El debate ya no gira en torno a la necesidad de la retirada estadounidense, que se ha hecho indispensable, sino sobre la forma que asumirá dicha retirada. ¿Debe ser inmediata, programada o suave?
La primera opción no parece ser la mejor, ya que una retirada inmediata dejaría un vacío que, para llenarse, requeriría inmensos esfuerzos, estadounidenses o iraquíes. Por otra parte, ante la complejidad de la situación interna, los responsables del gobierno títere saben bien que la retirada de las fuerzas de ocupación sólo puede hacerse después de cumplir dos etapas complementarias. La primera se refiere a la estabilidad y a la elaboración de un programa político eficaz, y la segunda consiste en la creación de los servicios militares y de la seguridad interna. Tales etapas parecen tener, incluso para los peores enemigos del ocupante, tanta importancia como la retirada misma.
Ese es el caso de los grupos «yihadistas» en Irak, que no quieren una retirada inmediata de las fuerzas de ocupación. Sobre todo porque esos grupos encontraron al fin, después de Afganistán, una base mejor para llevar a cabo su guerra sagrada contra los «infieles». La alternativa, pues, no puede ser otra que una retirada «suave», ya que el gobierno estadounidense se sigue negando a presentar su calendario de partida definitivo. Este rechazo puede explicarse por la terquedad de Estados Unidos en no reconocer su derrota contra la resistencia que ellos prefieren denominar «grupos terroristas», porque una derrota anunciada públicamente amenaza con tener consecuencias catastróficas para la estabilidad de la región. Esto beneficiará a los grupos terroristas, que no tardarán en apoderarse de lo que queda de Irak y de sus recursos.
Lo lógico sería una retirada «suave» paralela a la creación de organismos gubernamentales, elegidos democráticamente y representativos de las diversas comunidades iraquíes, que velan por la seguridad y la estabilidad del país. Los protagonistas regionales tienen también un papel muy importante que desempeñar en la solución del problema en Irak. De ese modo, los neoconservadores pueden seguir apelando, por ejemplo, a la ayuda iraní. Sobre todo cuando el régimen de Teherán parece estar dispuesto a colaborar con las fuerzas de ocupación, lo que, sin duda, le permitirá recuperar el aliento después de haber apartado el peligro.
Por tanto, las diversas partes iraquíes no deben insistir en una retirada cuyas condiciones no están creadas aún. Por el contrario, será necesario preparar un terreno favorable para dicha retirada. La comunidad internacional está también llamada a ayudar a la población iraquí garantizándole una estabilidad económica y social que le permita encontrar una salida al problema.
«انسحاب أمريكي فوري أم مجدول أم مرن .. هذا هو تحدي العراق», por Abdelrahmen Al Rachid, Asharqalawsat, 4 de diciembre de 2005.
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