoo-Jeong, Red Voltaire, 17 de enero de 2003.
[4] Aunque Corea del Norte dispone de varios programas de fabricación de armas a largo plazo, la existencia de tales armas de destrucción masiva es puesta en duda por Corea del Sur y negada por China, países vecinos.
[5] «Le programme des faucons pour 2004» texto en francés, Red Voltaire, 4 de enero de 2004.
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