Vivimos tiempos de elecciones. El 15 de enero se definirá quién será presidente de la República durante los próximos cuatro años. Michelle Bachelet, candidata de la Concertación, que ganó ampliamente el 11 de diciembre -aunque sin lograr superar el 50%- enfrentará a Sebastián Piñera, candidato de la derecha, que llegó segundo a gran distancia.
Las cifras son claras. Michelle Bachelet obtuvo en diciembre 3 millones 167 mil 939 votos, el 45,95%. Por su parte Sebastián Piñera alcanzó 1 millón 751 mil 866 votos, el 25,41%. Joaquín Lavín logró 1 millón 601 mil 169 votos (el 23,22%) y Tomás Hirsch 372 mil 609 votos, el 5,4%.
La suma de los votos de los candidatos de la derecha, Piñera (RN) y Lavín (UDI), alcanza a 3 millones 353 mil votos aproximadamente, algo más de dos puntos sobre Michelle Bachelet.
El 11 de diciembre también se realizaron las elecciones para renovar la Cámara de Diputados y la mitad de los senadores.
Junto con forzar -como en 1999- una segunda vuelta presidencial, la derecha sumada ganó a la Concertación, lo que es una señal alarmante. Hubo otro hecho importante. Por primera vez la Concertación obtuvo la mayoría en ambas Cámaras: 66 diputados (de un total de 120) y 20 de los 38 senadores.
En la votación parlamentaria de ambos bloques se produjeron notables asimetrías, lo que también se advirtió en la Izquierda extraparlamentaria. La votación de la Concertación para el Parlamento representó un 51,75%, algo más de cinco puntos sobre la de Michelle Bachelet. En la derecha se dio -amplificada- la situación inversa: la Alianza obtuvo el 37,68% en la votación parlamentaria contra el 48,6% de los votos sumados de Piñera y Lavín. Por su parte, en la Izquierda extraparlamentaria la votación para diputados representó el 7,38%, con 482 mil 507 votos, más de 100 mil votos sobre la votación de Tomás Hirsch. Estas asimetrías indicarían votaciones cruzadas, fundamentalmente hacia Piñera y Bachelet en el caso del Juntos Podemos.
Tendencias políticas
El examen de la votación parlamentaria confirma tendencias en desarrollo desde hace algunos años. La principal parece ser la persistente baja de la Democracia Cristiana, que ahora disminuyó en seis senadores y quedó a la zaga del PPD en diputados. En la derecha, la UDI mantuvo su calidad de partido mayoritario, aunque perdió algunos senadores claves, mientras RN consolidaba posiciones. En la Concertación, el PRSD eligió 7 diputados y un senador.
Una vez más la Izquierda extraparlamentaria sufrió los efectos del sistema binominal. El pacto Juntos Podemos Más (comunistas y humanistas) no eligió parlamentarios, a pesar de una votación equivalente al doble del PRSD y al 70% del PS, que eligió 15 diputados. Si existiera un sistema electoral proporcional, en la Cámara de Diputados habría 63 representantes de la Concertación, 47 de la derecha y 9 del Juntos Podemos e independientes. En el Senado 20 escaños serían de la Concertación, 15 de la derecha y 3 del Juntos Podemos.
Si para aprobar una reforma constitucional o el cambio del sistema binominal se requieren 69 votos en la Cámara de Diputados y 23 en el Senado (la Concertación tiene 66 y 20), está claro que la derecha sigue con la llave en la mano en cuestiones relevantes.
Revancha de la derecha
La segunda vuelta presidencial se convierte, entonces, en una instancia de especial significado. No sólo porque un triunfo de la derecha significaría la revancha del pinochetismo y de los sectores más reaccionarios, sino porque dada la inmensa fortuna personal de Piñera y su rol empresarial, su elección implicaría el sometimiento del poder político al económico. La democracia misma se reduciría a un conjunto de rituales cada vez más distantes de los ciudadanos y de sus problemas cotidianos.
Sebastián Piñera se juega a fondo, con el apoyo del gran empresariado. No vacila en comprometerse con la UDI y el pinochetismo y, al mismo tiempo, trata de aprovechar las grietas al interior de la DC. Lo hace levantando la bandera de un "humanismo cristiano" que no explica y que suena a puro conservadurismo religioso o a beatería valórica para debilitar la candidatura de Michelle Bachelet.
Piñera en verdad es el candidato de los ricos pero gana terreno entre los hombres jóvenes de sectores medios (más que entre las mujeres), que lo ven como modelo del empresario exitoso y liberal; en suma, como el paradigma de la cultura de mercado imperante.
