La muerte de Slobodan Milosevic en La Haya constituye una verdadera tragedia para la comunidad internacional, pero sobre todo para los serbios. Conozco a Milosevic como líder nacionalista y como adversario en tiempos de guerra. Cuando Richard Holbrooke negoció el acuerdo de paz en 1995, pasé muchas horas negociando con él. En 1997 discutimos la aplicación de los acuerdos de Dayton. En 1998 le pedí su colaboración para impedir un reinicio del conflicto, en 1999 realicé la campaña militar para poner fin a la limpieza étnica en Kosovo y en 2003 testifiqué en su proceso.
Su muerte no soluciona nada. Milosevic es responsable de miles de muertes. Era un táctico brillante, pero un mal estratega que multiplicó las masacres. Fue un brillante negociador en Dayton, pero no cumplió sus promesas pues soñaba con una gran Serbia. En 1998 inició una política de limpieza étnica en los Balcanes, en Kosovo. La OTAN quiso negociar, pero Milosevic no detuvo su acción. Tras 78 días de acciones retiró sus tropas.
Con su muerte, Milosevic priva a millones de personas de su derecho a la verdad y a la justicia.
«Un Hitler de poca monta Wesley Clark, ABC, 15 de marzo de 2006.
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