La revelación de la identidad de «Garganta Profunda», Mark Felt, ex número dos del FBI, parece corroborar la versión según la cual la historia del caso Watergate es la victoria del periodista solitario y de su fuente misteriosa. En realidad, la cuestión de saber quién era «Garganta Profunda» enmascaró el verdadero problema: qué era «Garganta Profunda». Se trataba en verdad de una operación secreta del FBI contra Nixon que amenazaba las posiciones burocráticas de sus dirigentes.
El gran plan de Nixon consistía en concentrar los poderes ejecutivos en una presidencia imperial, politizar la burocracia y enarbolar la seguridad nacional para llevar a cabo una guerra partidaria, organizar purgas y construirse una gran base mayoritaria. Esos designios políticos fueron confirmados por William Safire en sus memorias y por el propio Nixon en las suyas. Hoy, la política de George W. Bush va más allá de lo soñado por Nixon. El presidente se coloca por encima del derecho, organiza la purga de la CIA, hace acabar con la separación de la Iglesia y del Estado al Departamento de Justicia, suspende los análisis científicos por parte de la Agencia de Protección del Medio Ambiente y somete nuestra diplomacia al Pentágono.
No sorprende que los tres arquitectos de esa política hayan comenzado sus carreras durante el gobierno de Nixon (Donald Rumsfeld y Dick Cheney), así como uno de sus colaboradores (Karl Rove). En conjunto, silenciaron al Senado y a la prensa; y lo que es peor, hicieron a la prensa cómplice de ellos, como ocurrió con el New York Times y con las armas de destrucción masivas iraquíes.
En medio de todo esto, la revelación de la identidad de «Garganta Profunda» no es más que una nostalgia.
«Nixon’s empire strikes back», por Sidney Blumenthal, The Guardian, 9 de junio de 2005.
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