Cien ediciones. Catorce años construyendo un proyecto comunicacional. desde abajo surgió como una publicación bimensual, con 8 páginas y poco a poco fue ganando regularidad mensual, más cuerpo -12, 16 y 20 páginas-, mayor cubrimiento e integralidad (libros, revistas, documentos), y la aspiración no satisfecha de concitar la voluntad de los interesados para realizar un diario, pasando por semanario.
Nació desde abajo a la par que algunos hechos de gran significación para el país: la Constitución del 91 y el modelo neoliberal en toda su pretensión. Hijo de una nueva esperanza -la Carta-, también lo es de la decisión de algunos militantes y activistas de hacer política no institucionalizada, autosuficiente e independiente, retomando siempre la cotidianidad de quienes no tienen voz, aspirando a la reconstrucción de los tejidos sociales y su expresión política autónoma, como vía expedita para romper el maltrecho bipartidismo que presiona su yunque sobre las mayorías nacionales.
Una vez derrotados sus proyectos políticos de corte maximalista, conscientes de su situación, asumieron un nuevo camino. Se sumó a ellos una variedad de activistas de otras corrientes y algunos que apenas llegaban al sueño de un país con justicia y dignidad. Se puede decir, por tanto, que sus primeros números los dio a la luz una camada de irreductibles.
La experiencia les mostró que la comunicación era más que un medio. Llegados al campo de la cultura, visualizaron el extenso terreno por cultivar si de verdad querían hacer una apuesta comunicativa profunda: la lucha por las ideas, los libros, los foros o debates públicos, las publicaciones especializadas o por sector social, la memoria histórica, los murales, las campañas y mucho más. A la vez, para garantizar la autosuficiencia y la autonomía, un proyecto empresarial que les permitiera recorrer los caminos soñados sin la presión del condicionante apoyo económico privado.
Laborando a partir de los recursos propios, soportado por miles dehoras de aporte voluntario de los activistas, experiencia de la mayor tradición militante, desde abajo se sostiene y se amplía. La mano solidaria de la CAF en Holanda brinda en un momento la posibilidad de consolidar el sueño de autonomía.
Ganada su continuidad, extendido por algunas ciudades, nuevos retos se le presentan. El país no alcanza la justicia que se soñó con la Constituyente del 91, la crisis económica de los años 90 se descarga sobre las mayorías nacionales, el desempleo se multiplica y la soberanía se embolata en la indignidad de unos dirigentes a quienes nunca los ha sustentado proyecto nacional alguno. Estos sucesos se cruzan en el tiempo por la urgencia de una expresión política autónoma, de sentido nacional, colectiva y con un nuevo imaginario que pueda concitar el favor de las múltiples lecturas de izquierda sobrevivientes a la crisis de los años 90, y de los grandes sectores de marginados que habitan el país.
Se desprende de esta realidad, de la permanente contradicción entre acompañar y liderar, un conjunto de campañas que a partir de 1998 caracterizarán nuestra práctica: la tesis de la teoría del gran vacío y su llamado a elaborar el Manifiesto Colombia (como una nueva síntesis reflexiva que logre explicar nuestro signo histórico y el camino para superarlo) sería la primera de ellas. Simultáneamente, nace la revista Resonancia, como un intento por darle el espacio que se merece al debate teórico, y un fondo editorial con ocho bibliotecas que integran el pasado del continente, el pensamiento moderno universal, las reflexiones de nuestros investigadores nacionales, la cultura, la literatura infantil, la defensa de insignes luchadores ante los tribunales. Más de 40 títulos dados a la luz en seis años, el conjunto de foros y debates que les han acompañado, y la aceptación ganada en amplios sectores sociales son la mejor prueba de que hemos asumido con toda consecuencia el desarrollo de esta tesis.
Vendrán luego campañas como Ser gobierno y ser poder (surgida ante el silencio que acompaña en el parlamento al Plan Colombia); desemplead@s nunca más sol@s (respuesta inmediata y propuesta estructural ante el drama de la falta de ingresos en millares de hogares), La prensa se hace a diario y entre todos (llamado profundo para que se supere el activismo superficialen las comunicaciones, dando el salto de lo pequeño y particular a lo nacional y colectivo, como una respuesta a una necesidad nacional -un diario independiente, la soberanía marchita y las posibilidades abiertas por la técnica-, el Encuentro Nacional Popular (la reconstrucción nacional con sentido histórico, encarada desde el esfuerzo múltiple y colectivo de quienes sienten y a quienes les duele la situación del país, encarando un contrapoder soberano a través del Parlamento de los Pueblos y de una extensa dualidad de poderes que haga evidente la crisis oligárquica que hoy sobrellevamos).
De esta manera, desde abajo se hace cuerpo político, no como vanguardia marchita de un día sino como el intento constante por estimular la reconstrucción social, política, intelectual, orgánica, de un sueño que no murió a finales de los años 80 con unas negociaciones de paz, que aún no florecen en sus resultados para las mayorías nacionales, sino como el oxígeno que necesitan todos los cuerpos, brindándolo sin mezquindad, convencidos de que el nuevo país se hace entre todos o no es.
Con los retos asumidos y los logros obtenidos, llegan nuevos retos. El financiero demanda solución. La propuesta de una empresa colectiva por acciones, donde todos los socios tengan los mismos derechos y los mismos deberes, aparece como una opción viable para que surja el semanario y se avance hacia un diario. Entonces, Le Monde diplomatique Francia da la mano y permite su publicación en Colombia por parte de esta empresa. Sin embargo la respuesta de las organizaciones sociales es insuficiente y seguimos sin conseguir el capital necesario.
Vendrán luego nuevas publicaciones especializadas como Soluciones Agrarias, que dan respuesta a temáticas específicas y demandas sociales concretas. Asimismo, el radioperiódico desde abajo, que intenta generar una red entre las radios comunitarias: el germen de un sistema nacional de comunicaciones independiente está en marcha.
No hay duda. Tras catorce años de acción en el escenario que nos colocó el “nuevo país”, sigue vigente y sin llenar la mayoría de demandas sociales que nos inspiraron. El sueño sigue vivo. La sociedad demanda romper los monopolios en la comunicación, que el derecho a la información y la opinión superen el papel, y que la política se refunde sobre la base de la acción colectiva, el privilegio de los negados de siempre, la ruptura de lo formal y la honestidad en la palabra empeñada.
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