Introducir en el debate de la política venezolana actual la pertinencia y vigencia del socialismo merece una reflexión ineludible. La crítica del "socialismo desarrollista" nos ofrece la oportunidad de situar explícitamente la visión global desde la cual la formulamos. Al mismo tiempo, de balancear la obra y la huella del pensamiento más viviente hoy, a un siglo y más de su muerte: Karl Marx.
Como teoría de la sociedad, el marxismo nos parece la menos imperfecta entre las que conocemos. Como ideología, ha cumplido en gran medida su propósito esencial de transformar positivamente el mundo en que vivimos. Primero, es evidente su aporte fundamental en el surgimiento del campo socialista mundial en sus diversas expresiones tanto en el socialismo real, la socialdemocracia y el Estado del bienestar que acogen los modelos liberales europeos.
Están por supuesto, las experiencias de los países llamados del "tercer mundo" y en el continente americano en particular el caso de Cuba que desde una perspectiva nacionalista asumió el socialismo como alternativa. Segundo, ha contribuido notoriamente a dar conciencia y objetivos comunes o convergentes a los movimientos sociales progresistas en el seno del sistema capitalista mundial. Tercero, ha contribuido a la remodelación del propio capitalismo, como fruto de esos movimientos. Que sepamos, ninguna otra escuela de pensamiento social ha logrado desatar tanta fuerza social transformadora.
El "socialismo existente" y el ideal marxista: se discute hoy en día, con creciente intensidad, si los resultados alcanzados por el "socialismo existente" tienen algo que ver con los fundadores del marxismo. Se puede adelantar desde ya que las limitaciones y aberraciones constatadas, particularmente, en la ex-república soviética, contribuyen no poco a frenar y esterilizar la evolución del movimiento socialista a escala mundial. Mas no estimo que tan negativos fenómenos se puedan achacar a formulaciones esenciales de la concepción marxista.
Sin duda, creo, el marxismo tiene aún mucho campo para seguir presionando hacia genuinos cambios progresistas pero para hacerlo acertadamente, debe partir a mi juicio, de reconocer que el surgimiento del campo socialista, con todo y lo que ha sido y es hasta hoy, constituye el cambio sociopolítico fundamental ocurrido en el recién despedido siglo XX.
Más aún, la crisis de Europa que se debate entre el liberalismo y el estado del bienestar junto al surgimiento de los movimientos antiglobalizadores por un lado, el fracaso del neoliberalismo en los países de Europa del Este y el surgimiento de China como un Estado poderoso con políticas regulatorias que acepta el mercado, son indicios de que el socialismo como proyecto está presente y si se acepta que nos encontramos en la pre-historia del socialismo puesto que ningún país puede declararse con propiedad plenamente socialista, la intención de la crítica es contribuir a la metamorfosis de las formaciones protosocialistas en función de impulsar el ideal socialista.
El capital se muestra hoy más débil a escala mundial, más por las contradicciones y penurias que genera que por el núcleo de socialismo incompleto y defectuoso. Por eso la actual crisis capitalista no puede resolverse a pesar de recurrir a la represión y guerras para aplastar las insurgencias populares.
El marxismo ha dotado de una teoría y de una guía para la acción, convergentes a diversos movimientos progresistas y populares en el seno del sistema capitalista que les ha permitido alcanzar considerables avances en la organización y en el mejoramiento de las condiciones de vida de amplios sectores de la población trabajadora, de los movimientos indígenas y los nuevos movimientos sociales, el feminismo, contra el racismo, por la libertad sexual y por los derechos ambientales y ecológicos, que a su vez contribuyen a una reelaboración y contribución al marxismo. Pero además, la conciencia mundial que inspira a los movimientos ligados a la segunda como a la tercera internacional es una herencia también de la visión marxista. Al mismo tiempo, tales luchas y resultados han contribuido a desarrollar el marxismo como cuerpo teórico y como plataforma de movilización.
