Libres. Florence y Hussein están libres. No hay más que verlos para comprender que fueron esos cabrones los que cedieron y la libertad, el coraje y la firmeza de carácter los vencedores. Una vez expresada la alegría, queda una serie de preguntas.
No se sabrá nunca si se pagó un rescate o no y tanto mejor, pues ello permitiría fijar las tarifas de mañana. La historia de Aldo Moro nos recuerda que es moralmente justo pagar, pero en secreto. Los millones que sin dudas se han pagado son el precio trágico de la libertad de informar. ¿Era necesario tanto ruido mediático? No se daba la razón a los secuestradores al hablar tanto de esta toma de rehenes? Sin embargo, cuando se sopesa todo, se ve que Serge July y Robert Menard tuvieron razón cuando nos estimularon a una movilización sin complejo ni descanso. Fue mediante la movilización que sacudimos la formidable inercia de esos monstruos fríos que son los Estados. Cuando Michel Barnier aplaude el trabajo de la DGSE y su «coraje», sabe muy bien que sin movilización no hubiera habido agentes de la DGSE en Bagdad y que Florence y Hussein hubieran pasado a la cuenta de las pérdidas y ganancias, lo que se ve bien en el caso Ingrid Betancourt.
Esta toma de rehenes saca a flote la cuestión del peligro que corren los periodistas. ¿Será necesario, como desean ya algunos, impedir la cobertura de los conflictos demasiado arriesgados? ¿Será necesario, como lo hacen numerosos reporteros norteamericanos, consentir en la práctica contra natura del embedding? ¿Habrá que practicar el periodismo enmascarado? Estas cuestiones son tabú, pero no veo cómo la profesión podría evitar el planteárselas.
¿Y los secuestradores? El hecho de que nunca se hayan identificado o revindicado su crimen, ¿constituye la prueba de que «solamente» había un móvil monetario? Es lo que nos dicen un poco por todas partes y es en eso en lo que quieren que creamos. Sin embargo, me acuerdo del caso Daniel Pearl y de la extraordinaria complejidad de la logística implementada para un caso de algunos días. ¡Pero 157 días! Me cuesta trabajo creer que un grupo que actúe sin padrino político o ideológico no se desplome o se maten unos a los otros sus miembros actuando durante tanto tiempo. A partir de ahí la cuestión no es trivial. Más aún cuanto que hay al menos un país en la región: Siria, que tiene por costumbre no reivindicar sus crímenes.
«Après la libération de Florence Aubenas, les questions », por Bernard Henry Lévy, Le Point, 16 de junio de 2005.
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