Carlos Mesa

Cada vez que el todavía Presidente de Bolivia dirige "un mensaje a la nación", y lo hace con la frecuencia de quien sabe que tiene en el manejo de la palabra su mejor arma de convencimiento, a los bolivianos se nos crispan los nervios porque no sabemos cuál va a ser el rumbo que va a marcar la coyuntura. No hay duda que don Carlos D. Mesa va a pasar a la historia como el Presidente con mayor capacidad para cambiarle escenarios a la política, pues apenas empezamos a procesar las profundidades de las sorpresas y ya tenemos que someternos a otras. ¿Es esto criterio de gobernabilidad?

Recién nomás nos estábamos desembarazando del remezón que causó la amenaza de renuncia de nuestro Presidente, y ya estamos con otro gran tema en la agenda: ¡el adelanto de elecciones para el 28 de agosto de este año! Entre su renuncia y su propuesta de Ley para el adelanto de elecciones, es decir entre la noche del domingo 6 y la del miércoles 15 han transcurrido apenas 9 días y ya hemos vivido, desde la zigzagueante y dubitativa experiencia presidencial, dos países para el infarto. En el otro extremo, con una monotonía también para el infarto, las organizaciones sociales no cambian nunca su estrategia tan obvia de paros, bloqueos y marchas y su fijación en una Ley de Hidrocarburos inmutable, no cambian su rumbo aunque este país mediterráneo sea afectado por un tsunami.

La propuesta de Ley para el adelanto de elecciones cae en un país cada vez más desconcertado, aunque a decir verdad, la sorpresa esta vez no es tanta, tanta, pues el adelanto de elecciones sigue una línea de coherencia con la intención de un Presidente que no quiere quedarse en las condiciones de gobierno que tiene ahora y en la que se pintan hacia adelante. En verdad, la gran sorpresa habría sido que el Presidente anuncie que se decidió a gobernar el país, lo que no significa ejercer la fuerza, sino asumir los vaivenes de la política pública hecha de negociaciones.

Para algunas percepciones la propuesta de adelanto de las elecciones tiene la lectura sentimental del "pobrecito Presidente, no lo dejan gobernar". Para otras lecturas, también sentimentales, la percepción es de "ya está de buen tamaño, si no quiere gobernar que se vaya". Incluso hay percepciones, que no dejan de ser sentimentales, que dicen que ’se trata de otro chantaje para obligarnos a retirar nuestras medidas’. Hay tantas lecturas del tema como tantas posiciones se tienen sobre la sociedad en un país cuya polarización ha sido alimentada por las idas y venidas de la coyuntura de dubitaciones.

Un acuerdo de papel

Cuando don Carlos D. Mesa opta por arrimarse al Parlamento en pos de hacer aprobar el artículo 53ª de la Ley de Hidrocarburos con un 18% de regalías y un 32% de impuestos, no sólo que cae en la inevitabilidad de las presiones por salvaguardar las inversiones extranjeras, sino que también se aleja de las organizaciones sociales con las que gobernó los primeros meses de su gobierno y con las que coqueteó la posibilidad de la construcción de una inédita democracia participativa e intercultural.

Esta decisión, que apareció en algún momento como una jugada política magistral, muy rápidamente demuestra que no fue sino un raptus de candidez. Carlos D. Mesa confió en la lealtad del más deslegitimado y amañado poder constitucional que ha convertido un sistema de democracia representativa en otro subsistema de democracia pactada. Y siguiendo la rutina de estas prácticas que le han concedido una indisimulada pérdida de confianza ciudadana en su accionar y, peligrosamente incluso de la política, repite un pacto que, bajo las condiciones del Parlamento, sabíamos que no podía ser gratuito ni estar fundado en la buena fe.

