En pleno conteo de votos en la Florida en el 2000, un hombre con bigote entró en el colegio electoral del condado de Miami Dade y, como John Wayne entrando en un saloon, declaró: «Soy del equipo Bush-Cheney y estoy aquí para detener este conteo». Era John Bolton y, en efecto, las boletas jamás se contaron de nuevo.
Bolton fue nombrado hoy por George W. Bush como embajador ante la ONU. Sin embargo, fue él quien declaró: «Si tuviera que rehacer el Consejo de Seguridad de la ONU, habría un solo miembro permanente porque es ése el verdadero reflejo de la distribución del poder en el mundo». En su condición de subsecretario de Estado para el Control del Armamento, saboteó toda la diplomacia mundial sobre el control de armas y la no proliferación. Bush lo ha puesto en el cargo en que podría continuar su cruzada después que Condoleezza Rice se negó a que fuera nombrado en el Departamento de Estado para no ver menoscabada su propia autoridad. Rice anunció el nombramiento de Bolton en la ONU para marcar simbólicamente un vínculo jerárquico que no existirá en realidad, habida cuenta de las amistades de Bolton y de los respaldos con los que cuenta.
Bolton comenzó su carrera con el senador Jesse Helms, el reaccionario más poderoso del Congreso. Este último declaró sobre Bolton que era «el tipo de hombre al lado del cual quería encontrarse durante el Armagedón». Suele describírsele como un neoconservador, pero ese no así. Es únicamente un aliado de los neoconservadores. Se trata de un clásico reaccionario del Sur y no tiene ninguna inspiración trotskista.
En el Departamento de Estado, era el enemigo interno de Colin Powell y se dedicó a sabotear los sistemas internacionales de control de armamentos. Ya en 1998, era el artífice de la negativa estadounidense al Tribunal Criminal Internacional y describió el envío de la carta de rechazo a Kofi Annan como el más bello día de su carrera.
Su acción obligó a Irán y a Corea del Norte a tratar de adquirir la bomba nuclear y su reacción fue empujar para que destituyeran a Mohammed El-Baradeï que estaba al frente del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Actualmente, quiere convencer al mundo de que Siria y Cuba tienen armas de destrucción masiva.
Al igual que para sus aliados neoconservadores, para él, el fin justifica los medios. Pero no se molesta en esconderse detrás de un discurso prodemocrático.

Fuente
The Guardian (Reino Unido)

«The enemy within», por Sidney Blumenthal, The Guardian, 10 de marzo de 2005.