Al inicio, los periodistas políticos del Washington Post consideraban el caso Watergate insignificante, poco plausible y poco serio. Sin embargo, dos periodistas continuaron trabajando y profundizando en el tema, contribuyendo a la caída de Nixon. Hoy día, Bob Woodward, uno de esos periodistas, personifica el ejemplo tipo de integración al sistema de Washington y a un comportamiento profesional muy alejado de sus inicios. Lo confirmó el mes pasado.
El 27 de octubre, durante una entrevista a la CNN, defendió a Lewis «Scooter» Libby, acusado de haber desempeñado un papel en la revelación de identidad de Valerie Plame, hablando de chisme. También en esa fecha fue interrogado sobre ese asunto y reconoció que sabía quién era Valerie Plame después de que discutió con oficiales de la Casa Blanca, pero que se había callado y que no había revelado nada. De hecho, por su cercanía al poder, Bob Woodward es especialmente vulnerable a las manipulaciones.
En 2002, en Bush at War trabaja sobre la base de filtraciones selectivas atribuyéndole un papel ventajoso a George W. Bush y no habla del fiasco de Tora-Bora ni de la fallida caza de Bin Laden. En Plans of Attack, no desarrolla en lo absoluto las informaciones de que dispone sobre las modificaciones y manipulaciones de los informes de los servicios de inteligencia estadounidenses. En una palabra, Woodward escucha las confidencias de los dirigentes, pero no revela lo que ellos no quieren que de divulgue.

Fuente
The Guardian (Reino Unido)

«No more Watergates», por Sidney Blumenthal, The Guardian, 1ro de diciembre de 2005.