Pero Carlos D. Mesa firma con bombos y platillos un acuerdo de papel, con una agenda plagada de generalidades, y sin otra finalidad que aprobar con presteza una propuesta de Ley resistida por las organizaciones sociales, las mismas que cuando reivindican sus demandas en las calles reponen en el concierto sociológico un concepto archivado en los anaqueles y que los ideólogos del neoliberalismo no logran comprender, el concepto del dinamismo social y político de los movimientos populares, es decir el dinamismo de la dialéctica, del endogenismo, de la rebelión, de la sublevación, en suma de la búsqueda de ejercicio de hegemonía desde un proyecto de sociedad.

Pero el acuerdo de papel no se da sólo en el Parlamento, sino también en las plazas, en los balcones del Palacio de Gobierno y en las encuestas de opinión con una ciudadanía urbana enamorada de la oratoria del Presidente y de su imagen de líder honesto y transparente, virtudes que él mismo las destaca cuando puede, como queriendo autoafirmarse en un desafío que parece haberse juramentado con sus fueros internos y desde cuya nobleza aprehende el país, y desde cuyos marcos de referencia no encajan la ética de los salones con la ética de las calles.

Carlos D. Mesa supo mover las emociones de la ciudadanía, pero su estrategia no alcanzó a mover las racionalidades, es decir las ideologías, siendo éstas un elemento clave en el contexto de un país en el que la emergencia de los movimientos sociales está reconvirtiendo la política en un arte de la negociación y no de los consensos impuestos por una sociedad que apostó a la circulación de una sola voz descalificando las voces disidentes, contestatarias, visibilizadoras y rebeldes de los desplazados del sistema. La apuesta por las emociones estaba derivando muy rápidamente en una suicida confrontación de ciudadanos contra ciudadanos, y hasta en una irónica reducción de las diferencias a la dialéctica entre ’mesistas’ (adictos a Carlos D. Mesa) y "masistas" (militantes del MAS de Evo Morales), cuando el país es más, mucho más que eso.

Se le advirtió a don Carlos D. Mesa que un pacto político en el Parlamento, sin incluirse a las diferentes fuerzas políticas presentes en el Congreso, y sin abrirse a la incorporación de los movimientos sociales, no era un pacto completo ni perdurable, sino sólo un pacto de papel, duradero en la misma dimensión, profundidad y densidad de las conveniencias partidistas.

Adelantar elecciones es mucho más que sólo un procedimiento técnico

Carlos D. Mesa quiso condenar la protesta social y presentó un amparo constitucional al Poder Judicial pidiendo autorización para encarcelar a los cabecillas de los movimientos. La Fiscalía se lo negó reconociendo la legalidad de la protesta y deslindando su intervención en este campo de competencia del Poder Ejecutivo. Carlos D. Mesa creyó en la palabra y la firma de las bancadas parlamentarias y éstas empezaron a pensar la Ley de Hidrocarburos con condiciones desde sus propias conveniencias.

Carlos D. Mesa pensó que el encantamiento de la ciudadanía urbana alcanzaba para desmontar la radicalidad de los movimientos sociales, pero éstos se expandieron en las calles y carreteras con bloqueos que tienen cercado el país en sus cuatro puntos cardinales. En estas condiciones el Presidente Mesa volvió a quejarse de que no se le deja gobernar y afirmó sentirse maniatado.

¿Habrá reparado él en que sus constantes cambios de escenario aportan a la conformación de un Parlamento acogotado?, un Parlamento que pese a su escasa legitimidad tuvo primero que decidir sobre su renuncia y ahora debe hacerse cargo del proceso electoral y, además, como lo expresó el propio Presidente Mesa, bajo su propia responsabilidad, se hará responsable de la Ley de Hidrocarburos que apruebe y que ya se sabe no gozará de la bendición presidencial, y tampoco de la aprobación ciudadana que se mantiene en vigilia.

