Con el pretexto de que Ariel Sharon ha abandonado parcialmente el sueño del Gran Israel, la prensa occidental, aquejada de amnesia, olvida su pasado de comandante de un comando asesino, su papel en la masacre de Sabra y Chatila, y su provocación conducente a la segunda Intifada. La creación del nuevo partido (Kadima), escisión del Likud, por parte del primer ministro israelí, es así presentada por los medios de comunicación atlantistas como la formación de una unión centrista a medio camino entre los «extremistas» del Likud y los «populistas» del Partido Laborista.
Hace poco más de un año, el 11 de noviembre de 2004, moría el presidente Yasser Arafat en un hospital parisino. Hoy, los rumores y luego la confirmación de elecciones israelíes anticipadas, y las conmemoraciones del asesinato de Isaac Rabin –vacías de sentido dado lo que se ha hecho de su legado político– han velado casi totalmente las conmemoraciones de su desaparición, rodeadas aún de misterio. Si bien la prensa dominante continúa presentando a Rabin como un mártir de la paz, no es el caso de Yasser Arafat, mostrado como un obstáculo para una solución del conflicto.
La ex representante de la OLP en el Reino Unido, Karma Nabulsi, muestra su indignación contra este mito en The Guardian. Una representación negativa del viejo dirigente palestino, presentado como un obstáculo para la paz, ha eclipsado la imagen mediática del conflicto israelo-palestino. Yasser Arafat ha sido diabolizado, presentado como la principal dificultad para la paz y este mito ha servido de justificación para perpetuar la dominación colonial en los territorios ocupados. Nabulsi pide la destrucción de este mito y que se mire la realidad de frente.
Contrariamente a los deseos de la autora, el mito no sólo perdura, sino que se ve fortalecido por otro, más asombroso aún: el de un Mahmud Abbas que se esfuerza por luchar contra los extremistas palestinos para lograr la paz y el de un Ariel Sharon como centro de una unión centrista israelí en lucha contra su extrema derecha. Con el pretexto de que Ariel Sharon ha abandonado parcialmente el sueño del Gran Israel, la prensa occidental, aquejada de amnesia, olvida su pasado de comandante de un comando asesino, su papel en la masacre de Sabra y Chatila, y su provocación conducente a la segunda Intifada. Convencidos de que el hombre es un pragmático o un «De Gaulle israelí», los medios de comunicación no ven la expansión de las colonias en Cisjordania ni los bombardeos de poblaciones civiles en Gaza. El Primer Ministro y sus asesores reivindican la retirada de Gaza para mantener la dominación de Cisjordania y atizan regularmente el racismo antiárabe, pero de ello no informa la prensa conformista.
La creación de un nuevo partido (Kadima), escisión del Likud, por parte de Ariel Sharon, es presentado así por los medios de comunicación atlantistas como la formación de una unión centrista a medio camino entre los «extremistas» del Likud y los «populistas» del Partido Laborista que rechazaron la estrategia de Shimon Peres.
Los analistas sionistas de la vida política israelí, claro está, tienen la misma visión. Así, Barry Rubin, director del Centro GLORIA, de la universidad interdisciplinaria de Israel, expresa su satisfacción por la creación del Kadima en una tribuna difundida por Project Syndicate. En el momento en que escribimos estas líneas, «unicamente» The Australian (Australia), el Taipei Times (Taiwán), y el Daily Star (Líbano y difusión en el Medio Oriente) han publicado también el texto, pero se prevé una mayor difusión. Para el autor, el nuevo partido viene a llenar un vacío en la vida política israelí y encarnará el nuevo consenso nacional: el rechazo a toda negociación con los palestinos acompañado de retiradas territoriales puntuales y unilaterales. Predice una gran victoria de Sharon durante las próximas elecciones.
Su homólogo del BESA Center, Shmuel Sandler, se muestra menos categórico en el Jerusalem Post en lo referente a la victoria final del general Sharon. Considera que a pesar de las declaraciones de Ariel Sharon, el sistema político israelí no se transformará por el surgimiento de un nuevo partido, para lo que sería necesario un cambio de mentalidad. Por el contrario, piensa que esta formación ocupará un espacio entre el Partido Laborista y el Likud, y que se convertirá en el centro de gravedad de la vida política israelí, encarnación de un consenso nacional que volverá la espalda al proyecto del Gran Israel y al proceso de Oslo. Por lo tanto predice al nuevo partido no una victoria aplastante, sino un destino comparable al de la democracia cristiana italiana de la posguerra con una posición hegemónica en todas las coaliciones de gobierno.
La parte árabe no se engaña en cuanto a la naturaleza de Ariel Sharon y anticipa las próximas agresiones que organizará. El escritor libanés y periodista de Al Watan, Zouhair Madjed, estima que Sharon preparará las elecciones atacando al Hezbollah y a Siria, dos blancos contra los que se ha preparado a la opinión internacional. Esto permitirá el debilitamiento de Irán y, sobre todo, la creación de un consenso nacional alrededor de su nuevo partido.
Frente a la impresionante campaña de promoción de Ariel Sharon, a sus adversarios de izquierda les queda una débil esperanza: la victoria de Amir Peretz al frente del Partido Laborista contra Shimon Peres.
El nuevo dirigente laborista muestra sus convicciones pacifistas en una entrevista concedida al LabourStart. Amir Peretz afirma que el problema israelí no es el de sus fronteras, sino el principio mismo de la ocupación. Cuando un pueblo ocupa a otro, crea un clima de violencia y corrupción incompatible con el normal ejercicio de una democracia. Así, considera que el fin de la ocupación es necesario para la propia identidad de Israel, un argumento clásico de la izquierda israelí.
El politólogo palestino Saleh Abdul Jawad pone todas sus esperanzas en Amir Peretz en el Daily Star. En una tribuna marcada por la tristeza, el autor expresa, como Karma Nabulsi, que los hechos destruyen el mito de un Arafat adversario de la paz, pero lamenta que nada cambie. Los palestinos han dado pruebas de que el bloqueo no partía de ellos, de ahí que el autor espere una contraparte para la paz por la parte israelí y desee la victoria de Peretz durante las próximas elecciones. El editorialista israelí de izquierda y adversario de la ocupación, Gideon Levy, también presenta a Peretz como un hombre providencial en su crónica de Ha’aretz, aunque no cree que sea electo, pues considera que sus adversarios son demasiado numerosos: la clase adinerada no quiere sus políticas sociales, los militares no quieren a un civil y sus orígenes marroquíes lo hacen blanco del racismo galopante de la sociedad israelí.
¿Pero acaso es Amir Peretz el hombre providencial que algunos quisieran ver en él? Otro editorialista de Ha’aretz, Akiva Eldar, también brinda su apoyo a Peretz, pero no describe al mismo hombre que Gideon Levy. Si bien este último asegura que Peretz es capaz de respetar los derechos de los árabes de Israel/Palestina, Eldar se regocija más de que Peretz sea un «pacifista» de mano dura que rechazará el regreso de los refugiados, mantenga Jerusalén y sólo haga algunas modificaciones en el trazado del muro de anexión en Cisjordania.
Este tipo de señalamientos por parte de partidarios de Amir Peretz hace dudar a Graham Usher, corresponsal de The Economist en la región, de las virtudes del nuevo dirigente laborista. En Al-Ahram, se interroga: ¿Qué otra cosa se puede esperar de Peretz que no haya sido ya prometida por otros antes que él y que no haya sido aplicada una vez éstos en el gobierno? Pesimista, el periodista considera que no se sabrá, pues no ve casi ninguna oportunidad para una elección de Peretz.
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