El marxismo y la remodelación del capitalismo: tanto el pensamiento como la acción derivados del marxismo han contribuido a la introducción de significativas remodelaciones internas en el capitalismo central. En la emulación con el "socialismo existente-postsocialismo" y como respuesta a los asedios de los sectores contra el capital, éste se ha visto obligado a adoptar reformas claves, tales como la seguridad social -como forma de legitimación del capitalismo- y la utilización del Estado como mediador y atenuador de conflictos sociales inmanentes al sistema, con la introducción incluso de la planificación como método de arbitraje y de formas variadas de cogestión al nivel empresarial como la vía para alguna participación y control de los trabajadores. Por supuesto, tales cesiones de porciones de poder político o económico aceptadas por el gran capital lo son en el interés por su parte de mantener su dominación a largo plazo. Por ello no las hace menos reales, ni menos meritoria la influencia movilizadora del marxismo.
Del subdesarrollo al socialismo desarrollista: es fundamental para comprender las limitaciones y distorsiones del "socialismo existente", dilucidar sus raíces y carácter, en especial las relacionadas con omisiones o insuficiencias en la formulación marxista. Un recuento esquemático de los defectos claves del "socialismo existente" arrojaría el siguiente saldo: a.- Las limitaciones arbitrarias a la libertad individual, ante las carencias de mecanismos adecuados para el ejercicio de las prácticas políticas democráticas capaces de hacer funcionar una sociedad civil vigorosa frente al aparato del Estado; b.- La sujeción de los trabajadores a las rutinas, jerarquías y castraciones de la personalidad propia del estilo tecnológico del industrialismo mecanizado y de las secuelas patológicas derivadas de procesos letales incorporados a menudo por dicha tecnología sin evaluación previa de sus efectos ecológicos; c.- El agotamiento acelerado de recursos primarios, en particular del subsuelo, el deterioro del entorno natural y del medio urbano y los notorios fracasos en relación con la agricultura y con el abastecimiento de alimentos, en contraste con incrementos acelerados de la producción industrial, que son exhibidos con orgullo con supremas claves del "éxito socialista"; d.- La emulación con los países capitalistas en la investigación científico natural, en el desarrollo experimental y en la formulación de tecnologías relacionadas con la industrias civil y militar, dentro del paradigma creado por la "revolución científico-técnica" del período de la segunda guerra mundial; e.- Esquema de planificación y de dirección económica totalmente estatista y centralizada, sin participación autónoma real de las comunidades locales ni de los colectivos de trabajadores en las tomas de decisiones sobre líneas fundamentales de la marcha de la sociedad.
Por la conjunción de estos factores, el "socialismo existente" derivó hacia otra versión –no capitalista- del industrialismo, militarista, en lugar de marchar hacia su superación cualitativa para constituirse en una alternativa sustancial. Además, imbuido del espíritu tecnocrático intrínseco del capitalismo, este protosocialismo de Estado adoptó las pautas jerárquicas capitalistas de dominación y disciplina más rígida, estableciendo una suerte de casta burocrática que frustró las demandas de "liberación de los trabajadores" y de toda la sociedad.
El Estado, que debía gradualmente declinar para permitirlo, más bien se refuerza y se hace ubicuo, en un círculo vicioso contrario a la revolución deseable.
El caso de la República Popular de China también lo evidencia. Con un crecimiento sostenido de dos dígitos, unas reservas internacionales que superan los 600 millardos de dólares, son un atractivo y seducción para los capitales transnacionales que encuentran un Estado abierto al mercado con un control cambiario que abaratan sus exportaciones.
Muestra de ello es la recién instalada reunión en Escocia del Grupo de los Ocho países más industrializados del mundo y en la que la estrella ha sido Hu Jintao, presidente de China, cuya nación demanda una insaciable energía que impulsa los precios del petróleo a un nuevo record. Como vemos, el modelo chino de un Estado fuerte, régimen político de partido único con un hiperindustrialismo con todas sus secuelas socio-ambientales nos llevan a interrogarnos nuevamente acerca de ¿cuáles pueden ser las raíces teóricas de estos desvíos en la prosecución del socialismo? Ante la interrogante en cuestión hay que considerar que existen por lo menos dos aspectos de esta problemática que no han sido enfocados y elaborados adecuadamente por el marxismo.