Tantas idas y venidas son demasiadas para un país de una democracia formal frágil a la vez que de una democracia participativa potencialmente potente. El adelanto de las elecciones es un reflejo apresurado de la debilidad de la democracia representativa en contraposición al potenciamiento de las organizaciones sociales, polarizadas del proyecto gubernamental, y a las que el anuncio de la renuncia tiene la capacidad de unirlas y consolidarlas en su arma más contundente: los bloqueos de caminos, que suelen hacer efectos en los factores de su persistencia que, además tiene la terquedad de los milenarios pueblos indígenas que siguen territorializados con su lengua, sus usos y sus formas de organización en un país que los desalojó socialmente.

Y esta persistencia se lee rápido en las primeras reacciones de los líderes de las organizaciones sociales ante el pedido de adelanto de las elecciones: se oponen a colocar la figura del Presidente en el primer lugar de su agenda, y mantienen su fijación, y sus bloqueos, en el motivo real de su lucha: el 50% de regalías por la explotación de los hidrocarburos. Pero no es sólo el 50% de regalías abanderado por el MAS de Evo Morales y que los medios de comunicación han reducido como el motivo único de la protesta social.

En realidad, bajo la cortina de esta demanda hay otras inmersas y no menos importantes. Por ejemplo organizaciones como CONAMAQ (Consejo Nacional de Markas y Ayllus del Qullasuyu) están reivindicando en realidad la vigencia de los derechos de los pueblos indígenas y la definición de un fondo indígena, mismo que en la propuesta del MAS aparece reconocido, minimizado en la alternativa del presidente de la Cámara de Diputados, y anulado en la propuesta gubernamental bajo el término genérico de un fondo para el Tesoro General de la Nación.

La demanda del 50%, está conteniendo también el tratamiento integral de una Ley de Hidrocarburos que tiene que tomar en cuenta que mientras el gas boliviano se vende en 0,98 centavos de dólar, en el mercado internacional está por encima de los 4 dólares. Pensar la Ley de Hidrocarburos desde una perspectiva boliviana es mirarla también desde las ilusiones de un país que ha gastado su vida en la construcción de la democracia y no mide esfuerzos para dejar de ser pobre, y digno.

Con la misma terquedad, aunque con otra expresión cultural y de definición sobre los vaivenes del Presidente, y afirmando su acuerdo con el adelanto de las elecciones, las organizaciones cívicas del Oriente boliviano y varios partidos políticos han advertido ya que adelantar elecciones no implica incumplir con los acuerdos asumidos para viabilizar las autonomías regionales, es decir, convocar a elecciones de Prefectos en los 9 Departamentos que tiene el país, y realizar un Referéndum sobre las autonomías juntamente con la Asamblea Constituyente.

Como se ve, no es tan fácil adelantar elecciones. Son varios los procesos en marcha que no pueden ser interrumpidos. Son procesos que estaban apuntando a rediseñar el país descentrándolo, democratizándolo y redefiniéndolo con la Asamblea Constituyente. Con el adelanto de elecciones se reconoce una transición política ordenada siguiendo los rumbos constitucionales. Con el adelanto de elecciones don Carlos D. Mesa se incluirá en la historia como un hombre generoso que antes de seguir alentando la polaridad suicida opta por su salida. Adelantando las elecciones se siguen los pasos constitucionales, se preserva la figura del Presidente, pero ¿y el país, qué...?

Los nuevos escenarios posibles

El empate histórico entre dos proyectos de Ley de Hidrocarburos no encontró sino la salida más fácil del Presidente: su propia posible salida. Leído el hecho desde otra perspectiva, se podría compartir lo que dicen los titulares de algunos medios en la madrugada que sigue a la noche del pedido de adelanto de las elecciones generales en Bolivia: que los bloqueos y la presión parlamentaria han acortado nuevamente un mandato presidencial.