Votar por Bachelet
Michelle Bachelet, entretanto, asume los éxitos y debilidades de la Concertación, especialmente en el plano económico-social, que ha significado creciente polarización y desigualdad. Plantea una política de correcciones en materia socioeconómica, con preocupación por los aspectos previsionales, laborales, de salud y educación. Sus propuestas son de imposible realización, a menos que la Concertación se decida a corregir aspectos sustanciales del modelo que tienen que ver con el libremercadismo y la relación del Estado con las transnacionales. Su candidatura está respaldada, en todo caso, por su trayectoria política y su compromiso con los derechos humanos.
Todo indica que la conducta de la Izquierda extraparlamentaria será clave para la definición del 15 de enero. Los 372 mil votos que apoyaron a Tomás Hirsch, serán determinantes. Una parte de ellos puede significar la elección de Michelle Bachelet como la primera mujer en asumir la Presidencia de la República. Precisamente por eso, los planteamientos del Partido Comunista en cuanto a compromisos explícitos en torno al reemplazo del sistema binominal y otros puntos de carácter socioeconómico tienen particular importancia, más allá de lo estrictamente electoral. El PC tiene dificultades para alinear a su militancia en el apoyo a Bachelet pero sin duda la mayoría de los comunistas y su entorno electoral, como sucedió en 2000, se jugarán por derrotar a la amenaza derechista.
El contexto latinoamericano
La votación en segunda vuelta se dará en un nuevo contexto latinoamericano. Están ocurriendo cosas trascendentales y un nuevo espíritu recorre la región. 2006 será año de elecciones cruciales en Ecuador, Perú, Paraguay, Costa Rica, Nicaragua, Venezuela, México, Colombia y Brasil. Las políticas neoliberales han fracasado y los tratados de libre comercio no han producido lo esperado. Por el contrario, han causado serios daños a la industria, la agricultura y el medio ambiente y se profundiza todavía más la brecha entre ricos y pobres.
Venezuela es un ejemplo de preocupación por los pobres y el desarrollo de las fuerzas productivas en forma soberana. Aprovechando su riqueza petrolera, también sirve a los intercambios orientados por preocupaciones de integración latinoamericana. Esto ha estimulado la emergencia de una corriente democrática y popular en el continente.
En este sentido, el aplastante triunfo de Evo Morales, candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia, anuncia cambios en la región andina y la búsqueda de entendimientos con Argentina, Brasil y Venezuela. Evo Morales perfila una política refundacional del Estado boliviano en favor de las mayorías indígenas y demás sectores postergados, así como una nueva relación con las transnacionales que controlan las principales riquezas naturales, especialmente el gas. Desde México al Cono Sur se va conformando un nuevo sujeto popular que aspira a reconstruir caminos perdidos, a derrotar la dominación reaccionaria y a recomenzar, en las condiciones actuales, la marcha hacia un tipo de sociedad equitativa, humana y liberadora. Renace la esperanza que fue por tanto tiempo derrotada y sometida.
Chile no puede estar ausente ni desvinculado de esta corriente en crecimiento. Aislarnos de América Latina es la política que nos quieren imponer los sectores reaccionarios cerrando los ojos a las posibilidades de integración económica, política y cultural de nuestros pueblos. Una victoria de la derecha en nuestro país sería un duro golpe al proceso democratizador que comienza a vivir el continente.
Chile no es una provincia del imperio ni una parroquia con feligreses autosugestionados por un mito de superioridad. Chile es parte esencial de un continente de hermanos y no puede negarse a compartir su destino. Para la Izquierda, dentro y fuera de la Concertación, defender esta visión política es una responsabilidad fundamental e insoslayable.
Los gastos electorales
Fuentes dignas de crédito calculan que el empresario-humanista-cristiano Sebastián Piñera gastó 32 millones de dólares en la primera vuelta de su campaña electoral.
Los gastos de Joaquín Lavín, el fracasado aspirante presidencial de la UDI, alcanzaron a 24 millones de dólares.
Por su parte, la campaña de Michelle Bachelet tuvo un costo de 8 millones de dólares.
Estas cifras dimensionan por sí solas los niveles a que puede llegar el gasto electoral en la segunda vuelta. Hay que tener presente que la fortuna personal de Piñera alcanza a 1.200 millones de dólares, capaz de resistir cualquier desafío en este ámbito.
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