En primer lugar, el papel histórico de los países "subdesarrollados" y el contenido del concepto mismo de "subdesarrollo", cualquiera sea el nombre que le demos. En segundo lugar, las relaciones entre desarrollo capitalista, evolución tecnológica y coexistencia con el ambiente natural.
La constitución de un centro y una periferia, de países dominantes y dominados, respectivamente, en el capitalismo y la dinámica de sus interacciones, no fue ni ha sido aún del todo elaborada por el marxismo. Pero esa dinámica es sin duda clave para explicar: a) por qué no se dio el salto al socialismo en los países capitalistas occidentales, que ya Marx y Engels consideraban inminente; b) por qué triunfan revoluciones dirigidas a construir el socialismo precisamente en los llamados países subdesarrollados o periféricos, contradiciendo las premisas de Marx; y c) por qué esas revoluciones no les ha sido posible alcanzar el ideal socialista pleno.
No entraré aquí a elucidar los efectos de simplificación, metodológicamente impecable, de Marx, al centrarse en el prototipo de país capitalista (Inglaterra) más próximo a la homogeneización de las relaciones capital-trabajo asalariado, en su visión de la revolución socialista y en la evolución ulterior del planeta en su conjunto. Sólo hay que señalar que los países "periféricos" quedaron aquí fuera de foco. Pero la evolución histórica real depositó en esto las tensiones revolucionarias más críticas, incluso el reto del socialismo político sin la "maduración de condiciones objetivas" materiales, productivas para el mismo. Los países del "socialismo existente o sobreviviente" son los que lograron emprender audazmente esta vía "anómala" de desarrollo. La precocidad y precariedad del éxito revolucionario además del tremendo costo humano en el momento, tendría otro costo adicional en la tremenda dificultad de la doble tarea de superar al subdesarrollo y el capitalismo al mismo tiempo.
El resultado ha sido una abigarrada mezcla de rasgos de uno y otro que perduran dentro de la estructura social. Así, las relaciones máquina-hombre, ciudad-campo, industria-agricultura, economía-ambiente, Estado-sociedad civil, técnica-cultura-tecnología-ciencia, representaciones simbólicas,.etc., son relaciones de desigualdad y asimetría, en detrimento de los factores humanos y naturales más responsables de la creatividad y el afloramiento de la personalidad libre.
Además, al adoptar acríticamente el paradigma tecnológico capitalista, el "socialismo existente o sobreviviente" reproduce las contradicciones entre las leyes del desarrollo económico y las leyes biológicas de la naturaleza, esto es, entre la aceleración de la producción y el equilibrio ecológico. El marxismo original no concedió suficiente atención a dicha contradicción; en él la naturaleza aparece como la base inagotable de recursos que no oponían limitaciones serias al desarrollo económico social.
Un cierto optimismo técnico apriorístico sugería que las limitaciones temporales serían a la larga superadas por nuevos avances de la tecnología. En suma, la tendencia al aumento continuo e ilimitado de la productividad aseguraba la potencialidad para la abundancia de bienes. Hoy constatamos que el antagonismo entre el carácter consumista y dilapidador del capitalismo contemporáneo y la imitación acrítica de su tecnología – y de su patrón de consumo- en algunos países del "socialismo existente o sobreviviente" emergió con tal intensidad que han contribuido a largo plazo a poner en peligro la vida sobre el planeta. Esto sin considerar la carrera armamentista atómica-nuclear de los bloques de poder.
Todo este drama le plantea al pensamiento marxista una mayor exigencia de rigor y profundidad para ponerse a la altura de la complejidad del mundo real actual, para aumentar la veracidad y la conciencia de responsabilidad que le cabe en este proceso de construcción del "mundo en desarrollo hacia el socialismo".
Este es el gran reto que tiene por delante la propuesta del presidente Chávez al colocar en la agenda bolivariana la prioridad de reflexionar acerca del socialismo en el Siglo XXI. Es un debate que se debe asumir libre de prejuicios, presupuestos y posturas teóricas dogmáticas que pretenden la verdad absoluta. Es el gran compromiso del pensamiento crítico hoy.
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