Como fuere, el planteamiento está hecho a partir de un mensaje en que el dotado de la palabra limpia tuvo que leer pedazos de su intervención; de un mensaje sazonado por la emoción de un Presidente que transmitía frustración, más a partir de su argumento, real, que goza de más del 68% de la preferencia ciudadana pero que no tiene el apoyo suficiente como para que sus propuestas fluyan con la misma energía que esa preferencia emotivamente sensibilizada. Carlos D. Mesa se entrampó en su propia agenda que no pudo hacerla la agenda de sus aliados de papel y les dejó la responsabilidad de dirimir, dejándoles además un contexto de fuerte inestabilidad.

Aún conociendo la decisión del Presidente Mesa de no avalar con su promulgación la definición que tome el Parlamento sobre la Ley de Hidrocarburos, después de conocer la solicitud de adelanto de las elecciones la Cámara de Diputados, bajo su propia responsabilidad, aprueba la fórmula del 18% de regalías y 32% de impuestos. Esta decisión, que ya no es la decisión de la articulación entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, no ha hecho sino provocar una radicalización de las movilizaciones sociales que tienen cercado el país. O sea que, uno de los escenarios que vivimos sigue siendo el mismo de la tensión entre dos propuestas, independientemente de las coyunturas posibles que marca el adelanto de elecciones, y con el ingrediente que ahora la confrontación es entre organizaciones sociales y Parlamento.

Los escenarios posibles del proceso de transición constitucional vía el adelanto de elecciones son de dos grandes dimensiones: La primera está relacionada con la posibilidad que el Parlamento no acepte la propuesta de adelanto de elecciones. Esta decisión produciría la posibilidad de la renuncia irrevocable del Presidente Carlos D. Mesa creando un vacío de poder muy delicado, puesto que las alternativas legales no gozan de legitimidad por la resistencia ciudadana a los parlamentarios. En el caso posible que el Parlamento no acepta el adelanto de elecciones y el Presidente no puede irse, el escenario estará definido por la dialéctica entre un país que requiere decisiones históricas urgentes, una polarización de posiciones entre partidos tradicionales y movimientos sociales, y un Presidente que no quiere gobernar, o más bien, dicho en sus palabras, que quiere pero no le dejan.

Otros escenarios posibles, producto de la aceptación del adelanto de las elecciones, proceso que parece estar creciendo en sus posibilidades de realización, son los siguientes: i) El propio Presidente de la República convoca a las elecciones del 28 de agosto. ii) Asume la presidencia el presidente de la Corte Suprema de Justicia, previa renuncia no sólo del Presidente de la República, sino también de las Cámaras de Senadores y Diputados, posibilidad que inhabilitaría por procedimientos electorales a potenciales candidatos como el Ex Presidente Jorge (Tuto) Quiroga y el propio Presidente Mesa. (iii) Se provoca un acuerdo nacional de profundización constitucional que permite la habilitación a Presidente de don Carlos D. Mesa, tomando en cuenta sus índices de popularidad ciudadana.

Estos posibles escenarios son sólo posibles en el país de las sorpresas. Cualquiera fuera la derivación del momento histórico que estamos viviendo, hay cuatro grandes factores que están rondando en el ambiente y que se tienen que tomar en cuenta. El primero, que hemos ingresado en un proceso de peligrosa inestabilidad por las idas y venidas de las (in)decisiones presidenciales justificadas en su escaso arraigo en los sectores políticos y movimientos sociales. El segundo, que pese a los cambios de eje de la coyuntura los movimientos sociales se mantienen impávidos en sus planteamientos y formas de lucha sabiéndose que están recuperando sus propias posibilidades de articulación.

El tercero es la presión que ejercen las transnacionales a través de diversos mecanismos bilaterales y multilaterales internos y externos. Y el cuarto, que la decisión de la transición está en la cancha del Poder Legislativo, el espacio político con los actores más deslegitimados porque que no han sabido darle al país señales positivas de que la democracia representativa no es sólo una pieza de la estructura democrática, sino también un filtro eficiente de canalización de las aspiraciones ciudadanas. Paradójicamente, la historia ha dejado una de sus decisiones más importantes en uno de sus eslabones más debilitados.

ALAI